Frases prohibidas: “¡Déjate de chorradas!”

Muchas veces despreciamos los problemas y opiniones de nuestros hijos como pequeños e insignificantes comparados con los nuestros, que son grandes e importantes. Y lo hacemos con una buena intención: evitar que se preocupen. Pero quizá haya una forma más respetuosa de conseguir que superen sus problemas y Adela y Luis lo descubrieron.

Muchas veces despreciamos los problemas y opiniones de nuestros hijos como pequeños e insignificantes comparados con los nuestros, que son grandes e importantes. Y lo hacemos con una buena intención: evitar que se preocupen. Pero quizá haya una forma más respetuosa de conseguir que superen sus problemas y Adela y Luis lo descubrieron.

Adela y Luis tienen tres hijos (Álex, de 11, Clara, de 7 y Samuel, de 3 años) y millones de conflictos. Todos los días cuando los niños salen del cole les acribillan, como si fueran metralletas, con los problemas que han tenido en el colegio: que si la monitora de comedor me ha castigado sin recreo, que si hoy su amigo le ha pegado, que si la profesora quiere una tutoría…  A los padres de estos tres niños les estalla la cabeza a los dos minutos de verlos. Y tratan de cortar “por lo sano” cuando tienen prisa. Y entonces, como lo que les cuentan les parece muy poca cosa y además no hay tiempo para escuchar, les sueltan:

-Dejaos de chorradas, nos vamos ya.

Luego el ritmo de la tarde, con extraescolares, parque, baños, deberes, cena y cansancio, parece no dejar mucho tiempo para retomar la conversación frustrada. Y realmente Adela y Luis no suelen dar importancia a estos pequeños “titulares del día” al lado de los problemas grandes que tienen en su trabajo: Luis está en medio de un ERE y es parte del comité que lo está negociando y a Adela le han propuesto un traslado a Londres, propuesta a la que debe dar contestación en apenas una semana. Pero los niños, que suelen dar ese telegrama diario como una forma de desahogo de su malestar, a veces se sienten ninguneados y poco importantes. Hasta que un día, Clara, ante otra de las frases malditas de “Dejaos de chorradas”, lanzó una reflexión al aire, en un tono extremadamente triste, que hizo pensar mucho a su madre:

-Para ti son chorradas, para nosotros es nuestra vida. Si vosotros no nos escucháis, ¿quién lo hará?

Desde entonces, Adela se planteó la necesidad de parar y hablar con Luis sobre esta opinión sabia de su hija. Y parando a pensar sobre esta situación y sobre la tristeza que parecía provocar en sus hijos, Adela y Luis se dieron el permiso, como nos dice Fernando Botella, de hacer las cosas de un modo diferente. Conscientes de que la salida del colegio no parecía un escenario apropiado para una charla tranquila, decidieron contestar a los niños, tras los titulares del día:

– ¿Qué os parece si hablamos de este tema a la hora de la cena? ¿O preferís contárnoslo ahora en el parque?

La primera vez que pronunciaron esta frase, la expresión de Clara cambió desde la tristeza y la resignación (esperaba la respuesta de siempre) hacia la incredulidad y la alegría (“¿He oído bien?”). Y Adela y Luis tuvieron que reencajar el puzzle de las tardes para que cupiera una pieza más, la charla familiar sobre cómo había ido el día. Y se mostraban empáticos, escuchaban con atención, proponían que pensaran soluciones y manifestaban su confianza en que sabrían resolver los pequeños conflictos del día a día, que ya nunca volvieron a ser chorradas.


 

Imagen de portada: Sad girl. Andy/Flickr

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