Cristina es la maravillosa mamá de Hugo, un niño listo, sensible y cariñoso de 5 años que, además, se aburría comiendo. Sencillamente no le gustaba comer. La hora de la cena era una lucha constante y toda la familia acababa agotada y de mal humor.
¿Qué hizo Cristina? Pues bien, acudió a nuestro curso “AEIOU” y ya con un buen manojo de recursos bajo el brazo, decidió poner en práctica la “estrategia de cambiar el foco” (que en el curso trabajamos precisamente en la I de Inspirar). Es decir, en lugar de poner el foco en el problema (la comida) e invertir ahí su energía, decidió poner el foco en Hugo y en aquello que sí le gustaba hacer a su hijo.
Así pues, Cristina se convenció (palabras textuales) de que “la comida ya no es importante para mí”. Procuró interiorizarlo lo máximo posible porque, como ya sabréis, suele haber siempre una vocecilla interior que como madre/padre te va repitiendo: “tiene que comer, tiene que comer…”. Pero ella echó mano de la autogestión, la hizo callar y se puso manos a la obra.
Llegó el momento de la cena. Cristina le puso el plato delante a Hugo y le dijo: “ Si no tienes hambre no comas, ¿vale? Es importante comer pero hay que tener hambre...”. Hugo le miró con cara rara, como diciendo: “¿A mamá qué le pasa hoy?”. Pero ella siguió como si nada, se sentó con él y escogió un cuento para jugar.
Pues bien, mientras iban jugando, Hugo —que estaba encantado con el juego— iba pinchando su hamburguesa y comiéndosela él solo ¡Hasta acabárselo todo! Cristina, asombrada (y súper esperanzada), no le quiso dar mucha importancia, prefirió normalizar la situación sin premios ni recompensas (recordemos que el foco ya no estaba en la comida). Así que, simplemente cuando terminó de cenar, siguieron jugando como si tal cosa. Lo que más sorprendió a Cristina no fue que su hijo se comiera toda la cena sino que además veía a Hugo feliz.
Al explicarnos esta historia, Cristina nos contó que más emocionante fue el momento de acostar a Hugo y oír sus palabras: “¡Qué bien nos lo hemos pasado hoy comiendo!, ¿verdad mami?” y, añadió: “A mí en realidad sí que me gusta comer, bueno no me gusta pero me gusta a veces“.
En realidad, lo que Hugo quería decir es que “así” SÍ le gusta comer (con presencia de verdad, sin riñas, sin amenazas, sin castigos, simplemente comiendo normal y, sobre todo, con toda la familia). Su mamá sólo le dijo: “te entiendo” y le dio un beso. Como ella nos dijo: “ya había pillado lo que me quería decir”.
Esta es la conclusión y el aprendizaje que Cristina nos contaba días después: “Es sorprendente la cantidad de información que recibimos sin preguntar, sin interrogar y de forma espontánea, cuando estás con ellos de verdad y te pones en su piel… En el fondo sé que a Hugo no le gusta comer, pero si le entiendo e intento que eso sea algo más llevadero, más normal y más fácil, supongo que dejará de ser un problema. ¡Aunque nunca sea un glotón!”.
Efectivamente, es así: cuando ponemos el foco en el problema, es allí donde se va nuestra energía y lo hacemos crecer. De alguna manera lo estamos “reforzando”. En cambio, cuando nuestra energía va dirigida a otros ámbitos que “sí funcionan” es mucho más fácil poder abordar estas pequeñas dificultades. Todo ello, claro, ¡siempre con grandes dosis de presencia y amor!
Esto es lo que nos dijo Cristina con motivo de la publicación de su historia inspiradora y meses después de acabar el curso:
“No os vais a creer el cambio que ha habido en Hugo: come perfecto, a veces hay que recordarle que pinche…pero porque se queda embobado en su mundo de fantasía, pero come bien, hace los deberes encantado, y se concentra mucho más. Esto es lo que he aprendido de poner el foco en él, en lo que realmente le hace feliz y en lo que es bueno. El otro día me dijo: “mami soy tan feliz, en el cole también porque todos me quieren mucho y yo me lo paso bomba” . Yo estoy convencida que todo este cambio es gracias a nosotros, a nuestro cambio de actitud, a que nos estamos poniendo en su piel, sin broncas, sin recriminar, simplemente porque le queremos tal y como es y nos encanta que sea así. Gracias por toda vuestra ayuda.”
Cristina, gracias a ti y a Hugo por compartir vuestra experiencia e inspirarnos con esta historia tan bonita.