Si pudiéramos presionar un botón que nos asegurara que nuestros hijos no volvieran a sufrir nunca, seguro que para muchos de nosotros un primer impulso nos gritaría: ¡púlsalo!
Sin embargo, si nos paramos a pensar, ¿cómo creéis que se crece y se madura más? ¿Gracias a los buenos momentos, llenos de felicidad y alegría? ¿O enfrentando los malos y encontrando recursos para superarlos?
Ningún padre o madre desea el sufrimiento de su hijo, claro está. Pero tampoco ninguno puede evitarlo. Por eso es fundamental que nosotros, los adultos, proporcionemos herramientas a nuestros hijos e hijas para que aprendan a gestionar sus emociones. Todas ellas; las que consideramos positivas y las que no lo son tanto. Solo así serán capaces de madurar y convertirse en personas autónomas y capaces de autorregularse emocionalmente.
Somos seres que sentimos y que pensamos
Begoña Ibarrola comenzó indicándonos que debemos enseñar a nuestros hijos, e interiorizar nosotros mismos, que somos seres que sentimos desde antes de nacer, y también seres que pensamos. Con esto, Begoña Ibarrola quiso hacer hincapié en que muchas veces nos centramos en el desarrollo cognitivo de nuestros hijos e hijas, que está muy bien y es muy necesario, y dejamos a un lado el desarrollo y la gestión emocional.
Una de las claves que tenemos que entender es que “cada vez que sentimos una emoción, se produce un estado cuerpo-mente. Cada vez que vuestros hijos entran en pánico o tienen una pataleta, entran en un estado cuerpo-mente diferente al estado anterior, y eso les impulsa a actuar de una determinada manera dependiendo de la emoción que estén sintiendo”, aclara Begoña.
Cada una de las emociones que sentimos nos predispone a actuar de una determinada manera, por eso Begoña afirmó que “educar las emociones de nuestros hijos y las nuestras pasa por aprender a controlar, a regular esa expresión, a saber qué sí puedo hacer y qué no debo hacer para no hacer daño ni a los demás ni a mí”.
Emociones buenas y emociones malas
Como Begoña apuntó, hay emociones que consideramos como buenas y otras como malas, porque así lo hemos asimilado. Sin embargo, hay algo muy importante que debemos interiorizar y enseñar a nuestros hijos e hijas: “Todas las emociones son legítimas. Todas tienen algo que aportarnos, sino no vendríamos con ellas en el código genético. Lo que pasa es que hay que saber qué hacer con ellas”.
Estas emociones a veces surgen a causa de factores externos, provocadas por otras personas, pero también podemos provocarnos emociones a nosotros mismos a través de los pensamientos y de los recuerdos. Begoña Ibarrola puso este ejemplo:
“Llegan las Navidades y de repente te acuerdas de alguien que ya no está. Es como una nube que pasa por delante y cambia tu estado de ánimo. Puedes hacer dos cosas: compartirlo o no. Pero, si todos los demás lo están pasando bien, puede que no sea buen momento para hablar de alguien que se ha ido, habrá otros momentos”. Todo esto forma parte de la gestión emocional que queremos para nuestros hijos e hijas.
Por lo tanto, tenemos que enseñar a nuestros hijos que todas las emociones son legítimas y que no se pueden prever. Pero, “sentir es una cosa y expresar es otra”. Y este punto es importantísimo: el desarrollo de la inteligencia emocional se concreta en la expresión, no en lo que sentimos.
En su ponencia en el evento de Gestionando hijos en Oviedo, Begoña Ibarrola nos contó todo esto y, además, hizo un repaso por las principales emociones que sentimos y las expresiones que suelen ir asociadas a las mismas. Aquí os dejamos su intervención completa para que podáis aprender todas las claves que nos dio la psicóloga, ¡que la disfrutéis!