A estas alturas sabemos de sobra la importancia del juego para el desarrollo emocional, social y físico de niñas y niños. Tanto es así, que jugar es un derecho reconocido en el artículo 31 de la Convención de los Derechos del Niño de Naciones Unidas. Sin embargo, si leemos los siguientes datos, podemos pensar que a pesar de saberlo, no lo hemos interiorizado:
- Solo el 10,3% de los niños menciona a sus madres y padres como compañeros habituales de juego.
- Solo el 18,3% juega habitualmente en espacios exteriores, tales como parques y calles. El 75% juega en espacios interiores privados (domésticos).
- No juegan a diario, sino cuando las actividades programadas durante la semana se lo permiten. Lo cual demuestra un abuso de las extraescolares.
- En resumen: se detecta una pérdida progresiva de espacios y tiempos libres para el juego en la vida de los niños y niñas de las sociedades modernas.
Son datos de un estudio sobre el juego infantil elaborado por IKEA, UNICEF, la Universidad Complutense de Madrid y la fundación Ashoka, del que hablarán en nuestro evento, el próximo sábado 24 de noviembre en Madrid, y para el que han entrevistado a más de 1240 niños y niñas de entre 3 y 12 años en diferentes puntos de España.
¿Qué nos está pasando? La experta en inteligencia emocional y gran defensora del derecho al juego de los niños, Mar Romera, contaba en una ponencia de uno de nuestros eventos que “no estamos teniendo en cuenta las necesidades de los niños, que son muy simples: jugar. Les hemos robado los espacios, les hemos robado el tiempo, la posibilidad de crear, porque incluso les hemos robado los juguetes”.
La divulgadora educativa y autora de los libros ‘Educar en el asombro’ y ‘Educar en la realidad’, Catherine L’Ecuyer llegó incluso a acudir al Congreso de los Diputados a defender el derecho de niños y niñas al juego y la necesidad de un cambio de paradigma en la educación. “¿Por qué los niños suben los toboganes escalando en vez de por las escaleras? Y les decimos: “¡No hagas eso!”. ¿Por qué lo hacen? ¿Por mala educación? No. Lo hacen porque buscan retos que se ajustan a sus capacidades. Jugar es eso. ¡No es perder el tiempo! Es buscar retos que se ajustan a nuestras capacidades. Imaginemos una sociedad en la que el juego tenga un papel clave en la infancia. Imaginemos unas personas acostumbradas desde pequeños a buscar retos que se ajusten a sus capacidades. Habría más emprendedores, más innovación, más creatividad. Habría más motivación interna, más interés por aprender y por trabajar” contaba en su intervención.
El juego favorece las destrezas que hoy pueden considerarse necesarias para que en un futuro estos niños y niñas contribuyan a cambiar la sociedad: la creatividad, la empatía, la resolución de problemas y la cooperación, estas últimas relacionadas además con la socialización, y sin embargo, niños y niñas cada vez tienen menos tiempo y menos espacios para jugar.
La pirámide de la dieta lúdica equilibrada
Los resultados de este estudio sugieren que el juego infantil es tan relevante como la propia alimentación. Así, al estilo de la ya conocida pirámide alimenticia, IKEA, UNICEF, la UCM y la fundación Ashoka han elaborado ‘la pirámide del juego infantil’ para fomentar una dieta lúdica equilibrada.
Lo que pretende esta pirámide es que madres y padres hagamos una correcta distribución de tiempos, hábitos y tipos de juego, para que niñas y niños practiquen diferentes habilidades y las sepan poner en práctica para entender y resolver los retos de su entorno.
En esta pirámide vemos distribuida en su base como fundamento la empatía (podemos desarrollar la empatía por medio de juegos de máscaras, mímica, juegos inclusivos con niños con capacidades diferentes, etc). En el segundo escalón agrupamos habilidades como la creatividad (a desarrollar por medio de juegos de pintura, escritura, lectura, juego libre, manualidades, reutilización de materiales, música o baile), la cooperación (lo fomentamos por medio de juegos de huerto en el jardín, cocina en familia, deportes en equipo, guiar a tu pareja que tiene ojos vendados, etc), resolución de conflictos (que se puede trabajar con juegos de teatro, juegos de negociación, juegos de mesa, deportes en equipo, etc) y pensamiento lateral (a desarrollar por medio de juegos de rompecabezas, construcción, puzzles, juegos de habilidad, juegos de lógica, etc). El siguiente escalón es “changemaking”, la empatía en acción que facilita al niño o la niña el poner en práctica estas habilidades creando cambios con transformación positiva en su entorno. Experiencias por medio de las que aprende y toma conciencia de su poder para transformar o sensibilizar a sus compañeros, su colegio, familias, barrio, etc.
Ana Sáenz de Miera, directora de Ashoka España, señala que “cuando un niño o una niña ponen su empatía en práctica, aprenden a cooperar y a poner en marcha soluciones para mejorar su entorno, se han convertido en changemakers. Y ser un changemaker es como aprender a montar en bici. Una vez aprendes, ya sabes para toda la vida. Y un changemaker no solo es un ciudadano más responsable y activo, sino una persona con más probabilidades de éxito profesional. Por eso aprender a ser un changemaker debería ser un derecho de la infancia”.
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