La Disciplina Positiva es un modelo educativo basado en la amabilidad, la firmeza y el respeto mutuo (de los hijos a los padres, pero también de los padres a los hijos), que desecha herramientas punitivas como los gritos, los castigos, los chantajes, insultos, azotes o amenazas.
Es decir, la diferencia principal con otro modelos educativos la encontramos en la forma en la que se establecen las normas y límites en casa. En este caso, se establecen desde el respeto, el cariño, la firmeza y la amabilidad, desechando siempre herramientas punitivas que son muy poco respetuosas con el niño.
Si lo tienes claro, y has decidido abrir las puertas de tu casa a la disciplina positiva, en este artículo encontrarás 10 consejos básicos para empezar. Todos están sacados del libro: ‘Disciplina positiva: los tres primeros años’, de la creadora de la disciplina positiva Jane Nelsen.
1.Crea conexión antes que corrección
La conexión es la base de la Disciplina Positiva. En este modelo educativo, mucho más importante que conseguir que nuestro hijo haga lo que nosotros queremos que haga es mantener intacto el vínculo con él. Por ello desterramos herramientas que les pueden hacer sentir mal (gritos, castigos, chantajes, amenazas…). La conexión se puede dar de muchas formas, pero la base es que siempre le hablemos con respeto y cariño, aunque le estemos diciendo que no a algo o poniendo límites.
Por ejemplo, sustituir un “Es que parece que no me escuchas, te he dicho mil veces que dejes de jugar ya, que hay que poner la mesa. No hay manera contigo” (gritando) por “Cariño, entiendo que te apetece mucho jugar, pero vamos a cenar ya y sabes que nos gusta hacerlo a todos juntos. Te esperamos en la mesa”.
2.Involucra a tu hijo
Aunque, sobre todo cuando son muy pequeños, los adultos tenemos que tomar prácticamente todas las decisiones por ellos, hay formas de involucrarles.
Los niños se muestran mucho más dispuestos a colaborar cuando sienten que su opinión cuenta. La Disiciplina Positiva propone que los adultos los involucremos ofreciendo alternativas. Es obvio que no podemos dejar elegir a nuestro hijo que se merienda después de venir a casa del cole, la opción que elegiría seguramente no sería muy saludable, pero sí podemos preguntarle si prefiere plátano o pera. Si hoy le apetece fruta o yogur…. De esta forma, no solo se sentirán mejor sino que iremos fomentando su autonomía y responsabilidad. A menudo que vayan creciendo, podrán ir tomando más decisiones.
3.Crea rutinas
Los niños aprenden mejor con la repetición, por tanto, si queremos que todas las mañanas se laven los dientes, que después de cenar recojan su habitación… lo ideal es crear un cuadro de rutinas donde aparezcan estas dibujadas. Así, cuando nuestro hijo no haya hecho algo de lo que se supone que debería hacer, le podemos preguntar: ¿Qué dice el cuadro de rutinas que toca hacer ahora? Cuando sea más mayor, lo ideal sería que ese cuadro de rutinas estuviese consensuado con él. El cuadro de rutinas es una forma maravillosa de ir creando hábitos.
4.Enséñale respeto siendo respetuoso
Los adultos solemos pensar que los niños tienen que respetarnos, pero ¿respetamos nosotros a los niños cuando les gritamos, amenazamos, castigamos…? El respeto se aprende viéndolo en directo. Nuestros hijos son aprenden a nosotros, por tanto, ante todo, actuemos con ellos siempre desde el respeto y la empatía.
5.Use su sentido del humor
El sentido del humor es una excelente herramienta educativa. Cuando tu hijo llegue a casa de mal humor, poco partidario de colaborar, el humor puede revertir la situación. Y aquí entra el juego. Es increíble como un niño que se resiste a una orden directa, responde con entusiasmo cuando esa orden se convierte en una invitación al juego. Por ejemplo, en vez de decirle que se lave los dientes, puedes decirle: “¿crees que podrías ponerte el pijama y lavarte los dientes antes que papá?”
El idioma de los niños es el juego, utilicémoslo.
6.Entra en su mundo
¡Qué importante es que conozcamos las necesidades de nuestros hijos! Las necesidades de los niños no tienen nada que ver con la de los adultos y, a menudo, pretendemos que sean ellos los que las abandonen para ponernos a nosotros las cosas más fáciles, pero no, la realidad es que somos nosotros quienes tenemos que empatizar con ellos. Entrar en el mundo de los niños significa también ponernos en su lugar y preguntarse cómo nos estaríamos sintiendo si fuésemos ellos.
7.Establece reglas firmes
Las normas y reglas que se establezcan en casa deben ser firmes, es decir, no variar en función de nuestro estado de ánimo. Si la norma es que solo se juega a la consola media hora al día, no hay un día en que porque estoy contento o tengo mucho trabajo que adelantar dese casa, permito que mi hijo juegue dos horas. Si nos mantenemos firmes en las reglas, nuestros hijos sabrán exactamente cuáles son.
8.Sé paciente
Lo más común es que tengamos que repetir una y otra vez las cosas a nuestros hijos antes de que las entiendan e interioricen. Esto no debe ser motivo de enfado. Nuestros hijos están aprendiendo. Los errores son solo una parte del aprendizaje. Nosotros, los adultos, debemos comportarnos como tal y ser pacientes.
9.Cambiemos los noes por sies
Nos pasamos la vida diciendo “no” a nuestros hijos. ¿Y si probamos a no decirles tanto lo que no pueden hacer y decirles lo que sí pueden hacer? Por ejemplo, si nuestro hijo está tirando del pelo a un perro, en vez de decirle que no le tire del pelo, podemos decirle algo así: “Cariño, a los perros se les acaricia despacito. Mira, así se hace. “.
10.Acepta la singularidad de tu hijo
Cada niño es diferente y pretender que el nuestro sea como nosotros queramos que sea solo nos llevará a frustrarnos a nosotros mismos y reducirá su autoestima. Por tanto, lo mejor es dejar de lado las expectativas y aceptar a nuestro hijo tal y como es. Puede ser muy útil pensar que nosotros somos los entrenadores y que estamos ayudando a nuestro hijo a sacar su mejor versión.