¿Has oído hablar alguna vez del la alegoría del césped y el árbol? El filósofo José Carlos Ruiz la utiliza para hablar del tipo de educación que damos a nuestros hijos.
Educación césped: el césped tiene muchas ventajas. Estéticamente es muy bonito, además, crece con mucha facilidad, no necesitamos esperar mucho tiempo para poder disfrutarlo. Se planta, se riega un poco a diario y crece, es una planta muy agradecida, pero tiene una serie de inconvenientes que es necesario tener en cuenta: posee una raíz frágil, poco profunda, de modo que cualquiera que dé un pequeño tirón puede arrancarlo sin apenas esfuerzo. Además, necesita un cuidado diario, sufre mucho con los cambios metereológicos, se seca si no tiene agua y se pudre con la lluvia intensa. Además, la facilidad con la que crece es la misma con la que muere.
Educación árbol: Su semilla tarda mucho en germinar y necesitamos años para poder disfrutar de su sombra. Crece a su ritmo, no tiene prisa por demostrar la belleza de sus ramas y de sus hojas, sino más bien por asegurarse un tronco y, sobre todo, unas raíces que le permitan enfrentarse a la vida sin miedo. No necesita grandes cuidados, apenas un poco de agua al principio, pero después sus raíces serán las que busquen el alimento, las que profundicen, las que tengan que apañárselas para sujetar el resto del tronco. Frente al césped, el árbol no tendrá problemas con los cambios metereológicos y no temerá a las grandes tormentas. Cuando su tronco empiece a fortalecerse, apenas necesitará muchos cuidados, es capaz de seguir creciendo sin mucha ayuda.
Como dice José Carlos Ruiz en su libro ‘El arte de pensar’ es complicado cultivar árboles porque lleva tiempo y queremos resultados inmediatos. Pero no podemos olvidar que si logramos tener un hijo árbol, cuando sea mayor, sabremos que hemos hecho un buen trabajo, no tendremos que estar encima de él asegurándonos de que haga las cosas bien. Es cierto que requiere mucho trabajo, tiempo, esfuerzo y sacrificio, pero es una inversión a largo plazo.