“Solo hay que dejarse llevar por el sentido común, la empatía, el respeto y el amor incondicional”
Tania García es la creadora de Edurespeta, una escuela para familias y profesionales que quieren educar con respeto y atendiendo a las necesidades de los niños y adolescentes. Acaba de publicar Guía para madres y padres imperfectos que entienden que sus hijos también lo son con el que le gustaría que los lectores “aprendieran a respetar a sus hijos en todas sus facetas y momentos”. Reflexionamos en esta entrevista sobre las claves para educar con respeto, teniendo en cuenta las necesidades de nuestros hijos, frente a la inercia de recurrir a gritos, amenazas, castigos, premios y reproches.
- ¿Nos podrías contar qué es Edurespeta y cómo surgió?
Llevo toda la vida dedicada a la educación. Desde los 14 años que empecé de voluntaria en un colegio, no he dejado de luchar por un mundo mejor, un mundo en el que los niños sean tratados como lo que son: niños. Edurespeta surgió en 2014 después de llevar dos años ayudando a familias y profesionales en mi propio centro, decidí trasladarlo a nivel online para ayudar a personas de todo el mundo. Edurespeta es la primera escuela internacional para familias y profesionales, en la que nos dedicamos a dar pautas y herramientas a estos para que transformen así su manera de educar. Una manera que por fin entienda y respete las necesidades reales de los niños y chavales. Una escuela en la que enseñamos a no castigar, no gritar, no amenazar, no chantajear… a establecer un diálogo sereno, positivo, respetuoso, con sentido común, amor incondicional con los hijos/alumnos, etc. En definitiva, una escuela en la que conseguimos que las familias sean más felices pese a las adversidades, y los profesionales mucho más conectados emocionalmente con sus alumnos/pacientes.
- ¿Cómo nace tu libro Guía para madres y padres imperfectos que entienden que sus hijos también lo son? ¿Qué acogida está teniendo?
Como buena amante de la lectura y trabajadora activa por un mundo mejor, siempre he querido escribir un libro defendiendo mi causa. No obstante, esto surgió de manera mágica, mi editorial vino a buscarme a los pocos días de nacer mi segunda hija. La acogida ha sido maravillosa, en tres semanas se ha agotado la primera edición.
¿Qué poso quieres dejar en tus lectores?
Me gustaría que aprendieran a respetar a sus hijos en todas sus facetas y momentos, sin dejarse llevar por el qué dirán, por el ego adulto o por la presión de una sociedad obsoleta (anticuada en muchos puntos), adultista (pensada únicamente en el mundo adulto) y conductista (en la que se intenta cambiar la conducta de los niños continuamente, en vez de cambiar los adultos para impactar así de manera correcta en las conductas de los niños).
- En tu libro hablas mucho de las necesidades y los derechos de nuestros hijos e hijas y de la infancia en general. ¿Cuáles subrayarías como más importantes?
El derecho a ser quienes desean ser en realidad. Sin presiones, sin exigencias, sin necesidad de la aprobación de nadie. Que vivan felices y crezcan superando las adversidades sintiéndose amados, respetados y libres. Por supuesto, respetándose a sí mismos y al resto.
- Y los adultos, ¿cómo solemos en general responder a esas necesidades y derechos? ¿Qué retos tenemos por delante para satisfacerlas o respetar estos derechos mejor?
Respondemos mal. Como adultos vivimos atrapados en un mundo egocéntrico, en el que tenemos mucho trabajo para conocernos a nosotros mismos y, por lo tanto, en el que nos sentimos perdidos a la hora de acompañar a nuestros hijos. Todo nos supone un reto, un esfuerzo, cuando en realidad es mucho más fácil de lo que parece… solo hay que dejarse llevar por el sentido común, la empatía, el respeto y el amor incondicional.
- En tu libro nos hablas de un árbol como la imagen de la educación de nuestros hijos. Y nuestra propia infancia son las raíces. ¿Crees que si nos negamos a ver y reconocer la importancia de esas raíces estaremos educando de una manera menos consciente? ¿Tener presente al niño que fuimos nos ayudará a educar de manera más conectada a nuestros hijos?
Si no se trabaja la propia infancia y la adolescencia en profundidad, jamás se podrá educar respetando las necesidades reales de los hijos, ni con una conexión verdadera y empática para con ellos. Si no trabajas la infancia vives atrapado en los patrones que te instauraron, y nunca evolucionas. No se trata de juzgar ni de criticar a los padres, tampoco de justificarlos… simplemente plantearse cómo fue tu infancia, qué cosas te han marcado en el adulto que eres hoy, tanto para bien como para mal. Si te escuchaban o no, si te obligaban a comer, si tus miedos eran comprendidos y acompañados, si te castigaban, si eras comparado con tus hermanos, si te exigían más de lo que podías o debías, etc. Reflexionar sobre el niño que fuiste es lo único que te liberará no solo para educar mejor a tus hijos y comprenderlos, sino también para conocerte a ti mismo y ser quien quieres ser en realidad en todos los ámbitos de tu vida.
- Como sociedad, se podría decir que hemos pasado de un modelo autoritario a uno más permisivo o incluso a la sobreprotección. ¿Cómo podemos llegar desde ahí a un modelo respetuoso y más consciente, no solo cada padre o madre desde su hogar sino a nivel social?
Pienso sinceramente que los conceptos no se tienen claros. La sociedad está tan pensada para los adultos, que cuando ven a una madre/padre dialogando, o abrazando a su hijo cuando tiene una rabieta o explosión emocional en pleno centro comercial, ya se juzga al adulto diciendo que “sobreprotege” cuando en realidad está haciendo lo que precisamente debe hacer y lo que su hijo a nivel cerebral necesita. Primero habría que desechar la normalización de la violencia, el maltrato y la manipulación hacia la infancia. Una vez hecho esto, las personas deberían esforzarse en conocer las necesidades reales de los niños, que son, entre otras: atención, apoyo, acompañamiento emocional, respeto por sus tiempos y ritmos, amor incondicional, derecho a expresarse y a tomar decisiones, ser escuchados, comprendidos, valorados, etc. Para poder así lograr el equilibrio. La base y el truco siempre está en tratar a los hijos como nos gusta ser tratados por cualquier persona.
- Llama la atención que aunque hables de la importancia de esas raíces, incluso de la forma en que nuestros hijos nacieron o de los siete primeros años como un tráiler de nuestra vida, no caes en el determinismo de pensar que si ha habido errores en esas etapas iniciales hay poco que hacer. ¿Qué se puede hacer cuando las raíces de ese árbol que has plantado que es tu hijo no te terminan de gustar o quieres ayudar a que sean más fuertes, pasado un tiempo?
La vida es un aprendizaje constante, nunca es tarde para recomponerse, aceptar errores y aciertos, y tomar la decisión firme de educar con sentido común y respeto, con equilibrio y aportando amor y apoyo incondicional. Primero trabaja cómo te sentías cuando eras niño para ser capaz de empatizar completamente con tus hijos. Una vez logras hacerlo, todo es diferente, aunque el camino no sea de rosas, es mucho más sencillo cuando conectas con tus hijos desde la comprensión más absoluta, que cuando no comprendes su mundo.
¿Qué claves tenemos que tener en cuenta en la comunicación de nuestros hijos?
Primero se debe tener claro todo lo que hay que desechar, entre otras cosas: los castigos y premios, las manipulaciones, los chantajes, las amenazas, los insultos, las etiquetas, las comparaciones, las exigencias, etc. Y luego empezar a poner en práctica lo que se debe hacer, entre cosas: empatía en todos y cada uno de los momentos, la coherencia, el ejemplo, la positividad, la reflexión, el diálogo sereno, la tolerancia, la escucha activa, el tiempo sin juicios, el perdón, etc.
Debemos recordar que, si seguimos educando con formas conductistas y basadas en el adultismo, lo que hacemos es seguir educando a niños/as que integran que estas maneras comunicativas son correctas, tanto de ellos hacia el resto, como del resto hacia ellos. Por lo tanto luego no nos debe extrañar que griten a compañeros en el colegio, cuando nosotros les educamos mediante gritos, o que acepten gritos de los compañeros hacia ellos, porque han integrado durante toda su vida que los gritos son una herramienta comunicativa correcta, porque así se han comunicado con ellos las personas que más les aman.
- ¿Y en el establecimiento de normas y límites? ¿Por qué han de ser pocos los límites?
Estamos acostumbrados a limitar a los niños absolutamente por todo y esto no hace más que poner barreras a su desarrollo emocional y psicosocial. Llega un punto que los chavales con 16 años no saben qué está bien y qué está mal porque durante toda su infancia han sido limitados por todo (no hagas esto, no toques esto, eso no, deja eso ya, no llores, no grites, no te muevas, no hables, no, no, no …) Los niños deben tener los límites que realmente necesitan por seguridad, salud y bienestar, y por tanto les asegure esto. No deben ser limitados por todo lo que a un adulto se le antoje por su inestabilidad/necesidad emocional. Hay que aprender a separar las necesidades adultas de las de los niños; su mundo es diferente y a él debemos adaptarnos.
- ¿Por qué los premios y castigos son malos? Han sido la base de la educación en muchos hogares, ¿con qué propones que se sustituyan?
Los castigos y los premios no educan nunca, enseñan sumisión, conformismo, tristeza, rabia, ira, incoherencias… y fomentan la falta de autoestima y, por tanto, la falta de conocimiento de uno mismo, las dificultades sociales, la ansiedad y el estrés, la depresión, los miedos, etc.
No hay que substituirlos, hay que hacer una reforma en la manera de educar, una transformación vital. Olvidemos de una vez por todas la autoridad y el adoctrinamiento hacia los hijos, y empecemos a ver una vida llena de posibilidades junto a las personas que más queremos. Con límites adecuados sí, con conflictos inevitables y adversidades sí, con momentos duros y difíciles sí, pero teniendo claro siempre lo que no se debe hacer y lo que no debe faltar nunca: el profundo respeto hacia nuestros hijos. Hijos respetados, adultos respetuosos (con ellos mismos y con el resto).
- ¿Cómo podemos, padres y madres, gestionar mejor nuestras emociones?
Cuanto más trabajo sobre la propia infancia y adolescencia, mejor nos conocemos a nosotros mismos y mejor reconocemos nuestras emociones. Debemos esforzarnos diariamente y aprender a tener cada vez más autocontrol; primero porque nuestros hijos no tienen por qué cargar con nuestro estado y situación emocional. Y, segundo, porque cuanto mejor sepamos comportarnos en momentos de tensión, manteniendo la calma, la seguridad, la positividad, un semblante distendido y adecuado, identificación de lo que nos pasa, por qué y cómo para poder expresarlo sin dañar a nadie, etc. eso enseñamos e integramos en nuestros hijos. No podemos comportarnos con nuestros hijos como jamás haríamos con cualquier otro ser humano, es incongruente, triste y desolador, muy desolador.
- ¿Por qué has dedicado un capítulo al entorno social? ¿Cómo podemos contribuir a que nos acompañen en este viaje de educar con respeto?
No necesitamos que nos acompañen, en la mayoría de ocasiones esto no va a suceder. Los puntos de vista casi siempre van a estar enfrentados, ya que a nivel social queda mucho por hacer. Por tanto, lo único importante es estar seguros de lo que queremos para con nuestros hijos y no permitir, por tanto, que el entorno y la presión social nos lo estropee. Cuanto más trabajemos nuestra infancia y conozcamos nuestras emociones, menos nos importará lo que piensen los demás. Vemos, por tanto, que esto es un trabajo de fondo que nos ayudará en todas las áreas de nuestra vida, pero lo más importante es que ayudará a nuestros hijos a ser quienes quieran ser en realidad, y por tanto, construirán un mundo mejor, en el que se respete a todo y a todos, empezando por sí mismos.