Descubrimos a través de la revista Tiempo que la hija de los Reyes y futura Reina le gusta leer y el cine. Tiene 11 años y a muchas personas les ha merecido la pena dedicar parte de su tiempo a criticarla y burlarse de sus gustos.
Se dice que España es un país en el que reina la envidia. Desde Gestionando hijos te proponemos que en nuestras conversaciones reine la admiración por encima de la crítica. Una idea que tiene como fin educar en la admiración.
Begoña Ibarrola, psicóloga, músicoterapeuta, escritora dice en uno de los contenidos exclusivos de la plataforma Gestionando hijos que “el optimismo se hereda y se educa”. Nos sugiere que nos preguntemos primero si somos optimistas o pesimistas y que tratemos de reconocer la verdad de lo que somos.
Criticar, quejarse tal como dice Fernando Botella en otro vídeo exclusivo de la plataforma Gestionando hijos es engañarse. Botella menciona que si una madre o un padre está continuamente quejándose hace “que sus hijos aprendan a vivir de la queja”.
¿Más admiración o más crítica?
Nosotros, el mundo en general y, por supuesto, nuestros hijos necesitan escuchar más admiración de hechos, personas y hacia ellos mismos que críticas. Un buen ejercicio es observar nuestro ratio de admiración-comentario positivo vs crítica-queja-comentario negativo. ¿Admiramos más de lo que criticamos o es al contrario?
El efecto Losada, nombrado así en honor al psicólogo organizacional Marcial Losada, estudió los efectos de la producción de sentimientos agradables vs desagradables en equipos comerciales de alto rendimiento. Después de estudiar a centenares de equipos llegó a la conclusión que las personas que recibían una ratio superior a 2’9 veces de sentimientos agradables vs desagradables eran los más eficaces.
El psicólogo Richard Boyatzis sugiere “que independientemente de que se trate de un maestro, un padre, un jefe o un ejecutivo este sesgo hacia la positividad es válido”.
Parece razonable. Si queremos hijos criticones, que les parezca todo mal, que se quejen ante cualquier eventualidad podemos aportar nuestro grano de arena criticando mucho lo que hace el vecino, el ayuntamiento, el trabajo, los profesores.
Si, por el contrario, queremos que nuestros hijos se eduquen en el optimismo y sacar conclusiones positivas de lo que ven a su alrededor puedes aportar tus granos de arena disfrutando, admirando a muchas personas, sucesos que ocurren a nuestro alrededor.
Ahora bien, tampoco es necesario que los comentarios sean todos positivos. Tampoco los equipos de alto rendimiento del estudio de Marcial Losada concluyeron eso. Cuando la ratio es superior a 11/1 los equipos se vuelven inestables (probablemente los mensajes poco creíbles) y ponen en riesgo su eficacia.
Para finalizar con la retahíla de expertos, la psicóloga de la Universidad de California Barbara Frededrickson sugiere que esa relación entre mensajes positivos y negativos condicionan el éxito en cualquier faceta de la vida.
Volvamos a la infanta Leonor. El filósofo Carlos Rodríguez Estacio escribió un artículo en El Mundo que reflexionaba al respecto de su afición por los buenos libros, por el buen cine al tiempo que las redes sociales ardían con comentarios, algunos jocosos otros despectivos y criticones sobre su persona.
En ese artículo el profesor Rodríguez Estacio nos invita a leer una reflexión de otro gran y admirado filósofo español, “Javier Gomá (@javiergomaL) quien nos habla de cómo el ejemplo negativo nos tranquiliza: un programa de televisión colmado de zafiedades -y he aquí probablemente la razón de su éxito- nos reconcilia con nosotros mismos al mostrarnos que hay otros que aniquilan en sí más concienzudamente cualquier vestigio de magnanimidad o excelencia. Todo lo contrario ocurre con el ejemplo positivo, que nos enseña que la virtud es posible, y eso siempre resulta incómodo. A partir de él, nacen dos posibilidades: el reconocimiento (y con él, el seguimiento) o el repudio (que puede llegar al profundo odio)”
La educación en el hogar, esa que cada uno de nosotros protagonizamos, es el acto educativo más cotidiano y potente. Proponemos dar cariño e inteligencia a nuestros actos educativos (que son muchos).
Entre otras cosas, educando en la admiración y alejando la crítica y la queja.
Mucha de la información contenida en este artículo ha sido extraída del libro Focus de Daniel Goleman. Editorial Kairós.