¿Sabemos qué es comer bien? Es más, ¿sabemos qué es exactamente lo que comemos? Diana Oliver es periodista y ha escrito un álbum informativo muy recomendable para toda la familia, ¡Ñam! Sobre lo que comemos, con ilustraciones muy atractivas, información muy clara y prólogo del nutricionista Julio Basulto, con el que pretende que ” las familias puedan decidir lo que comen, siendo conscientes de lo que es realmente una dieta saludable, y su importancia como parte de una vida sana y feliz” y que “todos lo disfruten como un recorrido divertido e interesante por nuestra alimentación”.
¿Qué crees que es comer bien?
Pues comer bien no es ni “comer de todo” ni tener que seguir una dieta milagrosa. Pero hoy no es fácil saber lo que es porque las ideas que siguen definiendo qué es eso de comer bien están muy distorsionadas, en parte por los mensajes que se han lanzado durante años, en parte por la publicidad de alimentos.
El dietista-nutricionista Julio Basulto (que ha prologado generosamente el libro, y al que le estoy agradecidísima) suele decir que comer bien es dejar de comer mal. Y esto que a priori puede parecer obvio no lo es tanto. Comer de forma saludable no es sólo conseguir todos los nutrientes que precisamos a partir de la cantidad necesaria de alimentos sino también evitar el consumo de alimentos que no son saludables o reducirlos al máximo. Seguro que en una familia hay muchas cosas en las que podemos mejorar nuestra alimentación y eso trata de mostrar ¡Ñam!, qué cosas podríamos cambiar en casa.
¿Crees que se nos ha olvidado (o nos han hecho olvidar) qué es comer bien? ¿Es por eso que crees que deberíamos saber bien lo que comemos?
Sí, creo que todos tenemos un poco de lío con la alimentación. Y no es que no tengamos más oportunidades que nunca para alimentarnos mejor pero el marketing alimentario no lo pone nada fácil. Nos venden alimentos pensando en las propiedades, en los beneficios, incluso los disfrazan de necesidad. Los mensajes calan porque en realidad nos preocupa lo que comemos, y lo que comen nuestros hijos e hijas. Saber qué es en realidad comer de forma más saludable creo que nos libera mucho de todos esos mensajes. Es más fácil escapar de la publicidad engañosa.
Has escrito un libro con ilustraciones muy chulas y atrayentes para los peques y con información muy clara sobre cuáles son los alimentos con “carnet de alimento saludable” y los “reyes de la alimentación” (fruta, hortalizas, cereales integrales, legumbres y frutos secos). ¿Qué poso te gustaría dejar en las familias que te lean?
El objetivo diría que es que las familias puedan decidir lo que comen, siendo conscientes de lo que es realmente una dieta saludable, y su importancia como parte de una vida sana y feliz. Y, por supuesto que los propios niños participen. Pero sobre todo que todos lo disfruten como un recorrido divertido e interesante por nuestra alimentación. Si juntos pueden hacer algún cambio, o reafirmar lo que ya hacen, sería maravilloso.
Un álbum informativo es una forma de ordenar la información que existe en torno a un tema de forma que aprendamos, nos apetezca saber más… En un mundo en el que hay tanta información (y tanto ruido) en torno a la alimentación me parece importante un libro así; que no es otro que el que me hubiera gustado encontrar para mis propios hijos.
Mucha de la alimentación llamada infantil es insana: exceso de azúcar, de sal, ultraprocesados con mil aditivos… Y cuando prescindimos de estos alimentos parecemos friquis y nuestros hijos no reciben su eliminación con agrado, claro. Como periodista que ha investigado sobre el tema y como madre que seguramente nada contra la corriente de ultraprocesados, ¿cómo sugieres hacer el cambio? ¿Cómo vivís esta situación en la familia?
Los ultraprocesados están hechos para gustar, claro. Y eliminarlos cuando están muy asentados no es fácil precisamente por eso, porque gustan. Yo creo que lo importante no es pensar en una mejora de la alimentación como un cambio de hoy para mañana, ni como la perfección más absoluta. Sino en hacer pequeñísimos cambios, ir sumando, y pensar por qué lo estamos haciendo. Pero se necesitan ganas, paciencia, oportunidades para poder llevarla a cabo y cierto aprendizaje. También cambiar la concepción de que comer de forma saludable es monótona, triste, aburrida. Se puede comer deliciosamente sin renunciar a que sea saludable.
En casa seguimos la máxima de no tener en casa lo que no queremos comer. Nuestra cesta de la compra se basa en alimentos frescos, legumbres, frutos secos sin sal ni freír y cereales integrales (arroz, pasta, cuscús…), y organizamos nuestros menús semanales de comidas y cenas con la colaboración de los niños, siguiendo un patrón de alimentos saludables. Otra cosa: siempre hay fruta a su alcance en fruteros y nevera y no tenemos bebidas azucaradas, bollería o dulces. Luego está la realidad: salen de casa, van al cole, al parque… Y hay que asumir que fuera no es tan fácil conseguir esto porque vivimos en un ambiente bastante lejano a todo esto. Pese a ello creo que a la larga todo lo que se pueda aportar desde la familia, desde casa, lo que hagamos nosotros, será positivo para su alimentación futura. Es como plantar una semilla. Como dice Julio Basulto: no quiero que mis hijos coman bien, quiero que quieran comer bien. Me parece una reflexión que todos deberíamos tener en mente cuando pensamos en la alimentación de nuestros hijos e hijas.
¿Es un error obligar a los niños y niñas a comer? ¿Qué propondrías a las personas preocupadas por el hecho de que su hijo o hija no prueba la verdura, por ejemplo?
Es un gran error. En primer lugar por respeto a esos niños y niñas. Y en segundo lugar porque está demostrado que obligar a un niño a comer está detrás de muchos trastornos de la alimentación. Hay muchas formas de obligar a comer que pasan por “animar” y que están más relacionadas con el chantaje. Esto lo recoge muy bien Julio Basulto en ese libro fantástico que es Se me hace bola.
Yo diría que los niños pasan por distintas etapas en cuanto a sus gustos o a la aceptación de probar alimentos nuevos. También que unos pueden ser en general más selectivos que otros con los alimentos. La cuestión es más cómo gestionamos nosotros, sus adultos de referencia, este tema: ¿nos ponemos nerviosos? ¿Les insistimos? ¿Nos preocupamos? La mayoría de las veces no hay que hacer nada más que observar, respetar y proponer otras preparaciones. No siempre querrán probar, es seguro que lo que hoy les encanta mañana lo odiarán o viceversa, y no hay una fórmula mágica para que esto no ocurra. Que a un niño no le gusten unas verduras o unas frutas no quiere decir que no le puedan gustar otras. No es obligatorio que a un niño le tenga que gustar el brócoli para que coma bien. Si no le gusta, no pasa nada, se le pueden ofrecer otras muchas verduras. ¿Y si no le gusta ninguna? Quizás se puedan pensar otras formas de cocinado, otras recetas. Internet en este sentido es una herramienta maravillosa. ¿Y si tampoco? Diría que continuemos dejando a su alcance alimentos saludables y que demos ejemplo.
En tu libro hablas de la comida desde un punto de vista muy integral. Está presente la interculturalidad, la comida como encuentro, la sostenibilidad, la salud, nociones que tal vez no aparezcan tanto en Instagram. ¿Por qué es importante hablar de la comida desde todos estos ángulos y no solo desde la salud?
Creo que por un lado por lo que decía antes de que es irreal pensar que podemos crear una burbuja saludable de la que no van a salir. Comer es cultural. No sólo comemos para vivir, también lo hacemos para relacionarnos, para celebrar y para poner en práctica nuestras tradiciones. Creo que también es importante que sepan que los alimentos nos aportan parte de lo que nuestro cuerpo necesita para funcionar pero que, más allá, comer también puede ser un momento compartido con familia y/o con amigos, un acto para celebrar (las uvas en Nochevieja, por ejemplo).
Luego está la cuestión de cómo afecta a nuestro entorno lo que consumimos y cómo lo consumimos: la producción de los alimentos, su envasado, el transporte… Debemos plantearnos en familia de dónde viene lo que encontramos en el mercado o en el supermercado y qué recursos se han empleado para que llegue hasta allí. Si el cambio no llega desde donde debería llegar, somos nosotros quienes debemos hacer esos pequeños cambios para cuidar desde nuestro lugar el planeta en la medida de nuestras posibilidades y recursos. Esto también es educación alimentaria.