El ‘efecto pantalla’ durante el confinamiento

Un 43% de los niños menores de 2 años ven la televisión a diario y casi uno de cada cinco (18%) ve vídeos o DVDs todos los días, según un estudio de la Kaiser Family Fundation. Además, los menores de seis años pasan casi dos horas al día frente a pantallas, casi el mismo tiempo que pasan jugando al aire libre, y tres veces más tiempo del que pasan leyendo o escuchando lo que alguien les lee. En EEUU el 75% de los niños de 3 años tienen su propio dispositivo móvil y los de entre 8 y 18 años pasan una media de 9 horas al día delante de una pantalla.

Estos datos han aumentado durante las semanas que llevamos de confinamiento en las que la tecnología se ha convertido en nuestro mayor entretenimiento y principal fuente de contacto social (a distancia, por supuesto).

Según un estudio de IPG Mediabrands, el consumo de televisión en España ha aumentado un 36%, el de las plataformas de contenidos online lo ha hecho un 166%. Y lo misma ocurre con las redes sociales: el tiempo que dedican los usuarios a Facebook se ha incrementado en un 46%, TikTok ha ganado un 60% más de usuarios, en Twitter los españoles han aumentado su tiempo de consumo un 23% y en Instagram un 34% más.

¿Deberían preocuparnos estos datos?

Dimitri Christakis, director del Centro de Salud, Comportamiento y Desarrollo Infantil del Children Seattle Hospital, es uno de los mayores estudiosos del mundo experto en el efecto de las pantallas sobre los niños. Lleva años colaborando en numerosos estudios junto a la Academia Americana de Pediatría y su posición es tajante: eliminar la exposición a la tv o cualquier otro tipo de pantallas hasta, como mínimo, los 2 años de edad, para evitar los efectos negativos que estas tienen en el cerebro de los niños.

El efecto de las pantallas en el cerebro

Dimitri lo explica así en muchas de sus conferencias: “Nacemos con un cerebro sin desarrollar, y durante los dos primeros años aumenta el triple su tamaño, y lo hace como respuesta directa a la estimulación externa. Por eso nos preocupa tanto la sobreestimulación de un cerebro en desarrollo, ya que puede acortar el periodo de atención”.

Las pantallas y su relación con el “déficit de atención”

La investigadora y divulgadora, Catherine L’Ecuyer preguntaba al público en uno de los eventos ‘Gestionando hijos’ cuál creían que era el mayor obstáculo para el aprendizaje. Para contestar que “aunque en épocas pasadas el problema principal y más estudiado fue la carencia de estímulos, en 2018 sabemos que si bien es verdad que la carencia es un problema para el aprendizaje, la sobreestimulación es igual de perjudicial“.

Hay estudios que lo confirman, uno de ellos, realizado en 2011, consistió en dar bebidas gaseosas azucaradas a un grupo de personas durante un mes. “Una vez finalizado dicho estudio se dieron cuenta de que esas personas tenían más dificultad para percibir sabores, porque habían sido expuestas a una altísima dosis de azúcar”.

Catherine aterriza estos hallazgos en nuestra realidad diaria y nos habla de cuando llevamos el bollo azucarado o las chuches de merienda a los niños, o cuando añadimos en las papillas azúcar o sal para ayudar a que coman mejor. “Ese es el motivo por el que a los niños les cuesta tanto comerse una manzana, unas espinacas o unos garbanzos. Cuando el gusto está sobreestimulado baja la sensibilidad y ese niño necesita cada vez más estímulos artificiales para poder percibir las cualidades de los alimentos”.

Lo mismo ocurre con las nuevas tecnologías. De hecho, existen estudios que relacionan “el consumo de pantalla en la infancia con la inatención más adelante”. Podríamos decir que los niños se aburrirán leyendo un libro, o atendiendo a una profesora hablar en clase porque su cerebro necesitará estímulos más agresivos. Y será tal el aburrimiento que les resultará muy difícil concentrarse. De ahí la relación que pueden tener las nuevas tecnologías con los problemas de aprendizaje o el TDH.

Si comparamos los dibujos que vimos de pequeños con los que ven nuestros hijos nos daremos cuenta del cambio. “Cuando nosotros veíamos la Abeja Maya, volaba lentamente con Willy y era todo muy lento. Ahora están rehaciendo muchos de los contenidos que nosotros veíamos de pequeños pero a una velocidad vertiginosa”. Así, “el niño se acostumbra a esa velocidad, que no existe en el mundo real. Cuando vuelve al mundo real todo le aburre” argumenta Cathérine.

Los efectos de las pantallas en la capacidad de esperar

El neuropsicólogo, Álvaro Bilbao comparaba en otro evento ‘Gestionando hijos’ nuestra infancia con la de nuestros hijos. “Cuando yo quería ver mis dibujos animados favoritos, que podían ser David el Gnomo, tenía que esperar una semana entera para poder verlos. Nuestros hijos no tienen que hacer ese ejercicio de control de la frustración para esperar ese momento”. En definitiva, subraya Álvaro, “no estamos acostumbrando a nuestros hijos a esperar. Y esperar es muy importante”.

Álvaro nos habló de un experimento cuyo vídeo podéis ver más abajo en el que un psicólogo ofrecía a varios niños una golosina y les decía que si esperaban 15 minutos sin comérsela les ofrecería otra más. “A los niños, pero también a los adultos, nos cuesta mucho poner a trabajar esa parte frontal del cerebro. Hasta el punto de que la mayoría de los niños en el experimento no llegaron a completarlo satisfactoriamente”.

18 años después, los investigadores buscaron a esos niños y concluyeron que el tiempo que habían aguantado sin comer la golosina predecía mejor que ninguna otra cosa “la nota en el examen de Selectividad y la satisfacción en la relación con sus compañeros y su familia y, en general, su nivel de adaptación social”.

“Muchas veces los padres intentamos ahorrar a nuestros hijos las frustraciones. Sin embargo, si queremos tener hijos felices en lugar de hacer que el viento siempre sople a su favor hay que enseñarles también a navegar en tempestades“. Álvaro confesó que “me gusta mi labor de mal padre, en esos momentos en que les digo a mis hijos que eso no lo puede hacer, que tienen que esperar un poco, porque aunque sé que muchas veces mis hijos se enfadan, estoy dándoles un regalo importantísimo para su cerebro”.

Recomendaciones de la Asociación Americana de Pediatría

La Asociación Americana de Pediatría recomienda que los padres establezcamos “zonas libres de pantallas” en el hogar, asegurándonos de que no haya televisión, ordenador o videojuegos en los dormitorios de los niños, y apagando la televisión durante las comidas. Hasta los dos años cero pantallas y los niños y adolescentes deberían usar estos medios durante no más de una o dos horas diarias, y siempre con contenidos de alta calidad. Además, nos insta a asegurarnos de que nuestros hijos emplean su tiempo en juegos al aire libre, lectura, aficiones y uso de su imaginación en situaciones de juego libre.

Sin embargo, algunas de estas recomendaciones se complican en el confinamiento, como el tiempo de juego al aire libre. Si bien es recomendable limitar el uso de las pantallas en nuestros hijos e hijas, también es cierto que los dispositivos tecnológicos nos están ayudando a que esta cuarentena sea más llevadera. Por eso tenemos que tener en cuenta todos estos datos para no caer en el uso ilimitado e irresponsable de estas tecnologías, pero adaptando su uso a las circunstancias actuales.

“En un mundo con más pantallas que ventanas, mirarse a los ojos va camino de convertirse en un acto revolucionario”, sentenció Cathérine para concluir su intervención en el evento Gestionando hijos. La clave podría ser iniciar la revolución cada uno en nuestra casa. ¿Nos ponemos a ello?

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María Dotor

Tener solo unas líneas para presentarse no es fácil. Espero hacerlo bien 😉 Soy periodista y amante de la educación. Una de mis frases favoritas es: “La educación no cambia el mundo, cambia a las personas que van a cambiar el mundo” de Paulo Freire. Por eso creo que es tan importante tomárnoslo en serio. Por eso, y porque educar es el más apasionante e importante de los viajes. ¿No crees?

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