“Si no te comes todo, no te voy a querer”, “Si no apagas la tele, no habrá postre”, “Si no ordenas tu cuarto, no te compraré más juguetes”, “Si no me dejas ir a la fiesta, no te voy a querer”, “Eres una madre malísima porque no me compras esto”, “Si no me compras más juguetes, no ordeno mi cuarto”… Son frases reales dichas por padres, madres, tíos, abuelos e hijos.
El chantaje y la manipulación, en diferente grado, están desgraciadamente muy presentes en la educación de nuestros hijos. Los padres y madres sabemos que nuestros hijos valoran mucho e incluso necesitan nuestra aceptación, nuestro amor y que tengamos una buena imagen de ellos. Pero es que los hijos e hijas también saben que los padres y madres valoramos e incluso necesitamos lo mismo de su parte. De este modo, el amor y la valoración se convierten en monedas de cambio para conseguir lo que queremos. El de la manipulación y el chantaje es un viaje que muchas veces no emprendemos deliberadamente y con frecuencia se convierte en un viaje de ida y vuelta.
“La manipulación es una conducta aprendida”, afirman sin tapujos Jane Nelsen, Lynn Lott y Stephen Glenn en el libro Disciplina positiva de la A a la Z. “Muchos padres no se dan cuenta de cómo enseñan manipulación en nombre del amor”. Los niños lo pueden aprender de dos maneras: o bien siguiendo el ejemplo de las típicas expresiones “Si no haces esto, no serás un niño bueno” o bien porque al reclamar algo han usado métodos de manipulación que han funcionado.
Como contaba en una ponencia Carles Capdevila, “nuestros hijos entienden que el mundo funciona según las reacciones que tengamos a lo que hacen. Cuando señale una piruleta y decidáis que no se la compráis, empiece a llorar y no se la compráis, se tire en el suelo y no se la compráis y se ponga morado (por el berrinche) y no se la compráis y saca la lengua (ahogado) y se la compráis, este niño a sus amigos les dirá: “Me ha tocado una casa en la que hay que jugarse la vida, te compran la piruleta cuando estás al límite”.
Nelsen, Lott y Glenn insisten en que “los niños no usarían una conducta manipulativa si no fuera efectiva”. Por eso, estos expertos recomiendan no decir no a no ser que vayamos a mantenerlo, y mantenernos firmes si decidimos que un no es un no, rechazar las peticiones que encierren manipulaciones y buscar juntos formas alternativas de pedir las cosas, incluso disculparse por haber aceptado la manipulación en el pasado como forma de mostrar amor. El mensaje que debe quedar claro es que las necesidades y sentimientos de nuestros hijos e hijas son importantes y que pueden manifestarlos o satisfacerlos sin recurrir al chantaje.
Nancy Samalin, autora de Querer sin malcriar, explica en su libro que los padres y madres muchas veces caen en la “trampa de la felicidad”: “Muchos padres y madres simplemente no pueden soportar ver a sus hijos tristes o decepcionados, así que les dan todo lo que piden”. Contra esta trampa de la felicidad también advierte el filósofo Gregorio Luri en esta entrevista en la que afirma: “Tenga usted un hijo feliz y tendrá un adulto esclavo, o de sus deseos irrealizados o de sus frustraciones, o de alguien que le va a mandar en el futuro”.
Ante los chantajes de los hijos, las ideas de Nancy Samalin son muy parecidas a las de los autores de Disciplina positiva: dejar claro que un no no se convertirá en un sí, no rendirse incluso en las peores situaciones (Nancy habla de que si, por ejemplo, nos afectan especialmente los numeritos en plena calle, le digamos a nuestro hijo que si no se calma nos vamos a casa, y hacerlo), no tener miedo de sentimientos negativos (y, esto es muy importante, reconocer el derecho de nuestro hijo o hija a estar enfadado o triste porque no le hemos dado lo que quiere, y atender ese sentimiento, que no esa conducta), no confundir sus deseos con necesidades (esto no les hace felices): ya nos lo dijo Eva Bach en uno de nuestros eventos al hablar de la adolescente que le comentó que en el fondo le habría gustado que sus padres le pusieran una hora de llegar a casa, aunque seguramente le manifestó a sus padres lo contrario.
A las opiniones y análisis de todas estas expertas quizá solo falte añadir una cosa que en Gestionando Hijos solemos subrayar: creemos en educar con conciencia (sin inercias ni pilotos automáticos) y con el ejemplo. Si no manipulamos ni enseñamos a manipular, no emprenderemos este feo viaje de ida y vuelta. Debe quedarnos bien claro y quedarles bien claro a nuestros hijos e hijas que el amor y la aceptación incondicionales que les profesamos y la buena imagen que tenemos de ellos no están en venta y que esperamos el mismo trato por su parte.
[the_ad id=’14497′]