Frases que ilusionan: Si nos apoyamos, educar es más fácil
Como nos dijo Sonsoles Ónega, ser madre o padre se podría definir como “la tarea titánica de criar y educar hijos” y en esta tarea, aseguraba, “tienen que estar los dos”. Aunque cualquiera que haya tenido bebés sabe que desde el primer momento hay muchos más que dos metiéndose en la forma de criar y educar a nuestros hijos: familiares más o menos lejanos, desconocidos en la calle que nos advierten de grandes peligros porque llevamos al bebé muy abrigado o demasiado desabrigado, miraditas de desaprobación porque no logramos eliminar de un chasquido una rabieta… Carles Capdevila, en una entrevista, nos decía que “se educa en todas partes”. Hay muchas opiniones muy interesantes sobre educar, podemos aprender mucho de padres y madres pero también nos exponemos a los juicios de mucha gente que critica nuestra forma de educar, que trata de aleccionarnos, que pertenece al otro bando… Pero lo cierto es que si en lugar de juzgar nos apoyáramos, educar y criar podría ser más fácil. Lo vemos con la historia de Emma, una mamá que en una cafetería quiso ayudar a una mamá desconocida a calmar a su bebé en lugar de juzgarla.
Emma está comiendo con sus hijos de cinco y ocho años en una cafetería. Los chicos están más o menos revoltosos y Emma trata de mantenerlos un poco tranquilos en medio de miradas de desaprobación del resto de los clientes de la cafetería. En un momento dado, entra en la cafetería una mujer con dos hijos pequeños, uno de ellos un bebé recién nacido que duerme plácidamente. La madre se dirige con prisa con la niña mayor al baño. Emma sonríe, estará dejando el pañal. Deja el carro del bebé al lado de una mesa que podrá ver con facilidad desde el baño. Segundos después, el bebé comienza a llorar. Emma se levanta, dudosa -¿se pondrá la madre nerviosa porque una desconocida atienda a su hijo?, ¿es mejor esperar que salga ella?-, y decide menear el carro del bebé mientras le canta una nana. Sorprendentemente no se pone a juzgar a la madre por dejar un bebé fuera de su campo de visión en una cafetería llena de desconocidos, solo piensa en ayudar para que el bebé se calme. Porque lo cierto es que ella ha estado allí: con una niña a la que se le acababa de quitar el pañal y un bebé recién nacido. Muy poco tiempo después, la madre sale del baño con la hija y no se asusta al ver a una desconocida cuidando a su bebé, sino que lo agradece.
La suerte ha querido que en ese momento los hijos de Emma estén tomando tranquilamente un helado, así que Emma ha podido atender con tranquilidad al bebé, que claramente tiene hambre. La madre del bebé, que se llama Vega, saca de la bolsa del carro un biberón, mientras la hija mayor le reclama porque quiere un helado. La madre está preparando el biberón y le pide a su hija que espere, pero la niña no puede resistirse. De nuevo Emma no se para a juzgar por qué no le da el pecho, por muy partidaria de la teta que es ella. No, en lugar de juzgar Emma le pregunta a Vega si la niña puede tomar los helados que ha pedido para sus hijos y le invita a a coger una cuchara para tomar de los helados de sus hijos.
Mientras tanto, Vega le dice a Emma:
-Uf, es muy difícil atender a los dos a la vez.
-Ya, te entiendo, me pasaba igual. Luego la cosa mejora, ya verás. – intenta tranquilizarle Emma.
-Muchas gracias por ayudarme, de verdad. Así es más fácil.
-Claro, es que si no nos ayudamos los padres y las madres… educar y criar es mucho más complicado.
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