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Frases prohibidas: “¡Qué mal te portas siempre!”

Los padres de Santi le decían que "se portaba siempre mal" cuando corría por los pasillos de un hipermercado. Hasta que su padre vio el lado positivo a ese hábito e hizo sentir a Santi como alguien capaz de ayudar y de ser reconocido.
Gabriela Pinto Gestionando Hijos

Los “siempres” (“siempre te portas mal”, “siempre te peleas”, “siempre me mientes”, por ejemplo), los “nuncas” (“Nunca me escuchas”, “Nunca me obedeces”, “Nunca hablas bien”, por ejemplo) o las etiquetas (“eres un egoísta”, “eres malo”, “eres tonto”) no ayudan en nada a educar, porque no ofrecen información honesta que invite a solucionar un problema, antes al contrario, ofrece un juicio que anima a enquistar el conflicto por el llamado efecto Pigmalión  (si decimos a un niño que siempre se porta mal, sentirá que ha de cumplir con esa profecía). Ya nos lo decía María Soto citando a Jane Nielsen: ¿De dónde sacamos la loca idea de que para que un niño se porte bien hay que hacerle sentir mal?”.

Santi tiene cuatro años y muchísima energía. Le encanta correr y no para de hacerlo en cuanto sale del colegio. Sus padres, Salva y Sonia, no paran de decir que “se cansan de verlo”. Un día, Santi y Salva van a un gran hipermercado a hacer la compra semanal de comida. Santi está encantado con la idea de correr por los largos pasillos del establecimiento, como siempre suele hacer hasta que sus padres se enfadan y lo cogen. La verdad es que,  pensándolo bien, la compra semanal con Santi siempre suele tener el mismo patrón: al principio Santi va tranquilamente sentado en el carrito de la compra, pero empieza a aburrirse y pide a sus padres que lo bajen del carro, sus padres le dicen que debe quedarse cerca y le advierten de que “no corras, como haces siempre”, pero el niño, irremediablemente, al poco se pone a correr como loco. Llega un momento en que lo pierden de vista un segundo o, con sus carreras, el niño se cae o tropieza con algún artículo y se cae. Un día que Salva y Sonia preferirían olvidar, Santi le dio sin querer a una lata de melocotón en almíbar durante una de sus carreras y se cayó la torre entera de latas casi encima del niño. Salva y Sonia no sabían dónde meterse:

-Pero Santi, mira lo que has hecho. ¡Lo has tirado todo!

-No lo he tirado, mamá, se ha caído. Ha sido sin querer – le contestó el niño haciendo uso de una precisión de lenguaje impresionante.

-¿Por qué siempre te portas taaaaan mal?- le soltó su padre, desesperado.

Y sí, la frase de “¡qué mal te portas siempre!” es un ingrediente que nunca falta en las visitas de esta familia al hipermercado.

Hasta un buen día, hasta el día en el que empieza nuestra historia. Porque Salva, después de haber hablado con la profesora del niño, que les ha contado cómo aprovecha la energía desbordante de Santi para que se sienta de ayuda en clase, tiene un plan. Y entonces, en cuanto se meten en el hipermercado, Salva le dice:

-Santi, necesito tu ayuda. Tenemos que hacer la compra en 30 minutos y si la hago yo solo no me da tiempo. Tú, que corres muy veloz, ¿podrías ir a buscar corriendo las cosas que te diga y que hay en la lista?

A Santi, que se esperaba otra velada de regañinas, accidentes y aburrimiento, se le iluminan los ojos. “¡Mi papá cree que le puedo ayudar!”, piensa. “¡Y lo mejor es que puedo correr!”. Así que Salva le pide a su hijo que se meta él en un pasillo donde Salva se queda esperando y coja un artículo. Si Santi no llega a cogerlo, Salva lo coge a caballito y entre los dos consiguen el premio. Y Santi corre pasillo va, pasillo viene, con cuidado y encantado y feliz. La compra está hecha en apenas 20 minutos y Santi está radiante de haber sido de gran ayuda para su padre. Salva, que no tenía demasiada fe en este plan, está realmente impresionado. Y le dice a su hijo:

-Santi, ¡lo hemos logrado! Me ha encantado que me hayas ayudado. ¿Te ha gustado?

-Sí, papá, ha sido la mejor compra de la historia.

Recordemos que María Soto nos decía en su taller: “Lo que mueve el comportamiento de los niños, y también el nuestro, es el sentido de pertenencia”. Nuestros hijos, por tanto, “tienen maneras equivocadas de buscar pertenencia, toman malas decisiones por inexperiencia”.

Seguro que muchos de nosotros y nosotras podemos, como hizo Salva gracias a una idea de la profesora, ver el lado positivo de algunas cualidades de nuestros hijos que a veces nos parecen un incordio y aprovecharlas para que nuestro hijo o hija sienta, como nos decía María Soto, que es importante y reconocido por su familia.


Imagen: 235/365 – 5/31/2011 – Gabriela Pinto/Flickr

 

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