¿Es posible encontrar el equilibrio en la educación respetuosa?

Cada día más conscientes del modo en el que educamos las mamás y papás, tememos no encontrar la manera de moldear una crianza firme y amable como nos procuran todas las corrientes y metodologías actuales con respecto a la educación de nuestros niños y niñas.
Venimos de una educación autoritaria, poco flexible, exigente y poco empática para con el niño, y muchos hemos formado nuestra personalidad a partir de todas esas etiquetas, censuras y exigencias en una búsqueda constante de la aprobación ajena y la recompensa externalizada.

Muchos hemos formado nuestra personalidad a partir de todas esas etiquetas, censuras y exigencias en una búsqueda constante de la aprobación ajena y la recompensa externalizada.

En algunas ocasiones siento que estoy en el camino correcto porque veo a mis peques como toda una fuente de sabiduría en cuanto a gestión emocional se refiere. En otras ocasiones encuentro a unas niñas vulnerables en pleno enfado, me veo reflejada en esa frustración y denota mi incapacidad de gestionarme a mí misma y mucho menos a mis peques a través de las teorías educativas positivas que lo cuentan todo tan claro. Y en otros momentos soy tan benevolente que quizás los límites no los sé perfilar a tiempo y ya no puedo decir que no.

Considero que la crianza y la educación son de los temas más sensibles que podemos encontrar, porque lo que a mi me funciona muy bien con mis niñas quizás a otro papa u otra mamá puede que no le funcione. Y depende en gran medida de la forma de ser y estar del adulto.
En ocasiones me abruma la cantidad de consejos y recursos de cómo hacer lo correcto educando en positivo, pero, a mi modo de ver, se trata, más bien, de saber qué hacer en cada momento, cómo hacerlo y mantener una actitud firme pero cariñosa como modo de vida, ya que las cosas pasan y lo que marca la diferencia es la forma en las que las percibes y las afrontas.

Los peques hacen lo que ven y creo que si eres una persona respetuosa y asertiva en tu día a día, tus hijos también lo serán. Yo me equivoco cada día, me disculpo y reparo, digo “no” a mis hijas muchas veces, dudo de cómo resolver las situaciones y me cuestiono muchas veces si no se podría haber hecho mejor.

Los peques hacen lo que ven y creo que si eres una persona respetuosa y asertiva en tu día a día, tus hijos también lo serán.

Pues bien, todo esto me hace crecer como persona al querer mejorar mi manera de educar y brindarle a mis hijas oportunidades de crecer y formar su personalidad de manera equilibrada. Los errores son verdaderas oportunidades de aprendizaje, así que controlo mi voz interior cuando los cometo para ser más compasiva conmigo misma y centrarme en reparar en lugar de sentirme culpable. Esto a su vez muestra a mis peques que yo también colapso, me frustro y me enfado. No somos perfectos y es genial.

Teniendo en cuenta lo que yo veo en mis peques y lo que perciben los demás de ellas, la educación positiva funciona. Merece la pena intentar hacer las cosas mejor aunque no siempre nos salgan. Además, quería compartir con vosotras y vosotros que no hay un único método válido, si no un cúmulo de recursos, consejos, aplicaciones prácticas de diversas teorías y modos de enfrentar la vida que te van a ayudar en tu día a día . Encuentra tu propio método. Lee mucho, estudia, escucha y reflexiona como puedes combinarlo todo para hacer de ti mejor persona y por consecuencia educar mejor a tus hijos o/y hijas y procurarles un futuro con una buena autoestima, siendo proactivos y proactivas, resolutivos y resolutivas, empáticos y empáticas pero capaces de mirar por sí mismos, dando lo mejor de ellos y ellas, constantes persiguiendo sus propósitos y, sobre todo, disfrutando del camino de la vida.

La felicidad es una actitud de vida y no es sonreír todo el tiempo, sino tener paz mental y disfrutar de las cosas bonitas superando las adversidades con una buena actitud resolutiva.

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Marta Calvo Martinez

Maestra de lengua extranjera en primaria y certificada en disciplina positiva en familia y en aula. Educadora por vocación. La experiencia ejerciendo la profesión, así como el aprendizaje por curiosidad y como mejora continua de la praxis marcó un antes y un después al convertirse en madre de mellizas. La búsqueda de una manera más respetuosa y asertiva de relacionarse con sus hijas abrió las puertas a “educar en positivo” como filosofía de vida y le ofreció una gran amplitud de miras con respecto a la crianza, las relaciones, la sociedad y la educación.

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