Una de las dudas más compartidas entre madres y padres reside en si los castigos son una buena herramienta para dar órdenes o enseñar a nuestros hijos e hijas. Además, es posible que hayas escuchado alguna vez eso de que debemos desterrar los castigos de la educación que les damos y sustituirlos por consecuencias. ¿Pero qué significa esto? ¿Cuál es la diferencia entre castigo y consecuencias?
Existen distintos tipos de consecuencias: las consecuencias naturales y las lógicas y, por otra parte, los castigos. Vamos a ver cuál es la diferencia entre estos tres conceptos y qué efectos puede tener en nuestros hijos e hijas.
Castigos
El castigo es un método punitivo que busca penalizar la conducta determinada de alguien, en lugar de corregirla o hacer ver que los actos tienen consecuencias. Esta segunda parte de la definición es muy importante pues, si nos fijamos, la mayoría de las veces no tiene nada que ver el castigo con el hecho o comportamiento que consideramos incorrecto. Por ejemplo, imaginemos una situación en la que nuestro hijo tiene la habitación muy desordenada y no nos ha hecho caso las veinte veces que le hemos dicho que la recoja. En este caso, acabamos castigándole sin salir el fin de semana con sus amigos.
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Con este castigo estamos privando a nuestro hijo de uno de sus momentos de ocio del fin de semana, y puede que funcione para que la semana siguiente mantenga la habitación ordenada, pero no para que aprenda por qué debe mantener cierto orden y respeto por sus cosas. Además, como vemos, el castigo es totalmente arbitrario, por lo que en muchas ocasiones dependerá de cómo nos sintamos nosotros más que de cómo se comporten ellos, lo que puede desembocar en castigos desproporcionados.
En otro artículo, la experta en disciplina positiva Adriana Díaz señalaba algunos pensamientos y sentimientos que experimentan los niños y niñas cuando les castigamos:
· “Esto es injusto, no puedo confiar en los adultos” (sentimiento de resentimiento).
· “Ahora se han salido con la suya, pero ya me verán más tarde…” (sentimiento de revancha).
· “Voy a hacer lo contrario de lo que me dicen, para demostrarles que no tiene que ser a su manera” (sentimiento de rebeldía).
· “Soy una mala persona” (tristeza o disminución de la autoestima).
Por lo tanto, Adriana concluye que: “El castigo funciona a corto plazo y, aquí, el niño únicamente detendrá la conducta por miedo a las represalias del adulto. Habrá aprendido a chantajear, a gritar, a faltar el respeto, a no escuchar los sentimientos del otro, etc., pero no habrá adquirido herramientas que le hagan reflexionar sobre cómo afrontar el conflicto a futuro, o qué puede hacer para solucionarlo en ese momento”.
Las consecuencias
Como nos cuenta Maite Vallet en uno de los vídeos de nuestra plataforma, “Si no lo castigo no aprende”, “las consecuencias implican comprensión, sin embargo, el castigo supone agredir y etiquetar, le estamos diciendo a nuestro hijo: siempre te portas mal, eres un desordenado, mereces ser castigado”.
Por lo tanto, ahora que tenemos clara la connotación negativa de los castigos, veamos qué tipo de consecuencias distinguimos:
Consecuencias naturales
Este tipo de consecuencias son aquellas que se derivan como resultado causa-efecto de forma natural. Por ejemplo, si llueve y salgo de casa sin paraguas, me voy a mojar. Se trata de consecuencias que se darían de la misma forma intervenga quien intervenga en este proceso. Este tipo de consecuencias son las que deberían primar en la relación con nuestros hijos e hijas, no obstante, como apunta el psicólogo Alberto Soler en un artículo de su blog:
“Hay innumerables situaciones en las que no podemos permitir que experimenten las consecuencias naturales, porque su vida o su integridad estarían en peligro, o porque su conducta puede suponer un daño o falta de respeto a terceras personas: la consecuencia natural de jugar con un cuchillo es cortarse, la de jugar subido a la ventana es caer al vacío, y así un montón. Por lo tanto, en las situaciones en las que no podemos permitir que los niños experimenten las consecuencias naturales, sí pensamos que es necesaria una consecuencia deberíamos aplicar una consecuencia lógica”.
Consecuencias lógicas
En este tipo de consecuencias, a diferencia de las anteriores, sí que se da la intervención de personas adultas que las establecen. Este tipo de consecuencias se establecen mediante pactos que son compartidos y sabidos por los integrantes de la familia en este caso y están relacionadas con el comportamiento que se pretende corregir, a diferencia de los castigos.
Adriana Díaz apunta algunos ejemplos de consecuencias lógicas: se rompe el jarrón, el niño ahorra dinero para comprar otro; si llevas juguetes al colegio, el profesor se los queda hasta que acabe el día; si no pones la ropa sucia en el cesto, no tendrás nada que ponerte. Aquí es muy importante que el niño sepa de antemano lo que sucederá si no cumple con su responsabilidad. Por lo que, si ante el mal comportamiento de un niño no se ha previsto con antelación una consecuencia lógica con él, es mejor no hacerlo en el momento, porque el niño lo interpretará como un castigo.
Sin embargo, es importante tener en cuenta que no todas las situaciones son abarcables desde el punto de vista de las consecuencias, pues como indica Alberto Soler, “las consecuencias son solo una estrategia, una herramienta, pero no podemos pretender solucionarlo todo a base de consecuencias, y tenemos que tener cuidado y no utilizar éstas como un eufemismo de castigo”.