Desde que soy madre hay un sentimiento que no me quito de encima: la culpa. Tengo la sensación de que todo lo hago mal, que no estoy lo suficiente para mis hijos, o que estoy demasiado y les agobio. Que estoy repitiendo lo que mis padres hicieron conmigo, que esta noche no me apetece preparar una cena súper sana y nutritiva, o que el último grito que les he dado no tenía nada que ver con ellos sino con el cansancio acumulado de toda la situación…
Que no soy todo lo buena madre que mis hijos merecen. En eso se resume todo. Y la verdad que, según mi lógica, podría seguir culpándome de todo lo que ocurre en el mundo o en la vida de mis hijos sin límite alguno. De hecho, probablemente, todo esto que está ocurriendo actualmente con el coronavirus también sea culpa mía, no lo descarto. Y el hambre en el mundo, las guerras y las desigualdades, también.
Y estoy agotada. Cargar con toda esta culpa no me está motivando a ser mejor madre, sino que lo único que está consiguiendo es paralizarme en esos pensamientos y dejarme exhausta.
Así que he decidido que voy a dejar de culparme. Esto no quiere decir que no vaya a ser crítica conmigo misma o reconocer cuando cometo errores con mis hijos, sino que voy a ser realista y aceptar que ni soy una superheroína, ni puedo ser la madre perfecta que sale en las series de televisión.
Seguro que así podré estar mucho más disponible para mis hijos, con los pies en la tierra, con la cabeza en la realidad. ¡Y no sabéis qué peso se quita una de encima!
Cuéntanos tu historia y así elaboraremos todos juntos un diario de confinamiento con niños en el que podamos compartir nuestro día a día. Escríbenos a: info@gestionandohijos.com.
