Nos decía la experta en innovación educativa Heike Freire que estamos educando en un concepto de seguridad pasiva, ” en el que yo pongo alarmas y no hago nada”. Y tal vez cuando sobreprotegemos, cuando repetimos incansablemente a nuestros hijos “cuidado, que te caes” o cuando intentamos evitar cualquier caída o problema a nuestros hijos, promovemos esa seguridad pasiva, en la que nuestros hijos no tienen que decidir nada, y nos convertimos en esas alarmas. ¿Les estamos enseñando así a cuidarse?
Carmen, de tres años, no para en el parque. Parece una acróbata, trepa con agilidad, hace equilibrios, sube por el tobogán… Sus padres se ponen bastante nerviosos porque Carmen, con su energía desbordante,
no suele mirar con cuidado dónde pone el pie y ya se ha caído varias veces. Aunque solo se ha hecho rasguños, los padres entienden que deben evitar que no se caiga más. Y entonces se meten en el patio y le van indicando cada paso y repitiendo cada poco “Cuidado, Carmen, que te caes”, “No, ahí no pongas el pie”… Todas las tardes suele ocurrir lo mismo. Y los padres, desesperados, le dicen a Carmen: “Pero bueno, hija, ¿es que nunca vas a aprender?”.
Pero pensemos un poco, ¿qué puede aprender Carmen a través de esas continuas advertencias? ¿Le están ayudando a tomar decisiones, a reflexionar y, por tanto, a aprender?
¿Cómo podemos fomentar una seguridad activa?
- Hablar sobre los posibles peligros y sobre lo que pueden hacer para protegerse. Por ejemplo, podemos hablar con Carmen de los puntos peligrosos del parque, de cómo puede recorrerlos con más cuidado…
- No tomar el control de toda su vida. Revolotear a su alrededor y tomar todas las decisiones por ellos no les protege, les hace sentirse más incapaces. Como nos dice Heike Freire, “sin autonomía no hay autoestima”.
- Ayudarles a escuchar “sus tripas” o sus emociones. Si ayudamos a nuestros hijos a entender sus emociones y las señales que su cuerpo les estaremos ofreciendo una buena brújula para aprender a cuidarse. Como nos decía Pepa Horno, es importante”enseñar a los niños, niñas y adolescentes a conectar con sus sensaciones corporales, no sólo con sus emociones, para que puedan lograr la autoregulación emocional, esa capacidad para equilibrar el cuidado del otro con el cuidado de uno mismo, la autonomía y la protección. Esa conexión con su interior comienza por la conexión con sus sensaciones corporales, a las que yo llamo “tripas” y que configuran el primer nivel de desarrollo cerebral”.
- Reconocer nuestra propia vulnerabilidad y enseñarles la importancia de pedir ayuda. Pepa Horno decía en una entrevista a UNICEF que “en vez de decir al niño constantemente que sea fuerte y se defienda solo o quédate conmigo, ten cuidado, no hagas, no vayas… En vez de decirle ten cuidado, hay que decirle pide ayuda. Pero claro, para enseñar al niño a pedir ayuda el primero que tiene que pedirla soy yo”.
Si quieres seguir reflexionando sobre cómo educar en la autonomía, te proponemos:
- Retos educativos: Educar para su autonomía y su autoestima
- Cómo fomentar la autonomía y evitar la sobreprotección
- Piper, sobre la importancia del error y la autonomía para el aprendizaje
- Ponencia de Noelia-López Cheda: “Si les resuelves todos sus problemas, eres su mayor problema”
- Ponencia Alberto Soler: Cómo educar hijos autónomos
Y en nuestra plataforma encontrarás muchas reflexiones sobre cómo educar en la autonomía de la mano de Álvaro Bilbao, María Jesús Álava Reyes, Heike Freire, Alberto Soler…