Jaume Centelles ha sido maestro de educación infantil durante 40 años y es autor del blog La invitación a la lectura. En Barcelona, el 7 de mayo, nos hablará de los importantísimos aliados para la educación de nuestros hijos que podemos encontrar en nuestras estanterías o en las bibliotecas: los libros.
¿Cómo pueden los cuentos y la literatura ayudarnos a educar?
Los adultos queremos que nuestros hijos sean personas felices, que vayan construyendo su propia identidad y que sean conscientes, como futuros ciudadanos, de todos aquellos aspectos necesarios para una convivencia sana, respetuosa con los demás y solidaria. Para que eso sea posible han de conocer y entender el mundo que les rodea, los valores que nos aporta la multiculturalidad, saber qué significa colaborar, qué situaciones son injustas, etc. También queremos que conozcan y sean sensibles a temas más ásperos como los peligros de Internet, la muerte o las guerras, por ejemplo. Una muy buena manera de abordar todos los temas, de hacerlos visibles, para que reflexionen sobre ellos y vayan comprendiendo es a partir de la literatura infantil y juvenil. Además de entretener y divertir, los buenos autores de literatura infantil, se hacen eco de los cambios sociales, plantean cuestiones actuales y permiten que el niño conozca cómo es el mundo, como son de diferentes las personas. Las lecturas permiten que se familiaricen con las imágenes que nos remueven la conciencia y los libros les ayudan, además, a afrontar sus conflictos interiores, a desdramatizar las angustias ante lo desconocido, a aprender los valores y actitudes positivas y a encontrar modelos a imitar. Por otra parte, el cuento tradicional, el de toda la vida, tiene, además, otra función: prevenir sobre los peligros, de forma simbólica. El mensaje llega de manera inconsciente al niño en la hora del sueño, en esa hora en que la cálida presencia del padre o la madre que le va a contar un cuento le tranquiliza, esa hora en que van a vivir, codo con codo, una misma emoción. El padre o la madre empiezan el relato y de su boca salen las maravillosas palabras “había una vez…” y, a partir de ese momento, todo es posible, se viaja a través del tiempo y del espacio, se crea una atmósfera de calma, de vida interior intensa, que permite la reflexión, se liberan formas de expresión y se concede la posibilidad de multiplicar las emociones.
El niño que lee o escucha un cuento dialoga con las hadas y él mismo es Pulgarcito o Caperucita, es el lobo y la bruja, se esconde en una cueva de la montaña misteriosa y entra en un palacio o en un bosque extraño y desconocido. La palabra, escuchada o leída, como transmisora de percepciones, ejerce una acción poderosa y excitante porque hace surgir imágenes extraordinariamente vívidas de los objetos citados.
El cuento cumple una función muy clara. Los psicólogos lo defienden aduciendo que libera de los miedos y ayuda al desarrollo de la fantasía; los folcloristas la entienden como la manera de transmitir los sentimientos y las ilusiones colectivas de un pueblo; hay quien lo utiliza como terapia; los padres y las madres lo explican, sencillamente, como un entretenimiento; en culturas más primitivas se explicaba para transmitir conocimientos.
Dices que “para volar los niños tienen libros”. ¿Cómo podemos contagiar a nuestros hijos el amor por la lectura?
Creo que fue Borges quien hablaba de la diferencia que hay entre ser leedores y ser lectores. Y es de eso precisamente de lo que nos debemos ocupar porqué lo que ansiamos es que nuestros hijos sean lectores competentes y que gracias a la literatura puedan vivir su vida con más pasión, con más compromiso. Recuerdo una novela de Marcela Serrano donde la protagonista dice “Convencida de que la literatura es la zona más acogedora de la existencia y que gracias a ella el mundo se hace más habitable, comencé a leer las primeras páginas…” La novela es Lo que está en mi corazón y la frase quiere expresar que gracias a la literatura el mundo es más humano, más entrañable, más sensible, mejor. Los adultos podemos ayudar a que nuestros hijos se acerquen a la lectura desde nuestra faceta intimista, desde nuestra proximidad, desde el convencimiento que las distancias cortas, el sentimiento que nos une, ayuda por contaminación a que los niños se emocionen con las lecturas y tengan interés por saber. Es la mejor manera, siendo un buen ejemplo, generando espacios y tiempos de lectura, poniendo en sus manos los libros que les ayuden a encontrar respuestas, a resolver sus conflictos, a explorar nuevos caminos, a reseguir el nombre de cada cosa, a crecer, a transformarse. Los libros, con todas sus sugerencias maravillosas, cumplen esta función.
Lo resume muy bien una frase que escribió Gustavo Martín Garzo: Pero lo más importante es que el niño vea a sus padres leer. Discretamente, sin ostentación, pero de una forma arrebatada y absurda. El rubor en las mejillas de una madre joven, mientras permanece absorta en el libro que tiene delante, es la mejor iniciación que ésta puede ofrecer a su niño al mundo de la lectura.
He ahí el quid de la intervención familiar. Se trata de crear un entorno rico en lecturas que facilite el acercamiento curioso a los libros, entender que la lectura y sus momentos forman parte de la cotidianidad, de una cotidianidad en la que el pensamiento único no tenga cabida y donde se potencien los espacios de pensamiento libre en el que la razón esté presente y en el que la comunicación ayude a crecer. Resulta emocionante ver al padre o la madre leer junto a sus hijos, parándose y potenciando la discusión crítica de un párrafo, ayudándolos a descodificar determinada imagen, a hacer evidente y perceptible las idees que se esconden tras las palabras, creando antídotos contra la intolerancia, abriendo ventanas que les muestren como de maravillosa es la vida.
¿Cuáles son, a tu juicio, los retos más importantes que tenemos padres y madres hoy día en la educación de nuestros hijos?
En este mundo cambiante, predecir cómo será la sociedad dentro de veinte años es arriesgado. Podemos intuir que habrá nuevas profesiones relacionadas con la globalización y la tecnificación, podemos pensar que la mezcla de culturas, razas y religiones formaran parte de lo cotidiano y creemos que deberemos estar dispuestos a resolver cuestiones que hoy por hoy son inimaginables. La labor de los padres y madres debe ir enfocada a fomentar dos valores. Uno es la curiosidad y el otro la perseverancia. Si nuestros hijos se interesan por lo que ven y tienen ganas de conocer, de investigar, de preguntar, de saber y por otro lado son trabajadores y se esfuerzan, tendrán recompensa y vivirán felices. Ese es el reto.
¿Qué te ha animado a participar en nuestro encuentro?
Todas las oportunidades de compartir, ya sean experiencias, dudas o alegrías, son bienvenidas. Si lo que he vivido puede servir a otros, será genial. Aunque creo que quien más a aprender del encuentro voy a ser yo mismo.
¿Qué mensaje o poso te gustaría dejar en el público?
Si preguntamos a la gente que nos rodea o a nosotros mismos: ¿Quién te animó a ser lector? ¿Cómo te aficionaste o te enganchaste a la lectura?, nos daremos cuenta que la mayoría de las respuestas tiene en común un componente familiar. Siempre hay un padre que lee, una madre que cuenta cuentos, un abuelo que regala libros, etc.; es decir, la implicación de la familia es un factor determinante. En ese sentido, hay algunas actuaciones que allanan el camino. Por ejemplo, los padres que se interesan por las lecturas de sus hijos, que habilitan un espacio, que encuentran tiempo para leer juntos, que dedican su tiempo a compartir historias y sentimientos, que visitan la biblioteca más cercana, que regalan libros en los días señalados, que se suscriben a alguna revista que le interese, que son un modelo de persona comprometida con la lectura, que llevan siempre un libro encima, que les animan a escribir, que hacen que se percaten de las palabras que encuentran por la calle, que dejan esparcidos libros por todas partes, incluso en el coche… en definitiva, que hacen de la lectura un gesto natural, que está en todas partes, toda la vida.
Imágenes del blog de Jaume Centelles