Teresa nos habla de un texto que ha descubierto recientemente navegando por Internet de cómo una madre gestionó un accidente que podría haber desbordado de ira a cualquiera: su hijo, en un ataque de ira, rompió de un portazo el espejo de una puerta de su casa.
Es curioso esto de la viralidad en Internet. Esta semana, gracias a webs en español, como La voz del muro, me he enterado de una vivencia que una mamá compartió en su blog en octubre.
Estoy muy de acuerdo con lo que comentaba Carles Capdevila en una entrevista que publicasteis: a mí lo que más me ha funcionado a la hora de educar a mis hijos ha sido aprender de otros padres y otras madres, de sus experiencias y de sus ejemplos. Por eso me encanta leer historias virales en Internet que comparten madres y padres sobre cómo educan a sus hijos e hijas.
Y la verdad, esta historia necesitaba leerla, porque muchas veces, por el hecho de querer que mis hijos se comporten bien, a veces olvido lo esencial; que cuando se “comportan mal” seguramente se sientan mal y que lo más importante que he de hacer es cuidar la relación y el vínculo. Y entonces respondo a veces a su ira con más ira, como si fuera algo inevitable. Leyendo este texto que ahora os comparto, me doy cuenta de que hay otras posibilidades, mucho más constructivas y que si esta madre pudo hacerlo, ¿por qué yo no? Y es más, que ante cosas rotas, comportamientos que rompen expectativas y normas sociales, ¿qué arreglo rompiendo el buen trato con reproches, gritos y más ira? Cuánto me ha enseñado este texto viral. Tenéis que leerlo. Desde aquí, Kathleen, mil gracias. Mira que he leído y he leído libros, pero este pequeño texto me ha enseñado mucho más.
Cosas rotas, de Kathleen Fleming
Así estaba mi pasillo el miércoles pasado.
Fue mi hijo quien hizo esto.
A veces, a menudo, en realidad, las cosas se rompen, de manera irreparable. Y te quedas sin aliento, de repente.
Me quedé sin aliento cuando mi hijo irrumpió en el cuarto de baño, frustrado, enfadado, harto por sus motivos, muy importantes para él. Y entonces decidió cerrar de un portazo la puerta del cuarto de baño, lo que hizo que el espejo pesado de la puerta se cayera al suelo rompiéndose en millones de pedazos.
Me quedé callada. Observaba el daño y tomé una respiración profunda. Llevé al perro fuera para que no se cortara y por la misma razón me llevé al gato a otro sitio.
Me fui al patio trasero y noté cómo las lágrimas mojaban mi cara. Es asombroso lo sola que se puede sentir una madre soltera. Me di cuenta de lo asustada y decepconada que me sentía. ¿De verdad esto acababa de pasar? Sí, esto era real.
Y mientras pensaba en si esto era una señal de su carácter en desarrollo, le oí llorar dentro del cuarto de baño.
Su alma herida. Esto no era lo que él había esperado. “Hola, ira, no recuerdo haberte invitado a mi casa”. Lo imaginé asustado, aterrado, avergonzado, preocupado.
Respira profundamente, mamá del espejo. Esa pequeña alma frágil te necesita ahora. Necesita que saques lo mejor de ti, tu mayor compasión, tu amor y calma maternales más generosos y firmes. Más respiraciones profundas. Vamos, mamá.
Ve, vete ya. Ve a abrir la puerta principal, avanza de puntillas entre los cristales rotos, oye cómo él te escucha llegar, mira la puerta del baño rota abierta, mira la cara que más quieres en el mundo roja de preocupación y llena de lágrimas, su voz es de repente tan pequeña: “Mamá, nunca lo volveré a hacer, lo siento mucho”. Más lágrimas, más sollozos. Tanta incertidumbre en su dulce cara.
Venga, mamá. Cógelo. Hazlo ya. Ponlo sobre tu regazo. Vaya, también estás llorando. Vaya, lo que acaba de pasar es importante. Abrázalo fuerte. Mira cómo se hace un ovillo en tus brazos muy rápido. Mira qué ganas tiene de que le des cariño, de que le consueles. Mira lo pequeño que es todavía. Mira qué frágil es su alma.
Te quiero.
Estás a salvo.
Estoy aquí.
La peor parte ya ha pasado.
Ya te tengo.
Estoy aquí.
Te quiero.
Ve, mamá. Háblale de la ira. Cuéntale ahora. La ira es un sentimiento poderoso. Tienes derecho a sentirla. La ira quema. Puede purificar. Puede también destruir. Asiente con la cabeza. Lo siente. Ya conoce a ira.
Hay una manera mejor de mostrar tus sentimientos.
Lo trabajaremos juntos. Mañana.
Estoy aquí para ayudarte.
Estás a salvo.
Nunca estarás solo con tu ira.
Nunca estarás solo con tus miedos.
Estoy aquí, estamos aquí juntos.
Ahora vamos a limpiar juntos.
Y limpiamos. Barrimos y aspiramos. Fue un trabajo minucioso y consciente.
A veces las cosas se rompem. A veces las rompemos nosotros. Lo que importa no es que se haya roto algo, ni el cómo ni el porqué. Lo que importa es cómo elegimos responder a esto. ¿Nos mata? ¿Nos arroja a una espiral de culpa y castigo?
O
¿Nos ayuda a recordar cómo amar con más profundidad? ¿Nos empuja a la compasión y por encima de lo correcto e incorrecto hacia el amor?
Sí, AMOR.
Venga, mamá, ve ya. Coge a tu niño. Enséñale eso. Muéstrale eso. Vive eso. Se llama AMOR. Ve. Ahora.
Sobre tranquilidad, conexión con nuestros hijos, buena comunicación y gestión de las emociones hablaremos mucho en nuestro evento en Barcelona el 6 y el 7 de mayo. Visita la web del evento para más información.