Hay quien dice que “resiliencia” es una de las palabras más bonitas del idioma español. En lo que no hay cabida para la discusión, sin embargo, es en la belleza del significado de esta palabra. Según la Real Academia Española, la resiliencia es la “capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos”.
Es decir, la resiliencia es la habilidad que tenemos los seres humanos para sobreponernos a situaciones dolorosas o complicadas de nuestra vida o incluso de adaptarnos cuando se dan situaciones de incertidumbre. Como todas las demás capacidades de las personas, la resiliencia también se puede educar y entrenar, por eso es tan importante que sepamos qué es y cómo fomentarla en nuestros hijos e hijas.
La resiliencia en tiempos de cambios
Vivimos en un momento histórico en el que todo sucede a una velocidad vertiginosa. Tenemos toda la información que podamos imaginar a golpe de clic, las modas vienen y van tan rápido que casi no tenemos tiempo de asimilarlas y la tecnología ha invadido casi todos los rincones de nuestras vidas. En este contexto cambiante, es muy probable que no nos equivoquemos si afirmamos que la mayoría de nuestros niños y niñas acabarán trabajando en profesiones que todavía ni existen o siquiera imaginamos.
Noelia López-Cheda nos habló en una de sus maravillosas ponencias sobre una profesora de Harvard, Rosabeth Moss, que escribió un artículo diciendo que “la incertidumbre es el nuevo escenario y la resiliencia es la nueva habilidad”. “El no saber lo que va a pasar hace que tengamos miedo, lo que hace que no confiemos en que nuestros hijos son capaces de superar esas dificultades. Hay que dejarlos que ellos tomen sus propias decisiones”.
Este es un punto clave para educar en la resiliencia: desterrar la sobreprotección de la educación de nuestros hijos. Es algo muy complicado, porque es imposible no preocuparnos por ellos. Pero no es ese el objetivo. La preocupación y el amor que sentimos por ellos no deben dejar que el miedo conduzca la educación que les damos, sino que debe movernos a confiar en ellos, dejarles probar y equivocarse por sí mismos, así como aprender y superar retos.
Solo de esta manera serán capaces de forjar una fuerte autoestima, de verse capaces de superar retos y recuperarse cuando tropiecen. Además, estaremos educando a niños y niñas que poco a poco aprenderán a ser independientes y a actuar por sí mismos, sin dejarse llevar por el criterio de los demás o sin depender de nosotros u otras personas incluso en la edad adulta.
Atribuir los logros al esfuerzo y el compromiso
Esta es una cuestión muy interesante. En uno de nuestros eventos, el neuropsicólogo José Ramón Gamo nos contaba que se ha demostrado que los niños y niñas que desde pequeños son elogiados por lo listos que son y sus logros se asocian a su increíble inteligencia, “llegan a la etapa adulta y cuando se tienen que enfrentar a un problema que puede ser complejo y que anticipan mentalmente la posibilidad de fracaso, la tendencia de los niños que han sido alimentados su ego desde lo listos que son es a no afrontar el problema”.
Pero eso no es todo, si no les queda otra opción que enfrentarse a esa situación, en el momento en el que encuentran dificultades o si fracasan, “su nivel de resiliencia es mínimo, es decir: abandonan, les afecta a la autoestima y empiezan las depresiones”.
Sin embargo, si en lugar de atribuir sus logros a su inteligencia se le atribuye al esfuerzo y al compromiso “cuando son adultos, si tienen que enfrentarse a una situación y anticipan la complejidad o posibilidad de fracaso, no se achican. Y, además, si dentro de estas situaciones empiezan a fracasar, son tremendamente resilientes.
Consecuencias de entrenar la resiliencia en nuestros hijos e hijas
Así pues, como hemos visto, la resiliencia es una capacidad que, si ayudamos a nuestros hijos a desarrollar, les proporcionará muchos beneficios tanto ahora como en su futuro. Pero no se trata solo de aprender a sobreponerse ante situaciones complicadas, ser resiliente también implica:
- No rendirse ante los fracasos o complicaciones, sino levantarse y volverlo a intentar.
- Aprender de los errores y las caídas.
- Enfrentarse a los problemas y adversidades inesperadas.
- Aprender a gestionar emociones como la tristeza, el enfado, la frustración…
- Seguir creciendo y madurando a pesar de los contratiempos.
- Aprender a actuar bajo presión.
En definitiva, la resiliencia tiene muchas consecuencias beneficiosas para nuestros hijos e hijas y por eso es muy importante que tengamos en cuenta las claves que hemos mencionado en este artículo para poder entrenar esta habilidad, como no sobreprotegerlos, proponerles retos que puedan superar, fomentar una buena autoestima o fomentar el esfuerzo y el compromiso por encima de la inteligencia.
“La vida no se hace más fácil o indulgente, nosotros nos hacemos más fuertes y resilientes”.
Steve Maraboli