En una sociedad en la que el culto a la imagen se ha incrementado con el auge de las redes sociales, en la que la autoestima de muchos y muchas jóvenes se mide en likes y la propia concepción que tienen de sí mismos depende en muchos casos del avatar virtual que se crean, los trastornos de la conducta alimentaria son una de las consecuencias que se derivan y acrecientan.
La presión estética no es algo que haya aparecido de la mano de las redes sociales, la historia nos demuestra cómo en cada época ha habido un ideal de belleza al que aspirar según la publicidad, los productos culturales, la moda… Sin embargo, en la actualidad podemos afirmar que las redes sociales constituyen un nuevo (y gigantesco) soporte de difusión de estos ideales de belleza, que muchas veces ni siquiera reflejan la realidad de los cuerpos.
Los trastornos de la conducta alimentaria son un problema que afecta a nuestros (y sobre todo a nuestras) jóvenes, y al que debemos prestar mucha atención. Durante el confinamiento, la situación para las personas que sufren alguno de estos trastornos se ha complicado, en otros casos ha servido para que madres y padres detecten en sus hijos alguno de estos trastornos.
Debido a la importancia que cobra este tema, hemos hablado con Sara Bujalance, Presidenta de la Asociación Contra la Anorexia y la Bulimia, quien nos ha revelado información muy interesante que todas las madres y padres deberíamos conocer.
Sara, nos da la impresión de que existe bastante confusión sobre qué son los trastornos de la conducta alimentaria, ¿podrías explicarnos qué son y qué trastornos se incluyen dentro de este espectro?
Sí, existe mucha confusión y mucho desconocimiento sobre qué son realmente los trastornos de la conducta alimentaria y a consecuencia de esto se tiende a infravalorar su gravedad (tienen la tasa de mortalidad más elevada dentro de las patologías mentales).
Los principales trastornos de la conducta alimentaria son la anorexia nerviosa, la bulimia nerviosa, el trastorno por atracón y el trastorno de la conducta alimentaria no especificado. Las principales características son una profunda insatisfacción con el cuerpo, alteraciones del hábito alimentario, un estado de ánimo deprimido e irritabilidad y aislamiento social.
¿Estos trastornos los sufren por igual jóvenes y adultos? ¿O suele afectar a una población más joven?
Los trastornos de la conducta alimentaria afectan a personas de todas las edades aunque sí es cierto que la gran mayoría de veces se desarrollan durante la adolescencia. Una vez aparece el trastorno acompaña a la persona hasta que realiza un tratamiento especializado para superarlo. En este sentido es fundamental la detección precoz, puesto que cuanto antes se detecte un caso mejor será el pronóstico.
¿Suelen sufrirlos más las chicas que los chicos?
Sí, afectan más a las mujeres. De cada 10 casos, 9 son mujeres. El origen de estos trastornos siempre es multifactorial, pero la presión social actual por la delgadez, dirigida especialmente a la mujer, tiene una influencia muy elevada en el desarrollo tan masivo de los trastornos de la conducta alimentaria (1 de cada 20 adolescentes sufre un trastorno de la conducta alimentaria).
El culto a la imagen y la cultura del like están a la orden del día como consecuencia, en gran medida, de las redes sociales, ¿crees que esto afecta a los y las jóvenes en la percepción que tienen de su cuerpo?
Sí, totalmente. La presión social por tener una determinada imagen está amplificada por las redes sociales actualmente, así como todo lo que tiene que ver con el “postureo” y mostrar no sólo un cuerpo perfecto en redes, sino también una vida social, alimentación, estado de ánimo, etc., idealizadas y alejadas de la realidad humana. Por eso es tan importante educar a chicos y chicas en el desarrollo de un sentido crítico hacia lo que ven en redes y también en otros medios de comunicación.
Además, en los últimos años se han incrementado notablemente las páginas que hacen apología de los trastornos de la conducta alimentaria, las conocidas como #ana y #mia, en las que personas afectadas por el trastorno comparten información que es muy perjudicial para su salud. Es importante que las familias y educadores favorezcan desde bien pequeños un uso saludable de las nuevas tecnologías enseñando a los niños y niñas a diferenciar entre lo bueno y lo malo que hay en internet, de la misma manera que les enseñamos a cruzar la calle para evitar atropellos.
En este punto es importante destacar que, en Cataluña, a través del Código de Consumo, se puede penalizar con multas de hasta 100.000 euros a aquellas empresas que alojen este tipo de contenidos. Es una iniciativa pionera y ojalá otras comunidades autónomas, así como el gobierno central, lleven a cabo medidas similares porque la eliminación de estas páginas será posible combinando la educación en el buen uso de Internet y las redes con medidas legales contundentes.
Si las familias encuentran páginas que hacen apología de los trastornos de la conducta alimentaria pueden enviárnoslas y nosotros presentamos la denuncia a la Agencia Catalana del Consumo.
¿De qué manera ha repercutido el confinamiento a las personas que sufren algún tipo de trastorno de la conducta alimentaria?
Desde la Asociación Contra la Anorexia y la Bulimia hemos recibido casi el triple de consultas de las que recibimos habitualmente. Hemos detectado que en muchos casos se ha agravado la sintomatología del trastorno (irritabilidad, dificultad para comer, actividad física compulsiva, tristeza, aislamiento social, etc) así como la confusión y angustia por parte de las familias, que en muchos casos han descubierto el trastorno en pleno confinamiento, sin saber qué hacer ante un problema tan grave. En otros muchos casos nos hemos encontrado que el acceso a los tratamientos se ha dificultado o reducido al eliminar toda la parte presencial.
¿Qué ha ocurrido con los programas de ayuda a personas que sufren trastornos de la conducta alimentaria durante el confinamiento?
En muchos casos, sobre todo aquellos centros más grandes y con más recursos, están ofreciendo tratamiento a través de medios telemáticos (teléfono, videollamadas, uso de aplicaciones digitales, etc.), combinado en algunos casos con visitas presenciales cada cierto tiempo. En otros casos, cuando el estado de la persona es grave, se la ha ingresado en el hospital 24 horas. Y en otras situaciones, el tratamiento se ha visto interrumpido ante la imposibilidad de realizarlo de forma telemática.
En aquellos casos en los que la persona ya lleva tiempo en tratamiento y su recuperación está bastante avanzada el tratamiento telemático está teniendo buenos resultados, en cambio en otros casos, sobre todo en aquellos en los que la persona todavía está en una fase más inicial del tratamiento, o todavía no lo ha iniciado, se ha dado un empeoramiento de la evolución.
¿Pueden las madres y padres identificar las señales que indican que su hija o hijo puede estar sufriendo uno de estos trastornos?
Sí, las familias deben poner atención si observan cambios en la alimentación y/o incremento de la actividad física con el objetivo de adelgazar, preocupación por el cuerpo, cambios en el estado de ánimo, irritabilidad y aislamiento social. Si tienen la sospecha de un posible trastorno de la conducta alimentaria deben ser comprensivos y afectuosos con el chico o la chica, hablar con él o ella desde el afecto y, muy importante, ponerse en manos de un centro especializado en trastornos de la conducta alimentaria. Des de la asociación siempre insistimos mucho en este punto, el mejor tratamiento lo proporcionaran aquellos centros cuya experiencia y trabajo diario se centra en este tipo de trastornos.
Desde el punto de vista educativo y social, ¿qué se necesita para prevenir estos trastornos en los jóvenes?
Se necesita la implicación de toda la sociedad porque nadie tiene la culpa de un trastorno de la conducta alimentaria, pero cada agente debe asumir su parte de responsabilidad. Lo mejor que pueden hacer las familias es criar desde la parentalidad positiva (buen trato, límites coherentes y claros), llevar a cabo al menos una comida al día en familia y educado desde un buen ejemplo, no sólo a la hora de desarrollar un hábito alimentario saludable sino también en la forma en la que nos relacionamos con nuestro cuerpo y, muy importante también, evitando hacer comentarios negativos sobre el cuerpo del chico o chica así como de las personas en general.
Desde las escuelas deben implicarse también reforzando el respeto por la diversidad corporal y previniendo situaciones de bullying. Las empresas deben favorecer medidas reales de conciliación laboral y familiar para que las familias puedan realmente ocuparse de sus hijos e hijas con calidad, tal como hemos descrito anteriormente. La publicidad y los medios de comunicación deben también favorecer la aparición y difusión de cuerpos saludables, que representen la diversidad corporal real que existe en las calles. Los sanitarios y técnicos, sobretodo los que trabajan con menores de edad, deben poder identificar señales de alerta para derivar a los profesionales especializados lo antes posible y, por último, políticos y administraciones deben desarrollar programas para permitir que todo lo anterior sea posible.