Hoy voy a hablarte de un experimento que se llevó a cabo en la universidad de Standford y que el piscólogo Alberto Soler recoge en su libro ‘Educar sin etiquetas’ para demostrar y que seamos consicentes de lo peligroso que es el efecto halo y las consecuencias que puede tener en nuestros hijos .
El experimento del vino caro de Standford
El experimento consistió en realizar una cata de vinos. Para ello, congregaron en una sala a un grupo de voluntarios familiarizados con el vino. Sometieron a los sujetos a un aparato de escáner para obtener imágenes de la actividad de sus cerebros mientras probaban diferentes vinos, concretamente dos.
Ambos eran vinos tintos, elaborados con la misma variedad de uva, pero de diferentes categorías: uno costaba 90 dólares, el otro tan solo 5.
Los participantes, a diferencia de lo que ocurre en las catas a ciegas, conocían el precio del vino antes de probarlo, ya que cada uno de ellos estaba identificado con su precio. Una vez degustados los vinos, preguntaron a cada participante cuál les había gustado más y, de manera poco sorprendente, la mayoría respondió en favor del vino de 90 dólares.
Además, se observó que esta preferencia no era solo fruto de un juicio racional (como este vino es más caro será mejor), sino que el escáner cerebral que les realizaron mientras degustaban el vino confirmaba una mayor actividad en ciertas áreas del cerebro cuando los participantes tomaban ese vino.
Hasta aquí todo normal: tenemos dos vinos, uno más caro que es el que gusta más a los que participaron en la cata. Pero es que el experimento tenía una trampa: los científicos que llevaban a cabo el experimento habían cambiado las etiquetas, poniendo la de 90 euros al vino que costaba 5, y la de 5 al que costaba 90.
El peligro de las etiquetas
Como hemos podido deducir, “conocer previamente el precio del vino había condicionado de manera absoluta el juicio global que hicieron los participantes de su sabor”, nos cuenta Alberto Soler en su libro y, como decíamos, no es que simplemente se tratara de una racionalización hecha a posteriori para no quedar como el que “no sabe de vino”, sino que, además, la sensación de satisfacción que experimentaron en su cerebro también fue mucho mayor.
“La conclusión del estudio es que la realidad se construye: aquello que creemos firmemente influye en lo que realmente percibimos”. O dicho de otro modo, “las expectativas acaban determinando lo que para nosotros es la realidad”, nos dice Soler.
El efecto halo y las consecuencias para los niños
El efecto halo, tal y como lo define Soler en su libro, se trata de “un sesgo cognitivo, un pequeño “error” en nuestra forma de pensar, por el cual cuando nos hemos hecho una idea de una persona, situación o cosa, la nueva información que nos llega se va a ir acomodando a esta idea inicial”.
El efecto halo hace que si tenemos una buena idea de alguien, todo lo que haga esa persona tenga ese filtro positivo, y al revés.
Este sesgo cognitivo reafirma la idea de que ‘la primera impresión es la que cuenta’, y por eso nadie quiere llegar tarde a su primer día de trabajo, a pesar de ser un gran profesional. “Queremos causar buena impresión porque sabemos que es la que cuenta. Y hacemos bien, porque según los datos, esto es así: la primera información que nos llega acerca de algo o alguien acaba arrastrando al resto de la información y condicionando la impresión general que nos formemos”, nos recuerda Soler.
El psicólogo Paul Ekman advertía que este fenómeno ocurre en los dos sentidos, y es que la idea que tenemos de alguien puede hacer que todo lo que pensemos de esa persona tenga ese filtro positivo o todo lo contrario, en este caso, en vez de hablar de “efecto halo”, Paul habla de “efecto cuernos”.
El efecto halo en las aulas
Paul estudió este fenómeno en las aulas y llegó a esta conclusión: si un profesor tiene un mal concepto de un alumno, por ejemplo, pensando de él que es un mentiroso, al no fiarse de él, le tendrá más vigilado y es más probable que le pille mintiendo con más frecuencia que a sus compañeros, confirmando de esta forma su idea previa: este chaval no es de fiar. Y lo mismo pasaría al revés: el alumno preferido del profesor puede estar mintiendo con la misma frecuencia que el otro niño pero, al no levantar sospechas, no le pillará tantas veces.
“Esta primera idea o expectativa que tenemos sobre alguien nos lleva a tratarle de una determinada forma“, nos alerta Soler. Por eso es tan importante ser conscientes de la existencia de este sesgo cognitivo y tratar de que no nos afecte, aunque sea difícil.