Dos mentalidades, o mindset como se refiere Carol Dwek. Dos maneras de entender el mundo y relacionarnos con él, dos formas de tomar decisiones y comportarnos. Parece muy simplista… pero es un punto de partida muy real y que conlleva consecuencias muy diferentes para cada caso. ¿Con qué mentalidad te identificas más? Y a tus hijos e hijas, o alumnos y alumnas, ¿qué mentalidad le estás enseñando? ¿podemos hacer algo por guiarles en la mentalidad más efectiva? En este artículo conoceremos algunas pautas para conseguir una mentalidad fuerte y poder enfrentar los desafíos y conseguir nuestros objetivos.
Dos mentalidades:
- Mentalidad fija: la que se basa en la creencia de que el éxito es en una capacidad innata, o la tienes o no la tienes. Conlleva miedo al fracaso porque es un refuerzo negativo de la incapacidad, es la prueba de que no “sabemos” hacerlo. Por lo tanto, las personas con mentalidad fija suelen evitar el fracaso y no se enfrentan a muchas situaciones, dejando pasar oportunidades de crecimiento. Desean parecer inteligentes, evitan los retos, se atienen a lo que saben, no salen de su zona de confort, por lo que no cambian ni mejoran, permanecen estáticas.
- Mentalidad de crecimiento: se basa en la creencia de que el éxito depende en gran medida del propio esfuerzo, el aprendizaje, la formación y la perseverancia. Valoran el fracaso como una forma de aprender y mejorar. Están en constante aprendizaje, afrontan los retos y las incertidumbres, ponen mucho empeño y esfuerzo en mejorar su situación y capacidades, fomentando la motivación y la resistencia como habilidades. Poseen mejor resiliencia y una autoestima más sana, entendiendo que mis resultados dependen en gran parte de aspectos que puedo controlar (esfuerzo y persistencia) y no de otros como la inteligencia, consiguen potenciar el control sobre las situaciones y reforzar las propias capacidades trabajadas.
¿Cómo detecto la mentalidad de los más pequeños?
Es la pregunta que acudirá a la mente de todos los padres, madres y educadores: ¿Cómo puedo saber qué tipo de mentalidad tienen los niños? Una de las primeras pistas está en nosotros mismos, los padres y profesionales en contacto habitual con niños y niñas, como referentes en los que se fijan y modelos a imitar. Debido a la influencia y el vínculo que nos une, con alta probabilidad, tomarán la mentalidad que aprendan en casa, en primer lugar, y en los demás ámbitos donde crezcan y se desarrollen (escuela, familia extensa…).
Los niños con una mentalidad fija creen que sus habilidades básicas, su talento e inteligencia son sólo rasgos de su personalidad y que no los pueden cambiar. Utilizan frases como “las matemáticas se me dan mal”, “soy incapaz de armar este puzzle” o “he sacado buen nota porque soy muy listo”. Dejan las tareas complicadas o que cuestan más esfuerzo sin acabar e, incluso, dejan de afrontar situaciones de este tipo. Suelen perseverar poco para conseguir las cosas que requieren esfuerzo y también valoran poco sus logros.
“Los niños con mentalidad fija creen que sus habilidades y capacidades no se pueden mejorar, si no están dotados de alguna de ellas, no conseguirán esos objetivos”.
Por otro lado, los niños y niñas con mentalidad de crecimiento, creen que pueden desarrollar sus talentos y habilidades mediante esfuerzo y perseverancia. “Si lo sigo intentado seguro que lo consigo”, “hoy no me ha salido bien, pero mañana será mejor”. No tienen miedo frente a los retos y situaciones novedosas o, al menos, el miedo no les paraliza, se enfrentan a desafíos, en el juego, en los deportes… Tienen en cuenta las críticas y las emplean para crecer y mejorar “el profesor de fútbol me ha dicho que tengo que dar mejor los pases largos, mañana salimos con la pelota y entrenamos”. Valoran mucho los logros porque conocen el esfuerzo que cuesta conseguirlos.
“Los niños con mentalidad de crecimiento creen que pueden alcanzar sus metas si se esfuerzan y persisten lo suficiente”.
¿Cómo fomentar una mentalidad de crecimiento en mis hijos?
- Potencia la perseverancia
“Volvamos a intentarlo juntos” o “mañana insistimos con las volteretas para que te salgan como tú quieres”. Insistir, insistir e insistir. Es la clave, además de ser capaces de detectar lo que no se está haciendo bien para corregirlo y obtener la mejora deseada. Los niños, sobre todo lo más pequeños, están orientados al corto plazo, a obtener las recompensas aquí y ahora, de lo contrario, suelen enfadarse y frustrarse, mucho y no volver a intentarlo. Es importante enseñarles que la mayor parte de las cosas que queramos conseguir requieren de tiempo y práctica. Aprender a hablar, caminar o comer son ejemplos de habilidades que se basan en un entrenamiento diario de muchos meses, tengámoslo en cuenta.
- Pon el foco en el proceso y no solo en el resultado
Generalmente solemos estar más enfocados en el premio que conseguiremos que en el camino que recorremos para lograrlo. En el caso de los niños, lo solemos transmitir de cara a los estudios enseñándoles, por ejemplo, a centrarse en las calificaciones al final del curso o trimestre, sin apreciar las dificultades o facilidades que aparecen a lo largo de los meses. Es importante tener en cuenta los pasos que vamos dando, los pequeños objetivos (cada examen, cada trabajo) que nos acercan al objetivo final (calificaciones) y poner énfasis en ellos para mantener la motivación y la capacidad de esforzarnos en el día a día.
- Utiliza el “todavía”
Muchas veces, cuando las cosas se ponen difíciles y cuestan más trabajo, acude a la mente de nuestros hijos e hijas (también de los adultos) un “no puedo” o “no soy capaz”. Añadiendo un “todavía” les enseñaremos que puede que en este momento no estén preparados pero que, si continúan esforzándose y trabajando, conseguirán mejorar.
- Favorece la enseñanza del esfuerzo
“Buen trabajo, has trabajado muy duro” en lugar de “Buen trabajo, eres muy inteligente”. Sabemos que la inteligencia solo predice un 20% de éxito en el futuro, y el otro 80% ¿a qué se debe? Corresponde a habilidades que pueden ser trabajadas (inteligencia emocional, habilidades sociales, empatía…). Todas las personas que tienen éxito llevan detrás un enorme trabajo y esfuerzo por conseguirlo. Si pensamos en el deporte, los profesionales emplean muchas horas entrenando para mejorar; los avances y descubrimientos que se han ido haciendo a lo largo de la historia suelen responder a innumerables intentos hasta conseguirlo.
- Destierra el miedo a los errores
Estamos de acuerdo en que no nos sentimos cómodos cuando cometemos errores, preferimos que las cosas nos salgan bien para mantener a raya la frustración y la autoestima. Sin embargo, enseñar a nuestros hijos a ver los errores como posibilidades de mejora y crecimiento, hará que sientan menos ansiedad cuando los cometan y que puedan centrarse en cómo mejorar. Todos nos equivocamos, pongámonos como ejemplo y contemos aquellas cosas que no nos salieron bien y frente a las que no nos rendimos, así conseguiremos un doble logro, que la tarea salga bien y la satisfacción de haber aprendido algo nuevo.
- Potencia el autoconocimiento
Como siempre, una mención especial a las emociones y la inteligencia emocional. Cuanto más conozcamos nuestras emociones y cómo reaccionamos a las diferentes situaciones que vivimos, más posibilidades tendremos de desarrollar habilidades para gestionarlo. Enseña a tus peques cómo viven sus emociones, lo que “despiertan” en su cuerpo, cómo afrontar las que generan malestar y estarás educando en la autogestión y el esfuerzo.