Frases prohibidas: “No seas tonta”
Parece una frase inocua y parece que, cuando se la decimos a alguien, no le estamos llamando tonto. Pero, ¿entiende el cerebro de la persona que lo escucha lo mismo? ¿O entiende que lo llamamos tonto? Lo vemos con la historia de Ana y Elisa.
Ana es una niña alegre de 4 años que está dando un paseo con unos amigos por un precioso bosque. Le acompañan sus padres, unos amigos de sus padres y la hija mayor de estos, que tiene ya 12 años. El paisaje es precioso y Ana corretea por allí y por allá para disfrutarlo, como queriendo captarlo todo. La chica de 12 años, Elisa, le sigue la corriente y los padres se quedan atrás, paseando más tranquilamente. Elisa se está quedando sin aliento, Ana no para de corretear. Así que en un momento dado Elisa le dice:
-Ana, ¿por qué correteas tanto?
Y Ana, sin parar de correr y sin perder el aliento, le contesta:
-Porque quiero ver dónde están las hadas.
Elisa no puede contener su condescendencia:
-¡Venga ya! No seas tonta, las hadas no existen.
Y enseguida Ana se pone a llorar y corre hacia sus padres, diciendo, con tremenda pena:
-¡Elisa me ha llamado tonta!
Elisa, desconcertada y con voz de arrepentimiento, les dice:
-No, solo le he dicho que no sea tonta…
El padre de Elisa decide hacer con su hija un ejercicio.
-Elisa, cierra los ojos. Quiero que no pienses en un coche rojo.
Elisa se pone a reír porque a su mente ha venido automáticamente Rayo McQueen en persona.
-Papá, eso es imposible.
Y entonces su padre le dice:
-Claro, Elisa, tu cerebro no ha entendido el no. Pues lo mismo pasa con la frase que le has dicho a Ana, no ha podido entender que no la estabas llamando tonta.
Elisa se acerca a Ana y se pone a su altura y le dice:
–Perdona, Ana. No creo que seas tonta, al revés, pienso que eres muy lista y no tenía que haberte dicho esto. ¿Seguimos buscando hadas? Yo nunca he visto por aquí, pero ¿quién sabe?
Y Ana y Elisa se ponen a corretear muy contentas por todo el bosque.