Hoy nos escribe Mar para contarnos cómo pretendía ser la madre perfecta… hasta que por fin hace poco se dio cuenta de que eso no era posible. Si quieres contarnos tu historia, escríbenos a autores@gestionandohijos.com.
Desde el momento en que supe que estaba embarazada, me propuse prepararme lo más posible para ser la madre perfecta. Me leí muchísimos libros, busqué evidencias científicas que demostraran que un método o una técnica eran EL MÉTODO perfecto, 100% seguro de criar y educar a hijos felices. Ya cuando tuve al bebé conmigo, me di cuenta de que había bandos en esto de la crianza y probé de varios para encontrar mi camino. Y por esto recibí críticas de personas partidarias de uno y otro bando: “¿Por qué lo coges en cuanto llora? ¿No ves que se acostumbra y lo malcrías?” o “¿Cómo es que lo dejas en la cuna si está protestando mientras te duchas? ¿No ves que necesita estar contigo?”. Finalmente, dando tumbos de uno a otro bando, yo también tomé partido. Y me vino muy bien hacerlo, encontré mi modo de criar y me sentía más segura, quizá con menos dudas. Pero la parte mala de tomar una posición sin dudas es que yo también juzgué a otras madres, por dejar de dar el pecho “demasiado” pronto, por seguir dando el pecho “demasiado” tiempo, por llevar a un bebé llorando en el carro sin pararse a cogerlo, por llevar a un niño de dos años en brazos a pesar de que puede andar, por mirar el móvil mientras su hijo se columpia en el parque, por estar detrás de un niño pequeño en el parque cual guardaespaldas, por escuchar sin cesar canciones machaconas… Esto de juzgar es agotador, ¿no os parece?
Y como el método perfecto y 100% coherente solo existe en el papel, me he encontrado haciendo cosas que mi método elegido no aprobaba o haciendo cosas que yo nunca habría pensado que haría: he gritado fuera de mis casillas, he cedido en alguna rabieta, he dejado al bebé en el carro mientras lloraba , intentando calmarle con “un tallarín que se mueve por aquí y por allá”, con los trucos “para dormir a un elefante”… En fin, me ha costado muchos años darme cuenta de que la crianza perfecta no existe y que yo jamás voy a ser la madre perfecta que soñé para mis hijos. Y que el hecho de creer lo contrario hace daño a madres, padres (y, en consecuencia, a sus hijos) con juicios gratuitos que no ayudan en nada. Así que voy a dejar de buscar la receta de la perfección y, como dice Alberto Soler en su vídeoblog, voy a quedarme con tres ingredientes imperfectos pero más humanos: flexibilidad (que las cosas cambian y yo puedo darme el permiso de cambiar, y que no todo es blanco o negro), humildad (porque no voy a dejar de aprender nunca y en esto de la maternidad casi podría decir, cinco años después, que “solo sé que no sé nada”) y respeto (hacia mis errores, hacia mis hijos y su evolución y, por supuesto, hacia los demás y sus formas de hacer). Espero que con estos ingredientes me salga una maternidad menos de libro, más humana y, por tanto, valiosamente imperfecta.
Imagen: 9/52 Mom’s Hug. Fuente: Gordon / Flickr
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