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“Cuando teníamos todas las respuestas, de pronto cambiaron todas las preguntas”: educar para lo imprevisible

Es en las situaciones de flaqueza cuando se descubre realmente sobre qué cimientos se asienta una sociedad determinada en un momento determinado. Sin lugar a dudas, estamos asistiendo a uno de esos acontecimientos históricos que pueden hacer tambalear o pueden reforzar esos cimientos que sustentan la sociedad actual, por eso, la manera que tengamos de sobrellevarla será determinante para el futuro.

Escuchando el otro día al gran Iñaki Gabilondo en una entrevista para El Intermedio, hubo una idea que explicó y que se quedó flotando en mi cabeza durante horas. La reflexión del periodista recaía en que, por mucho que nos pueda afectar la situación actual a las personas adultas, nunca lo hará de la misma forma en que afectará a nuestros niños y jóvenes. Las conclusiones que nosotros saquemos podrán sernos útiles y podremos aplicarlas en nuestro futuro, eso seguro, pero los que realmente tendrán en sus manos el poder para hacer de esta tesitura una oportunidad para el avance social son nuestros hijos e hijas.

Porque si bien es cierto que nunca es tarde para seguir aprendiendo y modificando conductas y saberes que considerábamos inmutables, también es cierto que los que manejarán la sociedad en un futuro son los que hoy están creciendo y desarrollándose bajo una situación extremadamente inusual.

En este sentido, Gabilondo también hizo referencia a que es difícil prever cuáles serán las conclusiones que extraeremos de todo esto. No obstante, podemos empezar a vislumbrar algunas reflexiones según van pasando los días. Y, entre estas, me llama especialmente la atención lo que está ocurriendo con las restricciones para salir a la calle y las consecuencias que se derivan del incumplimiento de las mismas.

Desde que todo esto empezó se nos dijo, y pudimos observar siguiendo las informaciones que llegaban de otros países, que la medida que debíamos adoptar y cumplir a rajatabla para frenar la curva de infecciones era no salir de casa, evitar el contacto con otras personas, salvo en casos concretos y justificados. El no cumplimiento de estas medidas de confinamiento se vería estipulado en forma de multas y detenciones, según fuera la gravedad del caso.

A mí, personalmente, me sorprende la gente que sigue saliendo a la calle a pesar de saber que se están exponiendo ellos mismos y a los demás a un peligro que es palpable, que estamos viendo que no es baladí. Y cada día aumenta el número de multas, noticias y vídeos que se hacen virales de gente saltándose el confinamiento, personas que, al parecer, no están lo suficientemente concienciadas con lo que está pasando.

No voy a cuestionar las medidas punitivas para aquellos que se saltan las prohibiciones, pues considero que son totalmente necesarias para, como decía, penalizar y detener los comportamientos irresponsables. Sin embargo, me pregunto por qué son tan necesarias, por qué estamos haciendo que estas medidas tengan que ser aplicadas, en un momento en el que todos y todas deberíamos estar actuando en pro del bien común, pensando sobre todo en aquellas personas que están sufriendo de forma más severa los efectos de esta pandemia.

En otras palabras, a pesar de ser imprescindible un método punitivo que penalice, ¿no deberíamos estar lo suficientemente concienciados como sociedad para que la aplicación de estas multas no hiciera falta que se hiciese efectiva?

Podemos enfocar lo que está ocurriendo desde dos puntos de vista y, depende de cuál adoptemos, así se lo transmitiremos a nuestros hijos también:

  • No podemos salir de casa porque nos lo prohíben las autoridades (gobierno, cuerpos de seguridad del Estado…) y, en caso de incumplimiento, seremos sancionados con multas o incluso siendo detenidos. Por lo tanto, no salimos por miedo a las represalias que se puedan derivar de nuestro comportamiento, tenemos que ser obedientes.
  • No podemos salir de casa por responsabilidad social, no es que nos lo estén prohibiendo, sino que nosotros mismos somos conscientes de que si no cumplimos las medidas y recomendaciones estipuladas, no solo nos estaremos poniendo en una situación de riesgo nosotros, sino que también podemos exponer a este riesgo a otras personas que incluso pueden encontrarse en una situación de indefensión o vulnerabilidad mayor a la nuestra.

Lo que separa, en gran medida, la primera postura de la segunda es el sentido de la responsabilidad y la empatía, dos aspectos importantísimos que probablemente devengan la mayor y mejor herencia que podemos dejar a nuestros hijos. Se trata de enseñarles, de hacerles entender y, por supuesto, de ser ejemplo nosotros de compromiso y conciencia social, de dejar a un lado los intereses personales para actuar unidos y de forma consciente por superar esto.

Esta lógica se puede extrapolar a la educación que damos en el día a día a nuestros hijos e hijas. A veces nos hace falta ver las cosas en una dimensión mucho mayor para apreciar los detalles diarios que pueden pasar desapercibidos. Pero, si nos paramos a pensar, estamos viendo a gran escala la diferencia entre educar (y ser educado) en la obediencia o en la responsabilidad.

Que es verdad, y no vamos a negar, que necesitamos que nuestros hijos nos hagan caso cuando decimos las cosas o les damos órdenes, pero ¿de qué forma queremos que estas órdenes se hagan efectivas? ¿Queremos que nuestros hijos nos obedezcan porque tengan miedo a las consecuencias que les podemos poner nosotros, que somos la autoridad en casa? ¿O queremos que se conviertan en personas responsables que actúen de una forma determinada porque saben que es lo que se debe hacer?

La psicóloga Úrsula Perona nos comentaba en una entrevista que es difícil anticipar los efectos adversos o secuelas psicológicas que se derivarán de esta situación tanto en nosotros como en nuestros hijos, principalmente porque se trata de una situación sin precedentes y, por esta razón, es complicado de prever. Sin embargo, sí que podemos detenernos en el ahora, en lo que estamos transmitiendo y enseñando a nuestros hijos, en las herramientas que les estamos dando.

No sabemos si en el futuro tendrán que volver a enfrentarse a una coyuntura tan complicada como la actual. No obstante, está en nuestras manos, madres y padres, dotar a nuestros hijos de herramientas y valores que les sirvan para afrontar las adversidades y la imprevisibilidad que hacen que la vida sea, en esencia, vida.

“Cuando teníamos todas las respuestas, de pronto cambiaron todas las preguntas”

Mario Benedetti

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