A estas alturas, seguro que todos y todas ya habéis visto la brillante y divertida ponencia de Carles Capdevila en Gestionando Hijos Barcelona, que incluso ayer fue compartida en el muro de Facebook del programa Hoy por Hoy de la Cadena Ser, en el que Carles Capdevila colabora y en el que volvió a hablar, felizmente, ayer. Más de medio millón de personas han visto este vídeo en nuestro canal de Youtube, lo que ha hecho que podamos calificar nuestro vídeo de “viral” (incluso confiesa en Hoy por Hoy Carles que lo paran y felicitan por la calle por este vídeo) y queremos hacernos eco de la reflexión que lanza Carles Capdevila en su ponencia: ¿Estamos tan presionados y angustiados que olvidamos la misión de divertirnos educando?
Cualquiera que haya asistido a una reunión de padres con un profesor, como le ocurrió ayer a quien esto escribe, se daría cuenta de que la angustia, la preocupación por los pequeños problemas con nuestros hijos, es una protagonista bastante principal en la vida de muchos padres y madres. En la reunión de ayer, madres y padres hablaban con el profesor, muy preocupados, porque su hijo no quería hacer las tareas, porque su hijo no le decía la verdad sobre las tareas que tenía que hacer, sobre que su hijo no se enteraba de las tareas que tenía que hacer (de ahí que, en el grupo de whatsapp de padres y madres de la clase, cada día haya un mensaje de una madre o padre preguntando qué deberes llevan los niños y niñas, porque sus hijos no se han enterado) o incluso por si tienen que estudiar en casa todos los días lo que ven en clase y cómo conseguirlo. Más que los temas o dudas en sí, es el tono el que llama la atención: de preocupación, de angustia, de derrotismo y de pesimismo, no un tono de búsqueda de soluciones y de optimismo. En este contexto, una reunión de toma de contacto con el nuevo profesor apenas veinte días después del inicio del curso, una no puede sino acordarse de las palabras de Carles Capdevila en nuestro evento de Barcelona: “los padres supermotivados tenemos a veces ciertos complejos o angustias fruto de saber tanto y olvidamos esa misión más simple que es espabilar, controlar y divertirnos”.
Nos pasa también cuando nuestros hijos son pequeños y comparamos los avances de unos y otros. Solemos preocuparnos si nuestro hijo, por ejemplo, apenas habla con un año y pocos meses, porque el del vecino ya habla, o porque no ande al año, cuando su amiguito en la escuela con esa edad ya corre por los pasillos. Una amiga maestra de Educación Infantil suele decir en las reuniones de la clase de ¡cuatro años! que los padres no se preocupen ni se angustien, que la grandísima mayoría de niños y niñas aprenden a leer y escribir, pero hay que respetar los tiempos. Y pone un ejemplo que todos esos padres y madres consideran ya superado, pero que en su momento seguramente también les agobió: todos los niños y niñas dejan el pañal antes o después, cuando están preparados.
Y también nos pasa cuando nuestros hijos son adolescentes, de hecho, se puede decir que las preocupaciones y los problemas crecen: dónde estarán, qué harán, por qué nos hablan así, por qué están tan rebeldes, o como nos recordaba Eva Bach en su ponencia sobre adolescencia, “yo tenía un osito de peluche y se ha convertido en un cactus”. Es más, la angustia y la preocupación por la adolescencia nos asalta a muchos padres y madres de manera preventiva mucho antes de que llegue la tan temida etapa. Además, la angustia y el pesimismo están muy presentes en muchas de las frases prohibidas que hemos comentado aquí.
Se podría decir que vamos quemando etapas con angustia y luego caemos en la cuenta de que no era para tanto, que nuestros hijos e hijas y nosotros, como padres y madres, fuimos capaces de superar la etapa o el problema anterior. Pero, curiosamente, esto no nos lleva a desterrar para siempre la angustia y la preocupación de nuestra labor educativa, sino a angustiarnos por lo que tenemos por delante, pensando, tal vez, que cualquier tiempo pasado fue mejor y más fácil. Quizá nos angustiemos porque somos conscientes de la importante labor que tenemos entre manos y porque, claro, nuestros hijos son lo más importante, lo que más queremos en el mundo. Pero parece poco descabellado afirmar rotundamente que la angustia y la preocupación no son de gran ayuda cuando educamos. No se trata de quitar importancia a la labor que estamos desempeñando, sino quizá de recordar, como nos contaba Ángel Peralbo en esta entrevista, que los padres y madres “no deben perder el optimismo y deben tener confianza en sus propios recursos y en los recursos que pueden ir encontrando a nada que se muevan y que tienen que transmitir confianza a sus hijos”. Quizá también debamos recordar la importancia del “efecto Pigmalión”, del que ya hablamos aquí: si nosotros vivimos angustiados, los problemas vendrán a nosotros porque creemos que van a hacerlo. Si estamos esperanzados, seguramente el efecto será el contrario
Tal vez sea una gran idea recordar que, como en el trabajo, si disfrutamos, si hacemos las cosas con una sonrisa, lo haremos mejor. Quizá puedan cambiar mucho las cosas si nos damos cuenta de que el humor, el optimismo y la motivación son compañeros mucho más deseables que la angustia para este viaje de educar. Estamos felices de poder contribuir a esta noble misión gracias a nuestro vídeo viral y a la brillante ponencia de Carles Capdevila en Gestionando Hijos. Como declara él mismo en la Ser, “cuando acabo mi conferencia, estoy más feliz y reconciliado con mis hijos”. Con toda seguridad, ese sentimiento es compartido por todas las personas que han visto el vídeo viral.
Imagen: “Worried girl”. Ryan McGuire/Pixabay