El nacimiento de un hijo o una hija es, para muchos, una gran alegría y una bendición. Y, efectivamente, te cambia la vida de una forma transversal. Tener un hijo puede ser la causa de muchos momentos de alegría, pero también es un proceso complejo y conlleva algunas experiencias no tan agradables para la mujer que pasan, aún, desapercibidas.
Todos somos conscientes de que el embarazo es un periodo de tiempo en el que hay muchos cambios a distintos niveles. Por eso, protegemos a las mujeres embarazadas y somos empáticos con ellas. Sin embargo, una vez que la mujer da a luz, estos cambios siguen existiendo y la nueva madre se tiene que enfrentar a un entorno nuevo y ajeno, que no siempre es tan bonito como parece. Sobre esta cara oculta de la maternidad, esa no tan amable que vive la mujer muchas veces en soledad, trata la película Cinco lobitos, de la directora y guionista Alauda Ruiz de Azúa.
La historia real de Cinco Lobitos
Cinco lobitos no tiene nada de crónica negra ni atrocidades y tampoco está inspirada en hechos reales. No obstante, sí que representa algo muy común, la realidad de muchas madres primerizas desbordadas y abuelas que ayudan a criar a sus nietos sin desatender nunca a sus hijos sobrepasados. También muestra la relación entre madre, hija, nieta y entre hija y madre, y cómo con el paso del tiempo los roles entre estas mujeres se van intercambiando.
La película representa la realidad de muchas madres primerizas desbordadas
De la misma manera, aparece esa revolución de hormonas que marca cualquier puerperio, esos sentimientos encontrados y contradictorios de una madre que está aprendiendo a serlo. Que no quiere ver gente, a la que no le gusta su vida, que vive en el día de la marmota y que antes de ayer, ayer, hoy y mañana son exactamente iguales. Que no ve la luz, que piensa que ese tiempo nunca pasará (“Dices que todo llega, pero ¿cuándo llega, ama?”, le dice a su madre). Y que, con todo, está completamente enamorada de su bebé.
Esos momentos de intentar sin éxito buscar una ducha tranquila a solas. Y esas escenas de la vida cotidiana como el primer baño de su hija, un momento para compartir en familia, una imagen más en la que se refleja el caos absoluto de los primeros días de la nueva vida, teniendo que tomar las riendas del asunto la estricta abuela. Asimismo, también exhibe cómo la madre abandona su vida laboral a diferencia del padre, teniendo que frenar su desarrollo profesional y centrándose, por tanto, de lleno en su bebé.
La forma de la película, que quiere parecer casual, hace naturales los saltos de la comedia al drama, del descargo al desasosiego. No se trata de una película cómoda, puesto que atormenta, intranquiliza e impacta. Impacta tener que enfrentarse, tan rápido y en distintos frentes, a grandes cambios que desdibujan todo lo aprendido; impacta ver cómo una madre a la que se acude -porque si algo nos hace sentir seguros es su refugio- cae enferma; impacta ver cómo, aún con dos hombres en casa, los cuidados de los demás recaen en las mujeres; impacta ver cómo una hija acaba cuidando de su madre y viviendo la misma vida que le tocó a ella; impacta ver lo que, al final, es ley de vida. Y asusta darse cuenta, con los créditos, de que todo el mundo ha pasado, pasa o pasará por algo semejante. Cinco lobitos habla de todo el mundo, no excluye a nadie, sea madre o no.
Cinco lobitos habla de todo el mundo, no excluye a nadie, sea madre o no
La película de Alauda Ruiz de Azúa se mete de lleno en el vínculo que une y separa a cada miembro de esta familia, en una dinámica que, como en las de muchas familias, se entiende más en lo que no se dice que en lo que se dice. La guionista ha conseguido transmitir, en toda su dureza, que es imposible que estemos preparados para lo que venga, pero que seguro que lo haremos mejor si cuidamos de los nuestros.
