Frase educativa: “Ponte en su lugar” (Lucía Galán)

La pediatra más famosa del país (hablamos, claro está, de Lucía Galán, a la que todos llamamos Lucía, mi pediatra) nos confesó en una ocasión que su frase favorita es “ponte en su lugar”. Y nos cuenta que la suele decir en multitud de ocasiones, ante muchas consultas de padres y madres: “Es que siempre que lo dejo en la cuna llora y al cogerle en brazos, se calla, qué listo”- me dicen muchas. “Ponte en su lugar. ¿Tú qué harías?”- les digo. “Es que llego tarde y cansada de trabajar y va y me monta una rabieta”- dicen otras. “Ponte en su lugar. Lleva todo el día sin verte”. “Es que llega el momento de irse a dormir y no hay manera, se niega a irse a su habitación, y se presenta en el salón cada dos por tres. Siempre terminamos discutiendo”- me dicen algunos padres. Ponte en su lugar, la perspectiva no solo cambia, sino que te enriquece enormemente”. Reflexionamos sobre esta frase con una historia y os ofrecemos claves para ponernos en su lugar.

“Si no es nada…” o cuando no nos ponemos en su lugar

Olga tiene siete años y está a punto de entrar en la consulta de enfermería para vacunarse. Recuerda que en otras ocasiones le ha dolido y está oyendo llorar con mucho desconsuelo a otro niño al que también le han pinchado. La verdad, tiene mucho miedo y se intenta esconder debajo de un asiento cuando ve que la puerta se abre, pues sabe que es la siguiente. Su tío, que la acompaña porque sus padres están trabajando, intenta animarla haciendo que se le olvide ese miedo y que salga de su escondite:

-Pero si no duele nada, si es un momentito… ¿Cómo puedes tener miedo de eso? ¡Con lo mayor que eres, Olga! Deja de comportarte como un bebé y sal de ahí, anda, que la enfermera se va a enfadar.

De la consulta sale un enfermero preguntando por Olga. Su tío, muy enfadado, le contesta:

-Pues mire, es que no quiere salir porque es una miedica y cree que le van a hacer daño. Esta niña es un demonio, yo no sé qué hacer con ella.

El enfermero y otra enfermera van a donde se encuentra la niña, se agachan para ponerse a su altura y el auxiliar le dice, lo más calmado que puede:

-Hola, Olga. Me llamo Marcos y quiero ayudarte a pasar este trago lo mejor posible. Es normal que sientas miedo. Pero ¿qué es lo que te da miedo: ver la aguja, el dolor, ver la sangre salir?

Olga susurra:

-Todo.

-Mira, yo sé que duele un poco-continúa Marcos-, pero mi compañera Raquel, que es enfermera, tiene trucos para que sea lo más llevadero posible. ¿Quieres que te los cuente a ver lo que te parecen?

Olga, aún con miedo, asiente con la cabeza. Y la enfermera prosigue:

-Hola, Olga. Mira, no te voy a engañar, duele que te pinchen. Pero si no tengo que buscar mucho tu vena, va a ser un rato muy pequeño. Hay niños a los que les ayuda coger un juguete, o no mirar a la aguja o respirar muy despacio, como si no quisieras apagar una vela que tienes delante, solo mover la llama. O a lo mejor puedes cerrar los ojos. O puedes coger la mano de Marcos y apretarla muy muy fuerte. O, como dice Campanilla, pensar en algo encantador. ¿Qué te parece?

La escena no termina rápido y Olga, por supuesto, sigue teniendo miedo, pero al menos se siente comprendida y en cierto modo respetada, lo que hace que aborde este trance más tranquila.

Claves para ponernos en el lugar de nuestros hijos

En muchas ocasiones, las necesidades de nuestros hijos y las nuestras no coinciden en nada: tenemos prisa, tenemos interés en guardar una corrección, creemos que está bien valorado no mostrar nuestras emociones en público, estamos cansados de aguantar tanta intensidad… Pero nuestros hijos, generalmente, no entienden de prisas, entienden el ahora, no comprenden la necesidad de guardar una corrección, no ven problema en expresar sus emociones de modo intenso en público… De ahí nace un conflicto que puede alejarnos, exasperarnos y desbordarnos. Pero podemos tener en cuenta claves para tratar de mantener esa conexión con nuestros hijos:

  1. Comprender que tenemos necesidades diferentes y que están en conflicto. Esto nos ayudará a no echar más leña al fuego pensando que “me quiere hacer la vida imposible” o que “no hay quien pueda con mi hijo” o incluso que es malo.
  2. Intentar abordar la situación desde la calma. Respirar o desconectar de la situación un momento nos puede ayudar en este sentido
  3. Ponernos físicamente a su altura y mirarlos a los ojos. Así nos será más fácil conectar.
  4. Preguntar (y escuchar) para comprender, no para juzgar. Los adultos solemos pensar que sabemos lo que les pasa a nuestros hijos y solemos juzgarlos. Pero si preguntamos para comprender, sentirán que los estamos escuchando y que queremos ponernos en su lugar.
  5. Recordar que también fuimos niños. Seguramente si recordamos nuestra infancia reviviremos el miedo a los pinchazos, cómo echábamos de menos a nuestros padres y después no nos despegábamos de ellos o cómo nos daba por hablarles mal para sentirnos vencedores y vengarnos de algún daño.
  6. Reflexionar juntos sobre posibles salidas a la situación, haciéndole protagonista de la situación. Sentirse con cierto control sobre las situaciones le hará relajarse, verse como importante y considerar que es comprendido.

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Educar es Todo es un proyecto cuyo objetivo es colaborar con madres y padres en su labor educativa. Uno de los pilares fundamentales de una buena sociedad es apoyar la tarea de las madres y padres que lideran los hogares y la educación de sus hijos. Por eso, queremos acompañarlos en este apasionante viaje educativo, aportando ideas, reflexiones y estrategias que les ayuden a conseguir ese objetivo, que entendemos que es el de todos. Esperamos que también el tuyo.

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