Las notas de nuestros hijos e hijas es un tema que a todas las familias preocupa. No queremos que vayan mal en los estudios, y para evitar esta situación les solemos hacer pequeños chantajes: si sacas buenas notas, te hacemos un regalo.
Esto es un gesto que hacemos padres y madres con buena intención, creemos que así nuestros hijos seguirán la buena racha de sacar buenas notas. Cuando usamos los premios y castigos para incentivar a nuestro hijo a hacer algo, le estamos haciendo ver que solo le premiaremos cuando saque buenas notas, mientras que cuando saque malas habrá consecuencias negativas. Esto le puede hacer creer que solo es válido cuando hace las cosas bien, que no tiene permiso de equivocarse y que tampoco tiene margen de mejora. Asimismo, premiar constantemente a nuestros hijos puede convertirle en una persona materialista, que solo se motiva si tiene una recompensa material, por lo que puede hacerle pensar que el esfuerzo solo merece la pena cuando hay un regalo como fin.
Alabar sus capacidades y habilidades
Las notas pueden afectar mucho al autoestima de nuestros hijos e hijas. Puede que solo se sientan validados si sacan buenas notas, y sientan que no son buenos si sacan malas notas. Nuestro hijo no vale lo que valen sus notas. Nuestros hijos son personas muy valiosas independientemente de sus resultados académicos. Y esto es algo que tenemos que transmitirles para que no cimienten su autoestima en base a sus calificaciones escolares.
Elogia su esfuerzo y no sus notas
Cuando llegan las notas siempre nos centramos en la nota numérica: ha aprobado, ha suspendido, ha sacado muy buena nota… Dependiendo del resultado solemos reaccionar de un modo u otro. El filósofo y profesor José Carlos Ruiz nos cuenta que es vital que nos fijemos en su esfuerzo para que ellos vean que lo importante no son las notas, sino el esfuerzo que hayan hecho y el aprendizaje que hayan sacado. “Una de las cosas más importantes a tener en cuenta cuando se educa es que nuestros hijos perciban que valoramos el esfuerzo que ellos ponen y la asunción de responsabilidad que ellos van adquiriendo con el tiempo, porque si no es así, nos encontraremos con niños que quieren buscar el premio o la recompensa inmediata y que la motivación que les lleva a cumplir con su deber sea exclusivamente la adquisición del premio”.
Frente al tipo de frases que solemos decirles cuando sacan buenas notas “Has sacado un 10. ¡Qué listo que eres!”, podemos usar estas “Has sacado un 10 porque has ensayado suficiente, debes estar orgulloso” “Has obtenido esa nota por el esfuerzo que has hecho”.
Celebrar con ellos sus notas sin saberlas
Cuando se acerca el fin de curso, antes de que nuestro hijo o hija sepa sus notas, una forma de mostrarles que estamos orgullosos de ellos por el esfuerzo que han realizado es ir a celebrarlo con la familia de la forma que prefiramos o de la forma que nuestro hijo o hija elija. Así nos lo recomienda Ruiz: “Cuando ellos traen el boletín de notas, nos vamos a celebrarlo sin abrirlo. Lo celebramos en familia, en un restaurante que ellos eligen y lo que celebramos es que durante un trimestre han cumplido, de la manera más ejemplar posible, sus responsabilidades académicas. Y cuando volvemos, abrimos las notas y hacemos un análisis de los resultados. Si las notas han ido muy bien, nos congratulamos de que su esfuerzo haya dado frutos en el resultado y si no han ido bien, pues tendremos que ver cómo reforzar aquello que tienen que mejorar”, nos cuenta. “Lo más importante es que ellos vean que lo que se aprecia realmente es el proceso de trabajo y la interiorización del concepto de deber, y no tanto el resultado”, añade.
Quitarles poco a poco las recompensas externas a lo que logran
No solo con las notas solemos darles premios. También solemos hacerlo cuando ordenan su cuarto, cuando hacen las tareas del hogar que les tocan… Es importante que poco a poco dejemos atrás los regalos que les damos por cumplir con lo que tienen que hacer. “Hay que ir quitando estímulos externos al propio deber, porque el deber tienen que interiorizarlo, les guste o no les guste, ya que implica entender las circunstancias propias (deber personal y académico) y ajenas (forman parte de una microcomunidad, que es la familia y de otras comunidades como son su clase) tomando conciencia que lo que ellos hacen repercute más allá de ellos mismos”, señala el filósofo.