Cuando nos preguntan qué queremos que sean nuestros hijos, siempre decimos que queremos que sean felices. Pero esta respuesta, como nos dijo el neuropsicólogo infantil José Ramón Gamo en un webinar junto a la ONG World Vision “es muy ambigua. Lo que en realidad yo quiero es que mis hijos tomen buenas decisiones, porque si toman buenas decisiones, la probabilidad de que sean felices es mayor que si toman malas decisiones”.
Volver a ver el webinar: Neurociencia y valores: los beneficios de educar en la solidaridad
Ahora bien; ¿qué es lo que nos permite a los seres humanos tomar buenas decisiones?
Para responder a esta pregunta, Gamo nos remitió al funcionamiento del cerebro.
¿Cómo funciona el cerebro?
Nuestro cerebro, tal y como nos contó el neuropsicólogo, “se pone a trabajar a partir de los deseos. Puede ser un deseo muy sencillo (beber un refresco) o complejo (ser astrofísico)”.
Es decir, experimentamos un deseo y, a partir de ahí, empezamos a experimentar emociones sobre cómo me voy a sentir si consigo lo que deseo (esto es lo que denominamos motivación). Después empiezan a aparecer ideas sobre cómo debo pasar a la acción para conseguir lo que deseo.
¿Qué ocurre? “Que cuando emerge un deseo que puedo satisfacer de forma sencilla (por ejemplo, abrir la nevera y coger ese refresco), tengo que tener mucho autocontrol si lo que deseo no me beneficia y no es una buena decisión”, nos explicaba Gamo.
Para poder tomar buenas decisiones necesitamos un sistema, que es como un filtro, que nos lleve a tomar control de lo que finalmente decido hacer, tomando conciencia de lo que deseo, pero también de que no es saludable beber tantos refrescos. “Todo este proceso lo realiza la función ejecutiva del cerebro, que nos permite tomar el control sobre las decisiones que vamos tomando”.
Aquí es donde viene la importancia del marco de valores.
La importancia del marco de valores
Para explicar la importancia del marco de valores a la hora de tomar buenas decisiones, Gamo nos ponía el siguiente ejemplo: “Si yo soy un adolescente que me estoy tomando algo con unos amigos en una terraza, y en la mesa de al lado hay una mujer mayor que al levantarse se deja olvidado el bolso en la silla, yo puedo tener el deseo de coger el bolso y abrir el monedero y ver si lleva dinero o un móvil… Si tengo valores, estos valores empiezan a activarse y a hacerme ver que no está bien lo que voy a hacer. Y, además, que aunque me perjudique no coger ese bolso (pierdo el dinero), entiendo que es la mejor decisión porque beneficia a la señora y lo correcto en este caso es beneficiarla a ella porque es su bolso y no el mío”.
Por eso es tan importante educar a la inteligencia en valores. “Imaginaos que hubiéramos vivido en una familia donde nos hubieran transmitido la idea de que todas las personas pelirrojas son peligrosas y no pueden ser consideradas personas como al resto. ¿Qué es lo que ocurriría? Que cuando yo tuviese un problema con un pelirrojo, aunque no sea un psicópata, puedo querer acabar con esta persona, que es algo que ya ocurrió en la Alemania Nazi. Y, además, no percibiré que estoy haciendo nada malo.De ahí la importancia de tener valores, porque estos serán determinantes para tomar buenas decisiones”, concluye Gamo.
La empatía, la clave de la cooperación desinteresada
Sabemos que el ser humano presenta una característica de fábrica, que viene en todos los sapiens sapiens: la empatía (ser capaces de poneros en el lugar del otro). “La empatía es importantísima, porque nos lleva a cooperar con los demás de forma desinteresada, es decir, a ser altruistas. Y hoy en día sabemos que esta capacidad altruista aumenta las probabilidades de sobrevivir como especie y ser felices”.
Buenos hábitos morales
De la misma manera que inculcamos a nuestros hijos hábitos de higiene, descanso, alimentación, debemos inculcarles unos buenos hábitos morales que les permitan tomar esas buenas decisiones que les van a permitir ser felices.
¿Y estos hábitos morales como se inculcan?
- Primero, teniendo claros cuáles son esos buenos hábitos morales que queremos que adquieran
- Siendo ejemplo
- Recompensando esas buenas decisiones de dos formas: con reconocimiento social y con afecto, nunca con premios materiales. ·Esto solo hará que los niños pierdan el interés en hacerlo y empiecen a colaborar para sacar algo cambio, lo cual no interrelaciona bien con la felicidad ni con la supervivencia como especie”.
Felicidad colectiva
Gamo quiso concluir el webinar alertándonos de que “es imposible lograr la felicidad individual si no existe una felicidad colectiva, es decir, que por mucho que a mi me haga muy feliz bañarme en la piscina, si vivo en un marco/contexto injusto, violento, enfermo, no voy a poder ser feliz. Nuestros hijos van a llegar a conseguir esa felicidad individual a través de la felicidad colectiva, porque somos seres sociales”.
Por tanto, concluye Gamo: “si queremos que nuestros hijos sean felices, tenemos que inculcarles unos valores que le permitan obrar no solo por su bien, sino por el bien colectivo”.