La Disciplina Positiva es una forma de educar a nuestros hijos basada en la amabilidad y la firmeza, el respeto y la colaboración y la búsqueda de soluciones en lugar del castigo. En Educar es Todo nos gusta subrayar que empresa y familia no deberían ser dos territorios en liza, sino que hay muchos aprendizajes, herramientas y habilidades comunes en ambos que hacen que buenos padres y madres sean mejores profesionales. Hablamos con María Soto, de Educa Bonito, de los beneficios de la Disciplina Positiva en el ámbito profesional.
¿Por qué crees que la DP presenta aprendizajes que también nos pueden servir en el mundo profesional?
La Disciplina Positiva está basada en los principios de la Psicología Individual, que tiene como objetivo el crecimiento del individuo dentro del grupo, tomando como punto de referencia una de las necesidades o motivaciones más básicas para el ser humano: pertenecer. Esta metodología nos ayuda a conectarnos con nuestras propias necesidades así como a conocer las de los que nos rodean, propiciando un ambiente de cooperación centrado en una pertenencia sana en el grupo y en la búsqueda de la realización personal dentro del mismo. Su aplicación a nivel familiar está cambiando el estilo educativo en todo el mundo, ayudando a las madres y padres a guiar el crecimiento de sus hijos desde el entendimiento de cada proceso de su desarrollo, desde el respeto mutuo y la búsqueda de soluciones ante retos cotidianos. La aplicación en la empresa fortalecería el trabajo en equipo y nos permitiría crecer mientras aportamos a un proyecto común.
¿Qué aprendizajes serían los más importantes y los más extrapolables al mundo profesional y empresarial?
Sin duda el concepto “gana-gana”, la cooperación desde el respeto mutuo. Para ello es necesario que los miembros de un grupo, en este caso, una empresa, sientan que se les tiene en cuenta, que pueden aportar y formar parte de la toma de decisiones y la búsqueda de soluciones. El ejemplo es muy fácil: cuanto más “nuestra” sintamos una empresa, más motivados estaremos para trabajar y realizarnos poniendo nuestro granito de arena. Todos necesitamos un sueldo a final de mes para pagar gastos y facturas, pero eso no nos hace dar lo mejor de nosotros, no nos motiva a poner toda nuestra pasión y nuestro esfuerzo, sólo nos lleva a “cumplir”. Si podemos transmitir a nuestros empleados que la empresa o el proyecto es de cada uno de ellos, que no sería lo mismo sin sus aportaciones o su trabajo, trabajarían de manera mucho más productiva, desde la motivación. Es muy sorprendente observar cómo las empresas que implican a sus empleados, ya sea pidiéndoles valoraciones, opiniones, sugerencias o posibles soluciones, tienen unos resultados mucho más positivos que aquellas en las que, una vez más y como en los estilos educativos más tradicionales, vamos a OBEDECER, a que nos manden y , en definitiva, no nos tengan en cuenta, o incluso en las que se ofrecen incentivos , y como consecuencia, un ambiente de competitividad brutal. Fomentar la cooperación en lugar de la rivalidad genera siempre mejor ambiente de trabajo. Si un empleado sólo es tenido en cuenta por sus superiores “si es el mejor”, no le interesará un buen trabajo en equipo, sino una estrategia para “pisar” a sus compañeros. Esto genera grandes tensiones y no fomenta un clima cómodo de trabajo. Si ese mismo empleado es tenido en cuenta por aportar, al mismo nivel que las aportaciones de los demás, eliminaremos la competición y generaremos EQUIPO. La Disciplina Positiva nos enseña a trabajar en grupo sin perder de vista las potencialidades individuales.
¿Por qué crees que está habiendo un cambio de paradigma en la relación con los hijos y en general en las relaciones sociales, lejos del “ordeno y mando”?
Es un cambio que necesario que la sociedad demanda de manera natural y casi sin darse cuenta. Afortunadamente nos estamos dando cuenta de que no se puede educar como se hacía hace 100 años. Todo avanza y en su día pudo estar bien y ser incluso necesario un método conductual para “ordenar” la sociedad, pero hoy en día vemos que los métodos basados en castigo-premio se nos quedan cortos, no enseñan valores, sino que generan miedo, rechazo, desconfianza o dependencia. Necesitamos que nuestros hijos aprendan a vivir, no a obedecer. Es cierto que si queremos resultados a corto plazo sin tener en cuenta las decisiones que puedan tomar nuestros hijos, un grito funciona muy bien, pero ¿qué aprenden con eso? Nada. Afortunadamente nos estamos dando cuenta que educar no es acotar el camino a nuestros hijos entre castigos y premios para que vayan a donde les digamos, sino darles pautas dentro de unos límites necesarios ( respeto y seguridad) para que ellos puedan aprender en su propio camino. Pero lo que me emociona y veo más positivo en esta nueva actitud de búsqueda de madres y padres hacia un nuevo paradigma es la idea de que educar a nuestros hijos no puede separarnos de ellos, sino todo lo contrario. Si por darles una “buena educación” me alejo de ellos, no vale la pena. La conexión en familia es precisamente lo que nos ayudará a educarles mejor, desde el cariño, la comprensión y el respeto.