Una de las grandes referentes del feminismo, Simone de Beauvior, escribió que “el problema de la mujer siempre ha sido un problema de hombres“. Con esta afirmación, la intelectual pretendía hacer hincapié en que el machismo, en todas las formas que adquiere y ha adquirido históricamente, no puede entenderse sin analizar el papel de los hombres.
Teniendo en cuenta que la principal arma para combatir el machismo es la educación, es importante que pongamos el foco en la educación que estamos dando a los niños en concreto, pues son ellos los que, si no reciben una educación basada en el respeto, la igualdad y con una perspectiva de género, acabarán llevando a cabo comportamientos machistas.
Iria Marañón, autora de otros libros como “Educar en el feminismo” y “Libérate de la carga mental”, habla sobre este tema en su nuevo libro: “Educar a un niño en el feminismo“. Hemos hablado con ella para que nos explique las claves que trata y nos dé más detalles sobre este libro tan interesante.
Iria, en los últimos años hemos visto cómo el movimiento feminista se ha ido incorporando cada vez a más ámbitos de nuestras vidas en busca de la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres. Sin embargo, parece ser que es una lucha que se asocia únicamente a las mujeres. ¿Qué papel deberían tener los niños y los hombres en el feminismo?
En el movimiento feminista, ninguno. El feminismo es un movimiento de mujeres liderado por nosotras. El papel de los niños y los hombres debería ser hacer sus espacios igualitarios y feministas, y escucharnos a las mujeres y nuestras peticiones.
En tu libro hablas sobre cómo educar a los niños en el feminismo. ¿Por qué es necesario poner el foco en la educación que estamos dando a los niños? ¿Crees que es diferente a la forma en que se educa a las niñas?
Sí, es el momento de poner el foco hacia los responsables de la perpetuación del machismo y las desigualdades. El patriarcado no es un ente abstracto en el que no hay responsabilidades, los hombres son los que ejercen el machismo: ocupan más espacios públicos, de poder y responsabilidad, son los que se desvinculan del trabajo de cuidados y doméstico, son los perpetradores de la violencia machista, del acoso, maltrato, violaciones y asesinatos. No pueden eludir la responsabilidad, tienen que empezar a analizar la masculinidad y responder a todo lo que está pasando.
Es innegable que la sociedad ha avanzado en términos de igualdad y perspectiva de género, de hecho, hay quienes afirman que ya hemos llegado a la igualdad real. Pero, a pesar de los avances, continuamos viendo cómo la violencia machista, las violaciones (en los últimos tiempos, muchas de ellas grupales), la discriminación por cuestiones de género, etc., siguen a la orden del día, y que afectan en gran medida a nuestras jóvenes y menores de edad. Entonces, ¿ha desaparecido el machismo? ¿O solo ha evolucionado y adoptado nuevas formas?
No ha desparecido, continúa y en muchas ocasiones el patriarcado ha tenido un éxito tal, que a algunas personas las ha convencido de que incluso es feminismo. La prostitución, la pornografía, los vientres de alquiler, el velo… todo lo que históricamente ha sido explotación y sometimiento de la mujer, ahora nos lo venden como libre elección y empoderamiento. A las mujeres no hace falta que nadie nos diga que nos vayamos a fregar o nos ocupemos de la crianza, eso es algo que hacemos nosotras solas sin que nadie nos lo diga y es el gran éxito del machismo, hacernos creer que somos libres y asumir como libertad lo que de siempre ha sido opresión.
Hablando de la violencia que se ejerce contra las mujeres, ¿crees que, como sociedad, nos estamos centrando en dar herramientas a las mujeres/niñas para que no sean agredidas, en lugar de centrarnos en que los hombres/niños no agredan?
Por supuesto, por eso es tan importante poner el foco hacia los responsables en lugar de cargarnos a nosotras con la responsabilidad de evitarlo. Dice Mary Pipher que debemos socializar a los niños de forma que el hecho de violar a alguien les parezca tan impensable como el canibalismo. El problema es que por culpa de la normalización de la prostitución o la pornografía eso va a ser imposible. No podremos enseñar a los niños que violar está mal cuando se crían legitimando la explotación de las mujeres.
Como comentas en tu libro, aún hoy en día la educación que damos a nuestras hijas e hijos, los contenidos televisivos, los libros, la publicidad, la música… y tantísimos aspectos de nuestras vidas reproducen ciertos patrones, conocidos como estereotipos de género. ¿En qué consisten y cómo afectan a nuestros niños y niñas crecer bajo la presión de estos estereotipos?
Estos estereotipos forman parte de nuestro género. Desde que un niño nace, la sociedad entera construye su género: deben ser fuertes, valientes, dominantes, poderosos, arriesgados, competitivos… las niñas deben ser sumisas y complacientes, dedicadas a los cuidados y la casa. Todo lo que rodea a las niñas y los niños les entrena para que así sea: la ropa, los juguetes, los colores, la educación que reciben por parte de la familia y el colegio, las amistades, los medios de comunicación, la publicidad, los productos de entretenimiento como series o películas, la cultura, el cine, la literatura, los prescriptores o influencers… absolutamente todo les enseña cómo tiene que ser una niña y cómo tiene que ser un niño. Y una vez correctamente socializados, ellos serán los responsables de traer el dinero a casa, de realizarse en el trabajo, de ocupar puestos de responsabilidad, de poder, de hacer política, mientras que las mujeres se ocuparán de los cuidados y de la casa, un trabajo no remunerado que se realiza 365 días 24 horas, y serán las víctimas de la brecha salarial y de las violencias. Esto es género.
También apuntas en tu libro que la educación que madres y padres damos a nuestros hijos influye solo un 10% en la configuración de su personalidad. El resto viene dado por la herencia genética (40%) y el entorno (50%). Siendo tanta la importancia del entorno en su proceso de socialización, ¿qué podemos hacer nosotros para contrarrestar el efecto de los estímulos sexistas que reciben constantemente?
Podemos educar en igualdad real rompiendo el género. Asumiendo que no hay cosas de chicas ni cosas de chicos. Estos datos lo que nos dicen es que no hay cerebros de niños ni cerebros de niñas. Hay una herencia familiar de temperamentos (pero que se dan en niñas y niños), pero el resto es educable. Durante la infancia nuestro cerebro es plástico y transformable, así que está en nuestra mano revertir todas las desigualdades.
Un aspecto muy interesante que tratas en el libro es que existe un conjunto de creencias presentes en el imaginario colectivo relativas a que los hombres tienen determinadas características (agresividad, dominación, fortaleza, liderazgo) que les vienen dadas de manera biológica, nacen con ellas, a diferencia de las mujeres. Lo denominas “el mito de la testosterona y el neurosexismo”. ¿Por qué estas creencias son mitos y qué supone el neurosexismo?
El neurosexismo es esta idea de que hay cerebros de niñas y de niños, algo que está ampliamente demostrado que es completamente falso. Es cierto que mujeres y hombres somos diferentes físicamente, tenemos cuerpos distintos que requieren de atenciones médicas distintas y nuestra fuerza física y envergadura también es diferente. Pero las diferencias que podemos tener cerebrales son las mismas que pueden tener los cerebros de hombre entre ellos o los cerebros de mujer.
Con respecto a la testosterona está demostrado que no justifica que los hombres sean más agresivos ni violentos. Esas diferencias no justifican los roles sexuales y las desigualdades e injusticias que soportamos las mujeres.
Hablando de la diferencia entre atribuciones biológicas y atribuciones culturales, en el libro hablas de la masculinidad como un aspecto que se construye y que empieza a crearse incluso antes de que el bebé nazca. ¿De qué forma ocurre esto y por qué es algo que puede influir de forma negativa a nuestros hijos?
Porque la socialización de los varones, además de producir importantes desigualdades e injusticias hacia las mujeres, también les perjudica a ellos mismos: los hombres tienen el doble de riesgo de sufrir lesiones medulares que las mujeres, tienen tres veces más posibilidades de suicidarse que las mujeres, tienen cuatro veces más posibilidades de convertirse en personas sin hogar que las mujeres, según la DGT, también son más arriesgados al volante, sufren más accidentes y estos son más graves que los ocasionados por mujeres. Su tasa de muerte en accidente de tráfico es tres veces superior. Tienen más posibilidades de consumir drogas. En 2019, el 86 % de los ahogados durante el verano fueron hombres, en playas o espacios acuáticos no vigilados. La cifra de hombres en la cárcel representa el 92,61%. Los hombres son responsables del 89 % de los delitos homicidas y representan el 61 % de las víctimas. El 91 % de las personas condenadas por abandono de familia fueron hombres, el 80 % de las personas que quebrantaron los deberes de custodia fueron hombres, el 85 % de las personas condenadas por amenazas fueron hombres, el 94 % de las personas condenadas por trato degradante y violencia fueron hombres. Y según el Registro Central de Delincuentes Sexuales, que registra este tipo de delitos desde 2016, el 96,4% de las personas que tienen antecedentes por este tipo de delitos son hombres.
¿Qué importancia tiene el fomento de la inteligencia emocional para educar en el feminismo? ¿Y la educación sexual?
Es muy importante porque la masculinidad les construye como personas emocionalmente inaccesibles e insensibles: los niños no deben llorar ni mostrar sus emociones. Para los niños y hombres el tema de las emociones, la sensibilidad y los afectos es cosa de chicas. Por eso es fundamental que aprendan empatía, solidaridad, compasión, que aprendan a identificar y gestionar sus emociones. Y en el tema de la educación sexual, los niños se están educando con la pornografía, por eso es fundamental una educación sexual y afectiva que se les enseñe a respetar a las mujeres, sus decisiones y su deseo.
Por último, para poder educar a nuestros hijos en el feminismo, es necesario que hagamos una revisión de nuestros propios actos y valores. ¿Cómo iniciamos este camino?
Creo que lo primero que tenemos que hacer es analizar nuestra propia sociedad y luchar por combatir todos los escenarios de violencia y explotación de la mujer que todavía soportamos: la normalización de la prostitución, la pornografía, los vientres de alquiler… Y desde ahí observar también nuestro entorno, nuestra familia, y aprender a identificar las desigualdades para poder repararlas. Si no hacemos este ejercicio, es muy difícil que trasmitamos una educación feminista.