La tristeza y el enfado pueden ser buenas emociones: así puedes enseñar a tus hijos a gestionarlas

La gestión emocional permite a los niños ser dueños de sus conductas y de los comportamientos con los demás

La gestión de las emociones de nuestros hijos e hijas es un tema complicado, sobre todo para las madres y padres que no hemos sido educados en inteligencia emocional. Sin embargo, si dedicamos esfuerzo y constancia a trabajar en ello, podemos conseguir, entre otras cosas, comprender mejor a nuestros hijos y también a nosotros mismos.

Begoña Ibarrola, psicóloga y experta en educación emocional, nos habló sobre cómo tratar de gestionar nuestras emociones y las de nuestros hijos en esta ponencia. Y es que la gestión emocional es más importante de lo que muchos piensan, ya que “si las emociones se reprimen, nos hacen daño a nosotros; y si se expresan de mala manera, hacen daño a los demás”.

Pero ¿qué podemos hacer las madres y padres para gestionar los sentimientos de nuestros hijos?

Begoña explicó que las emociones “son herramientas para movernos en el mundo, para dar respuestas polivalentes, flexibles, incluso para poder tomar decisiones”. Y es importante tener en cuenta que “todas las emociones son legítimas, no podemos decir que unas son buenas y otras son malas; todas sirven para algo”, solo las tenemos que educar.

Las 5 emociones básicas y cómo gestionarlas

Existen numerosas emociones, Begoña nos habló de las 5 más reconocidas y nos dio algunas claves para poder gestionarlas

La alegría

La emoción más sencilla de gestionar. “La alegría favorece el bienestar, la salud, la comunicación”, apunta Begoña. Sin embargo, los momentos de alegría se celebran poco en familia y “tendríamos que buscar todos los días momentos para celebrar algo, para divertirnos juntos”. También los docentes en el aula tienen que provocar experiencias de éxito, “para que sus alumnos sonrían y digan: ¡yo puedo, yo valgo!”.

La tristeza

Este es el verdadero examen de las madres y los padres, porque nadie quiere que sus hijos sufran, pero tampoco nadie puede evitarlo. Tan importante es saber gestionar esta emoción que una mala gestión de la misma puede conllevar una depresión, por esta razón, “una buena gestión emocional es también prevención de salud mental”. Cuando nuestros hijos están tristes, por lo tanto, nuestro papel es acompañarlos, escucharlos, empatizar con ellos… no bloquear su tristeza”.

El miedo

El miedo nos protege, nos hace ser prudentes ante determinadas situaciones. Sin embargo, “controlar y gestionar bien el miedo va a impedir que nuestros hijos e hijas entren en fobias”. Por eso, decirles que “no pasa nada” no es una buena opción. En lugar de esto, podemos decirles que estamos ahí para ayudarles, animarlos a que se enfrenten a sus miedos. Porque Begoña, “ser valiente no es no tener miedo, ser valiente es ser capaz de enfrentarte a tus miedos”.

El enfado

La emoción que más nos cuesta gestionar. Es importante enseñarles a enfadarse bien, es decir, expresar que estás enfadado, usar un tono de voz rotundo, poner cara de enfado… pero no insultar o agredir, ni tampoco reprimirlo. Por eso la clave en estas situaciones, según Begoña, reside en “no unirnos a su caos y actuar desde la calma”.

El amor

“Es la emoción que permite el crecimiento sano y equilibrado de la familia”. Esto es porque “aporta seguridad, mejora la autoestima de nuestros hijos e hijas, les invita a atreverse, a ser autónomos”, pero hay que tener en cuenta que el amor, mal gestionado, puede conducir a una dependencia emocional.

 

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Marina Borràs

Cuando era pequeña me sentaba a diez centímetros de la televisión para ver las noticias todas las mañanas antes de ir al cole. Cuando crecí un poco, se dieron cuenta de que la razón por la que me acercaba tanto al televisor era porque necesitaba gafas, aunque yo prefiero pensar que por aquel entonces ya había encontrado mi pasión: de mayor quería ser periodista. Y así fue. Estudié periodismo y comunicación política, y sigo formándome en los temas que me apasionan: educación, igualdad de género y nuevas tecnologías.

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