Estamos preocupados, y es normal, porque estamos viviendo una situación sin precedentes y no sabemos bien ni cómo gestionarla ni cuáles serán las consecuencias que se deriven de la misma. Por eso, hemos trasladado las dudas que más estamos oyendo en los últimos días a la psicóloga Úrsula Perona, para que nos arroje un poco de luz sobre la confusión que ahora impera.
1. Úrsula, hemos oído mucho últimamente que tenemos que intentar abstraernos y engañar a nuestro cerebro, ¿qué consejos nos das para poder conseguirlo?
Creo que es importante tener varios aspectos en cuenta:
– Al cerebro lo podemos engañar, a nuestras emociones no. Estamos oyendo sin parar estos días la necesidad de mantener ocupados, distraídos, de no focalizarnos todo el tiempo en pensamientos negativos catastróficos, y es cierto que estas estrategias son positivas y muy importantes para evitar obsesionarnos. Pero tampoco podemos olvidar que también es importante permitirnos, en determinados momentos, experimentar las emociones que esta situación está desencadenando. Bloquearlas, negarlas o tratar de huir todo el tiempo de ellas es negativo también. Así que es importante dedicar un espacio de tiempo a permitirnos sentir la desazón, el miedo, la ansiedad o la frustración que nos pueda estar produciendo el confinamiento. Durante ese espacio de tiempo, solo debes respirar. Y permitirte experimentar las emociones libremente. Meditar puede ayudarte a ello.
Pero no podemos caer en este estado todo el tiempo. Por lo que es recomendable reservar un tiempo para ello, y después volver a activarnos y continuar con la actividad.
A menudo evitamos entrar en contacto con las emociones que consideramos negativas, o que son perturbadoras, porque tenemos la creencia de que si nos permitimos experimentarlas, luego no podremos salir de ese estado. Que nos deprimiremos, o nos arrastrará la preocupación, o nos quedaremos anclados en la tristeza.
Pero no es así. Cuidarnos también es permitirnos, durante algunos períodos de tiempo, dejar libres nuestras emociones.
– El resto del tiempo, mantener nuestra mente ocupada y nuestros pensamientos bajo control es fundamental para sobrellevar esta situación.
La mente, cuando está ocupada en una tarea que le exige mucha atención, no tiene capacidad de atender a otras cosas, como por ejemplo las preocupaciones. Por lo que una buena manera de evitar estar rumiando todo el tiempo puede ser mantener el cerebro activo y ocupado: crucigramas, sudokus, trabajo, leer, escribir…
– Cuando las preocupaciones aparezcan de forma insistente (y con ellas el malestar emocional), debemos postergarlas al “momento de preocuparnos”. Si tratamos simplemente de dejar de pensar en algo, no funciona, al revés, todavía pensamos con más fuerza. Pero si postergamos esa preocupación, nuestro cerebro entiende que ese pensamiento será atendido en otro momento, y por lo tanto nos dejará tranquilos. Hay que elegir un “momento de preocuparse” , un momento tranquilo todos los días en el que pondremos por escrito, ahora sí, todas nuestras preocupaciones.
Otra manera de manejar las preocupaciones y la ansiedad que nos producen, es tratar de preocuparnos solo de los problemas actuales, no de todas las posibles situaciones negativas que podrían suceder. SI llegan a suceder, ya nos preocuparemos de ellas ( y buscaremos soluciones a los retos que nos planteen), cuando lleguen.
2. ¿Qué consecuencias psicológicas puede tener en nosotros y nuestros hijos este periodo de confinamiento?
Nos encontramos con una situación nueva, para la que aún no tenemos muchas respuestas. Existen algunos estudios que han analizado las secuelas de aislamiento prolongados, por ejemplo, en niños hospitalizados, pero las circunstancias son diferentes (el niño está en el hospital, está enfermo) y no coinciden con las actuales, por lo que no se pueden extrapolar los resultados.
Los niños (y el ser humano en general) tiene una gran capacidad para adaptarse. Es posible que, cuando todo esto acabe, no haya grandes consecuencias psicológicas a largo plazo para la mayoría de personas. Otras pueden desarrollar ansiedad por la salud, hipocondría, trastorno por estrés postraumático, o compulsiones (miedo a contraer enfermedades, lavado compulsivo de manos), pero dependerá mucho de factores interindividuales (como si hay trastornos psicológicos previos, vulnerabilidad psicológica) y también de la vivencia de cada uno (no será lo mismo para un sanitario expuesto a largos períodos de estrés, que para una persona mayor completamente sola, o para una familia con niños).
Pero como decía, aún no podemos saberlo a ciencia cierta.
3. ¿Cómo podemos explicarles a nuestros hijos todo lo que está ocurriendo?
Pues con lenguaje claro, sin darles más información de la que necesiten. Sin mentir, pero tampoco sin alarmar. Y, a los más pequeños, edulcorándoles un poco la información y ocultando la que no puedan manejar por su corta edad. No hay necesidad de hacerles sufrir ni preocuparles innecesariamente.