Todos queremos dejar de gritar a nuestros hijos hijas, poner normas que se cumplan sin recurrir a castigos, fomentar su autonomía y autoestima… (¡Pero a veces es tan complicado y se nos hace cuesta arriba!). Desde Educar es Todo os queremos dar algunas claves para que podamos llegar a cumplir estos objetos y a largo plazo ver los beneficios que nos trae como familia.
Cómo educar sin gritos
Es un clásico en la lista de los propósitos de padres y madres: dejar de gritar a nuestros hijos y enseñarles a ser más respetuosos. Y es que convertir el respeto en la base de toda nuestra tarea educativa es lo mejor que podemos hacer no solo para educar a nuestros hijos en valores sino además para forjar una relación positiva, de confianza, de complicidad, de amor incondicional, con nuestros hijos.
Y es que, la verdad, como nos dice María Soto, “si habláramos a nuestros amigos como hablamos a nuestros hijos, ¿cuántos amigos tendríamos?”. Da que pensar, ¿no os parece?
Sin embargo, para educar a personas respetuosas, señala Tania García, responsable de Edurespeta, “la base y el truco siempre está en tratar a los hijos como nos gusta ser tratados por cualquier persona”.
Veamos las recomendaciones de nuestros expertos para ayudarte a conseguir este objetivo.
1.- Lo primero, cuidarse.
Como nos decía María Soto en nuestro taller, “necesitamos no perder de vista el autocuidado”, porque “¿qué les estamos enseñando a nuestros hijos si no nos cuidamos? ¿Nos van a respetar o se van a respetar si nosotros no nos respetamos?”.
Pepa Horno, experta en infancia, está muy de acuerdo: para educar de un modo positivo y respetuoso a nuestros hijos, “la primera clave , aunque pueda parecer paradójica, es el autocuidado. No se puede educar bien si no se está bien”. Bei Muñoz, autora del blog Tigriteando, también incidía en esta idea en una entrevista: “la idea clave es cuidarnos a nosotros mismos”.
2.- Proponerse el reto de dejar de gritar
Con este noble objetivo, existe el Reto del Rinoceronte Naranja, del que ya hemos hablado en Educar es Todo. Su creadora, Sheila McCraith, señala que no debemos limitarnos a tener un propósito, sino que tenemos que crear un plan: fijarnos un objetivo claro (por ejemplo, dejar de gritar un mes seguido), observar cuándo y por qué se desencadena el grito (por ejemplo, cuando queremos llegar pronto al cole, o cuando no conseguimos acostarlos, o cuando queremos que coman lo que hay en el plato) y pensar posibles soluciones o alternativas, como gritar fuera de la vista de tus hijos, o correr, o tomar fotos, o reír aunque no tengas ganas, dar golpes a una mesa, contar hasta 100, escribir por qué quieres gritar… Alba Castellví, autora de Educar sin gritar, propone estas ideas para ayudarnos a no recurrir al grito fácil:
- “No repetir las órdenes más de dos o tres veces. Si lo hacemos, tenemos muchas posibilidades de acabar levantando la voz, exasperados por la frustración de no conseguir que hagan lo que deben.
- Ofrecerles la posibilidad de escoger entre varias opciones, asumiendo las consecuencias naturales que se deriven de su elección.
- Respirar profundamente varias veces antes de entrar en casa cuando venimos del trabajo, para que la inercia y la sobrecarga que llevamos no afecten nuestra labor educativa..
3.- Comprometerse con una comunicación más respetuosa
Queremos que nuestros hijos no griten, hablen con respeto, respeten a los demás… Y la clave, como siempre, está en el ejemplo. “Si yo te hablo bien, tú me hablas bien”, propone Eva Bach que digamos a nuestros hijos. La pedagoga nos habla en este vídeo de nuestra plataforma de las principales características que ha de tener una comunicación más respetuosa y positiva con nuestros hijos.
Claves de una comunicación positiva con nuestros hijos
- Mensajes claros y breves: Como dice Eva Bach y como seguramente ya sabes, nuestros hijos no recuerdan ni escuchan parrafadas. Así que es mejor transmitir mensajes claros, breves y valientes sobre lo que consentimos y lo que no.
- Dirigir las críticas al comportamiento, expresando confianza y amor incondicional hacia la persona. En lugar de “Eres una desobediente”, decir: “Veo que no has hecho lo que habíamos quedado que harías. Sé que eres capaz de hacerlo”.
- Sustituir los reproches o los juicios demoledores, expresados desde el tú eres (“Es que no has hecho…”, “Eres un desastre…”) por la expresión respetuosa de nuestra opinión y sentimientos, desde el yo siento (“No me ha gustado que no hayas hecho…”) o desde lo que vemos de manera objetiva (“Veo tu cuarto muy desordenado”).
- Enfocarse juntos en soluciones a los conflictos. En lugar de rumiar lo negativo (“¿Por qué has pintado la pared? Es que siempre me la lías, ¿cómo se te ocurre….?”), poner el foco en las soluciones: “¿Cómo podemos solucionar esto? Vamos a limpiar la pared juntos”).