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“Con esta anécdota que voy a contar, me gustaría resaltar una verdad, y es que “una madre es efectiva cuando sigue su instinto”, tal y como asegura Winnicot, pediatra y psicoanalista inglés.
El año pasado, cuando mi hijo Pablo aún tenía un año por delante para “cogerle el gusto” a la Escuela Infantil, tuvimos un comienzo de curso un tanto complicado, pero solo los primeros días. Enseguida le cogimos el truco, y Pablo dejó de hacerse el remolón ya desde primera hora de la mañana, “boicoteando” cualquier movimiento que indicase que teníamos que salir de casa para ir a la guarde, aunque siempre hay días que apetece menos ir, días que apetece quedarse en casa con mamá o los abuelos tan a gustito (así como a nosotros y nosotras nos apetece también menos ir a trabajar), aunque hacer esto no sea posible.
Ya sólo el tener que despertarle por las mañanas, ayudarle y animarle a vestirse, el desayuno, lavarse los dientes: TODO el ritual de antes de salir de casa era un suplicio, un momento en el día de esos que estás deseando que pase rápido para no perder demasiado la paciencia ¡te acabas de levantar y tanta resistencia te chupa la energía! Al fin, encuentro una canción, una historia, un cuento, que le cambia el pensamiento y la expresión, y nos permite continuar nuestra marcha con mejor humor, y sobre todo, dentro de los límites de la hora prevista para salir sin que nos cierren la puerta de entrada de la Escuela y tengamos que llamar para que nos abran, con la “bronca” de la Directora por interrumpir el inicio de la asamblea en la clase.
Un día que Pablo estaba especialmente cansado de los madrugones que arrastraba en esa semana, no hubo nada que sirviera para calmarle. Se plantó en la puerta de la clase con un “¡No quiero, no quiero! ¡Vámonos, mamá!”, llorando y agarrado literalmente a mi pierna. La profe nos miraba desde la puerta, mientras saludaba al resto de niños y niñas que ya estaban entrando. Mientras, un papá poco colaborador decía: “¡Ay, Pablito! Hoy tiene mamitis…”. Yo empezaba a ponerme nerviosa; no sabía cómo hacer, si llevármelo pese a las miradas de la profe y el padre (“me criticarán por dejarme arrastrar ante la rabieta de mi hijo”, pensaba yo), o meterle en clase con un “pásalo bien, luego vengo, cariño”, sin que le calme esta frase que otras mañanas mi hijo recibía con cariño y tranquilidad, y omitiendo su estado de inquietud y rabia, algo con lo que no comulgo en mi forma de educar y comunicarme con mi hijo. Pero esto de que te miren, como a la espera de ver cómo actúas en una situación de crisis, a mí en un primer momento me puso nerviosa. Hasta que miré a mi hijo a los ojos, le cogí suavemente las manos y recordé lo importante: él y su emoción en esos momentos. “Está rabioso, se siente impotente de tener que hacer algo que no quiere”, y asocié su emoción a lo que ya conocíamos y tanto habíamos jugado en casa, gracias a un cuento, bien conocido, sobre las emociones y qué nos ocurre con cada una de ellas. Entonces, me centré en él, me olvidé del resto, y poniendo cara de rabia, y voz de rabia, teatralizando el personaje de la emoción tal y como lo hacíamos en casa le dije: “Pablo, tienes la rabia en el cuerpo. ¿Y cómo hace la rabia cuando aparece?”. Él enseguida se desbloqueó, imagino que por ver a su madre haciendo algo inesperado (y bastante cómico, supongo), y siguiendo el juego acentuó su gesto de rabia: fruncido de ceño, puños apretados, boca arrugada enseñando dentadura… Y con esta genial caracterización de La Rabia, me dijo: “Voy a decirle a la profe cómo es la rabia”. Y sin más, entró en clase contándole a su profe cómo personificaba esta emoción, que tan mala prensa tiene sólo por no saber cómo canalizar sus brotes de energía. Energía que sirve para coger aire y soltarlo en forma de valentía. Mi hijo, de dos años y medio, pudo salir de su estado incontrolado de rabia para llegar a manejar esa misma emoción como si de un personaje de una obra de teatro se tratase. Y es que no hay nada como conectar con las emociones, las de nuestros hijos/as y las nuestras, para conocer nuestros propios recursos y afrontar nuevos días de forma distinta”.
Imagen: Angry. Fuente: Firesmile/Flickr