¡Hola! Mi nombre es Pablo y quisiera compartir con vosotros una estupenda noticia. Mi mujer y yo vamos a ser padres de nuevo. ¡¡Estamos embarazados!!
Dicho ésto, ahora me jugaría mi preciada colección de cromos de las Tortugas Ninja a que acaba de pasar por tu mente un pensamiento del tipo: “perdona, pero la que está embarazada es tu mujer, no tú”.
Pues precisamente de eso quería hablaros. De lo raro que se ve que un hombre se involucre en exceso en su futuro hijo o hija ya desde el embarazo. No digo con esto que no haya hombres que lo hagan. Todo lo contrario, cada vez hay más. Pero, por lo que ya pude comprobar en el embarazo de mi primer hijo, y sigo comprobando en el segundo, es que sigue resultando extraño al personal.
Para mí ser padre es algo maravilloso. Insuperable. Y eso hace que lo viva en primera persona. Así de sencillo. Porque así debería ser.
Y es que se te ilumina la mirada cuando cuentas que lo has visto en la última ecografía, has escuchado su corazón o has sentido sus primeras patadas (aunque este último aspecto a los hombres siempre nos recuerde la peli de “Alien, el octavo pasajero”).
Es una etapa tan especial que sería injusto que te dejaran al margen, aunque sea mínimamente, al hablar “del embarazo de tu mujer”.
Y sí, es simplemente una cuestión de palabras. Una gilipollez semántica. Pero es que el lenguaje esconde verdades. Delata realidades. Y yo me niego. Porque cuando se vive tanto algo no puedes ser complemento. Ni directo o indirecto. Tienes que ser parte.
Quiero ser parte: yo también estoy embarazado. He dicho.
Lo que ocurre es que cuando al futuro papi se le ocurre mostrar efusividad con el embarazo le empiezan a llover los “zascas” del respetable. Que si parece que el preñado eres tú, que si lo estás viviendo como una mujer… y otras lindezas de ese tipo. Y te lo dicen sin acritud, en plan jiji jaja…pero ahí lo llevas.
Y todo ésto denota, como en tantas otras cosas, micromachismos que impiden que el hombre muestre sentimientos en exceso, o viva el embarazo a flor de piel. Normas no escritas de la sociedad que no se te ocurra saltártelas. Pues que queréis que os diga, yo me las salto tres pueblos. Yo a lo mío. Así que con todo el respeto del mundo a las mujeres, que son las que de verdad dan a luz, permitidme esta licencia: ¡Mi mujer y yo estamos embarazados!