Cuando consultamos a las madres y padres sobre conceptos que quieren que tratemos en nuestro blog, la asertividad es uno de los temas que más se repite. Queremos que nuestros hijos e hijas aprendan a ser asertivos y entrenen esta capacidad que tan beneficiosa será tanto para ellos como para las personas de su entorno.
Para empezar, podríamos definir la asertividad como la habilidad social y comunicativa mediante la cual las personas son capaces de expresar sus pensamientos, sentimientos, ideas, etc., de una forma respetuosa con los demás y con uno mismo. Se trata de no ofender ni atacar a los demás, pero tampoco menospreciar o invisibilizar la posición propia en situaciones en las que puede haber un conflicto o se ven vulnerados los derechos, opiniones o individualidades de una persona. Vamos a poner un ejemplo para entenderlo mejor.
La asertividad como respuesta
Imaginémonos una situación, que cada cual la adapte un poco a su contexto personal, que nos pueda ilustrar qué es exactamente la asertividad y por qué deberíamos desarrollar esta habilidad en nuestros hijos y en nosotros mismos.
En tu oficina (colegio, asociación, gimnasio, incluso en casa…) hay un compañero que es muy desordenado y siempre deja todo lo que utiliza por en medio, sucio y sin ningún miramiento por los demás. A ti te molesta, porque quieres trabajar en un ambiente ordenado y en el que todos respeten el bienestar de los demás.
El psicólogo Alberto Soler cuenta en este vídeo tan interesante que, ante una situación de este tipo, suele haber dos tipos de reacciones:
- Pasiva: no sabes cómo atajar la situación, así que acabas agachas la cabeza y no te quejas porque no sabes bien cómo decirlo o porque te sabe mal. Aunque tus derechos se hayan visto vulnerados en cierta manera, no eres capaz de expresarlo.
- Agresiva: no tiene por qué implicar una agresión física, pero sí que se suele caracterizar por la pérdida de los modales a la hora de expresar la incomodidad con la situación que está ocurriendo.
Como comenta Alberto Soler en su intervención, de estas reacciones podríamos extraer algo positivo: adoptando la primera postura, no le faltamos el respeto a nadie ni perdemos las formas y, con la segunda, somos capaces de defender nuestros intereses y derechos. Aquí reside, según el psicólogo, la clave: en encontrar el equilibrio entre ambas opciones para ser capaces de expresar nuestros sentimientos y defender nuestra posición, pero siempre desde el respeto. En esto consiste la asertividad.
Ser asertivo/a conlleva derechos y deberes
Si os interesa el tema de entrenar la asertividad, os recomendamos leer el libro de Eva Bach y Anna Forés, “La asertividad”. En él nos explican muy bien en qué consiste esta habilidad, nos cuentan ejemplos, consejos… También nos explican la fórmula XYZ para educar en la asertividad y apuntan algo muy interesante: la asertividad conlleva derechos y deberes. Vamos a ver cuáles:
Derechos | Deberes |
Derecho a tener tus propias necesidades y a pedir lo que quieres | Deber de aceptar que el otro se puede equivocar, y dejarle margen para rectificar |
Derecho a hacerte responsable de tus propios errores y a aprender de ellos | Deber de permitir que el otro cambie y crezca |
Derecho a cambiar, a crecer, a transformarse | Deber de dejar momentos y crear espacios para poder decidir |
Derecho a decidir | Deber de respetar al otro como legítimo otro, por muy distinto que sea |
Derecho a afirmarse y a ser uno mismo | Deber de tratar con respeto y dignidad |
Derecho a pedir información y a ser informado | Deber de ofrecer información cuando sea pertinente |
Derecho a pensar antes de actuar | Deber de respetar los momentos y los espacios de los demás |
Derecho a estar solo, aun cuando otras personas deseen nuestra compañía | Deber de vivir tu propia vida y dejar que los demás vivan la suya |
Derecho a expresar emociones y sentimientos, quejarse o protestar cuando no nos sentimos respetados | Deber de aceptar quejas o protestas si nos estamos equivocando |
En conclusión, ser asertivos y asertivas implica ser capaces de comunicarnos con los demás de forma eficaz y desde la empatía y el respeto. Entrenar esta habilidad es fundamental, tanto para nosotros como para nuestros hijos, porque solo de esta manera serán capaces de aprender a decir NO cuando no quieran hacer algo, a defenderse cuando se sientan atacados, a empatizar con los otros, pero sin poner los intereses ajenos por encima de los personales.
La forma en que nos comunicamos con los demás y con nosotros mismos, en última instancia, determina la calidad de nuestras vidas.
Anthony Robbins