Escenas educativas 43: “¿El mejor regalo? Que no se te olvide el niño que fuiste”
Hoy Vanessa, emocionada después de ver película El Principito, nos anima a padres y madres a no olvidar que una vez fuimos niños para conectar mejor con nuestros hijos e hijas, disfrutar de ellos y, además, no olvidar quiénes somos. Ese, nos dice, es el mejor regalo que podemos darles.
Hace un par de semanas vi con mi hijo de 10 años la película El Principito. No os la quiero destripar, pero me sorprendió mucho la historia paralela que no aparece en el libro y a mi hijo y a mí nos emocionó ese canto a conservar la infancia, la imaginación y la ternura como el mejor de los regalos.
Y la verdad, si lo pensamos bien, solemos estar agobiados por las prisas, las responsabilidades, por que todo marche como tiene que ser, por que nada se salga de nuestro esquema. Como dice Alberto Soler en un post en Facebook que publicasteis el lunes, “nuestra tolerancia a las conductas inadecuadas de los niños ha bajado de manera desorbitada: no tenemos margen para entretenernos, no podemos permitirnos una rabieta antes de salir de casa porque no llegamos al trabajo, no podemos permitirnos que caminen lento porque no cogemos el autobús. Y acabamos viendo como patológicas conductas que forman parte de la infancia. Nuestros hijos están sanísimos, es la sociedad la que está enferma”.
Y todo esto me lleva a pensar que, por mucho que es cierto que debamos guiar, enseñar y corregir a nuestros hijos, el mejor regalo que podemos hacerles es recordar que alguna vez también fuimos niños. Sí, hasta los niñofóbicos de los que habla Un Papá como Vader también han sido niños. Si recordamos nuestra infancia, nuestro enorme poder para imaginar y para soñar, nuestras ganas de jugar, nuestra capacidad para divertirnos, explorar, reírnos y disfrutar del presente sin hacer caso de las prisas, pero también lo que había detrás de nuestras conductas inadecuadas, lo que había detrás de los conflictos con nuestros padres y madres, podremos entender mejor a nuestros hijos y sus necesidades, conectar mejor con ellos y disfrutar más de su infancia.
Desde que vimos esta película, intento contar a mis hijos algo de mi infancia, algo que me gustaba cuando tenía su edad o intento recordar qué pensaba yo de las prisas, agobios y la disciplina de mis padres. Y trato de tirarme al suelo a jugar con ellos, no perdono un cuento por la noche aunque se nos haya hecho tarde e intento que pasemos más tiempo al aire libre. ¿Sabéis por qué? Porque me he dado cuenta de que esas son las cosas que yo más valoraba cuando era niña y las que con más cariño recuerdo de mi infancia.
Y yo no quiero dejar de guiar a mis hijos ni currarme muchísimo que su infancia sea mágica, solo creo firmemente, y quiero que mis hijos lo entiendan y lo vivan, que, como decía el poeta austriaco Rainer Maria Rilke, “la única patria del hombre es la infancia”. En nuestras manos está no perderla de vista y recordarla con nuestros hijos para entenderlos mejor. Como dice uno de los personajes de la película, cuyo tráiler tenéis aquí abajo, “crecer no es el problema, el problema es olvidar”