La psicóloga y facilitadora de Disciplina Positiva Mónica Cerrada nos contaba en un post sobre la importancia de educar con respeto, con consecuencias y sin castigos que, mejor que centrarse en la idea de sustituir castigos por consecuencias, es preferible enfocarse en soluciones y llegar a acuerdos: “Una forma de hacerlo sería realizando reuniones familiares una vez a la semana para tratar aquellos “temas ásperos” que vamos arrastrando durante la convivencia semanal; pactando posibles soluciones con el propio niño/a; anticipándonos a la situación mediante una planificación adecuada”. Lo vemos con la historia de Juan, un chico que nunca ordenaba el cuarto.
Cuando nos centramos en reproches en lugar de soluciones para educar
Juan tiene 14 años, un caos emocional y hormonal propio de la adolescencia y un cuarto que, como dice su madre, Carolina, parece una leonera. Precisamente Carolina nos contaría que lo ha intentado todo: ordenar ella la habitación y quitarle dinero de la paga, dejarle castigado una tarde sin móvil hasta que ordenara la habitación, no meter en la lavadora la ropa sucia de su hijo… Y suele farfullar, muy indignada:
– Juan, es que contigo no hay manera. Eres un desordenado, tienes el cuarto que parece un vertedero.
Un buen día, Juan le cuenta a sus padres que le gustaría celebrar su cumpleaños invitando a ver una película y a dormir a un par de amigos del instituto. Han pensado poner colchones en el suelo de su cuarto y llevar sacos de dormir. Su madre, claro, se opone con tremenda indignación:
-¿Pero cómo vas a invitar a amigos a dormir en tu cuarto si no se puede dar un paso sin encontrarse con cosas tiradas por el suelo? ¿No te da vergüenza?
Juan, harto de estas contestaciones y pensando que su madre es una exagerada, se refugia en su cuarto, temiendo que su madre no le deje llevar a cabo su plan ideal de cumpleaños.
Cuando nos centramos en soluciones para educar
Carolina, que se da cuenta de que el tono que ha usado tal vez no ha sido el más adecuado, recapacitó y fue al cuarto de su hijo:
– Siento haberte hablado así, me he puesto muy furiosa. Mira, cariño, tenemos un problema. A mí me gustaría que tu cuarto estuviera más ordenado, hace tiempo que no pasas el aspirador porque es imposible y se está acumulando la suciedad. Esto no es bueno para tu salud. Y ahora quieres invitar a dos amigos a pasar la noche aquí. ¿Qué podríamos hacer?
– Hombre, mamá, es que no paras de reprocharme que si soy un desastre, que qué guarro está todo, que si sigo sin ordenar me vas a castigar… Me parece muy injusto y paso de hacerte caso.
– Vale, entiendo que mi tono no ha sido el mejor. Voy a usar un tono más conciliador, ¿vale?
– Vale, mamá. Voy a ordenar un poco el cuarto, a ver cómo me apaño.
– Si quieres ayuda, me dices. Seguro que eres capaz de ordenar el cuarto y dejarlo más a tu gusto. Porque ahora no te gustará mucho, ¿no? – dice Carolina, con una sonrisa.
– No demasiado, no encuentro cosas que pensaba que había dejado en un sitio… Está empezando a ser un problema.
Juan se pone manos a la obra y llena una bolsa de papeles que andaban tirados por el cuarto y que ya no servían, otra bolsa de ropa sucia que estaba escondida bajo la cama y encuentra cosas que llevaba tiempo buscando y había dado por perdidas: un libro que quería volver a leer, un bloc en el que escribía cuentos, un reloj que le encantaba… Cierto es que el orden está lejos de ser el perfecto, pero al menos Juan se ha hecho responsable y se ha decidido a resolver el problema.
Carolina, por su parte, se ha dado cuenta de que abordando los problemas de manera conciliadora y centrándose en encontrar soluciones hace que su hijo se sienta mejor, capaz, y que quiera colaborar. Así que decide que, cuando en casa haya un conflicto o problema enquistado, lo mejor será abordarlo de manera calmada conversando con su hijo y proponiendo soluciones.
¿Cómo centrarse en soluciones para educar?
- Expresarse con asertividad: explicando cómo nos sentimos y qué necesitamos, pero sin reprochar ni etiquetar.
- Escuchar sin juicio y respetar la opinión y sentimientos de nuestros hijos, validar su opinión.
- Exponer el problema que nos preocupa de manera objetiva y manifestar por qué nos preocupa, sin reprochar.
- Preguntar qué soluciones se nos ocurren.
- Evaluar las soluciones propuestas y elegir una entre todos.
- Trazar un plan.
- Ponerlo en marcha y evaluar cómo funciona la solución.
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Imagen de portada: Eye for Ebony /Unsplash