Quizá por vivir en una sociedad muy competitiva, tal como la describió Noelia López-Cheda en su ponencia, el error no tiene muy buena prensa. Tenemos miedo de equivocarnos y nos sentimos presionados para acertar, para tener éxito, para hacerlo todo bien, para ser perfectos. Y en este contexto nuestros hijos terminan entendiendo que el error es malo. Pero ¿y si les animáramos a aprender de los errores, a reflexionar sobre ellos y a superarnos gracias a las lecciones que esos errores nos han brindado? Lo vemos con la historia de Julio, que se frustra porque una exposición oral en clase le salió mal.
Cuando va a buscar a su hijo al colegio, Amanda se da cuenta enseguida de que Julio no ha tenido un buen día.
-¿Qué te ha pasado, Julio?- le dice.
–Me ha salido mal la exposición oral. ¡No quiero volver a hacer una nunca más! Y ahora no quiero hablar del tema.
-Vale, cuando quieras hablar me lo dices.
Su madre deja pasar el tiempo hasta que el niño se calma y parece dispuesto a hablar:
-Jo, mamá, lo preparé tanto… Pero hoy me he puesto tan nervioso que se me han olvidado muchas cosas, he hablado muy bajito, he olvidado enseñarles las fotos de nuestro viaje… He cometido miles de errores. No se me da bien y no voy a hacer otra- dice, muy triste, Julio.
La madre, al verle tan derrotista, intenta comprenderlo y animarlo
-Ay, Julio, siento que haya salido mal. Es verdad que lo habías preparado muy bien, pero a veces los nervios nos nublan, ¿verdad?
Su hijo asiente con la cabeza.
-Pero cariño, a nadie le salen bien las cosas a la primera. Todos los días nos equivocamos y aprendemos de los errores. Mira, yo hoy he tenido una reunión con un cliente y se me ha olvidado comentarle una cosa muy importante. Y claro, me ha molestado mucho y me he enfadado conmigo misma porque me he equivocado. Cuando me he calmado he pensado: ¿qué puedo hacer para arreglarlo? Y anda que no me he equivocado contigo cuando estoy nerviosa, ¿verdad?
Julio escucha con atención a su madre y se queda pensativo.
–Es que a mí no me gusta equivocarme, quiero hacer las cosas bien siempre.
Amanda sonríe con ternura, abraza al niño y le dice:
-Eso es muy bueno, que quieras hacer las cosas bien. Pero para eso hay que equivocarse mucho, porque cuando uno está aprendiendo se equivoca y porque no somos perfectos, cariño. Lo importante es que quieras aprender y mejorar.
Julio, ya más calmado y menos derrotista, le dice entonces a su madre:
– Creo que la próxima vez estaré menos nervioso y me llevaré un esquema para que me sirva de guión. ¿De qué tema crees que estaría bien hacer la siguiente exposición?
Aprender juntos de los errores y cooperar en lugar de competir son apuestas que sustentan el Pacto por la educación en equipo, compromiso que une a toda la comunidad educativa. Conoce más aquí: http://www.equipoeducativo.com/