La muerte y los niños

Mónica Cerrada, psicóloga infantil y facilitadora para familias de Disciplina Positiva, aborda en este post un tema que despierta tanta curiosidad por parte de nuestros hijos como rechazo por nuestra parte: la muerte. Mónica nos recuerda que "si nuestros hijos nos preguntan es porque necesitan respuestas".

La muerte y los niños

Mónica Cerrada, psicóloga infantil y facilitadora para familias de Disciplina Positiva, aborda en este post un tema que despierta tanta curiosidad por parte de nuestros hijos como rechazo por nuestra parte: la muerte. Aunque en un primer momento tengamos la tentación de rehuir de sus preguntas sobre este tema, Mónica nos recuerda que “si nuestros hijos nos preguntan es porque necesitan respuestas. Busquemos dentro de nosotros la mejor respuesta desde la sinceridad, la sencillez y el amor”. Y para hacerlo nos propone la ayuda inestimable de cuentos y libros. 

Mamá, ¿qué es morirse? ¿Cuándo vas a morirte?, ¿Dónde vamos cuando nos morimos?

Hay preguntas que llegan así, sin permiso, a bocajarro, sin anestesia ni analgésico alguno. Tener hijos nos hace mejores personas, sacan lo mejor de nosotros, nos ayudan a reinventarnos y también nos enfrentan a nuestros miedos más profundos; esos inconfesables, esos que escondemos para no mostrarnos vulnerables.         

Así somos, vulnerables y finitos, con fecha de caducidad y con miedos. Pero, ¿queremos trasladar nuestros miedos a esos pequeños valientes que han de recorrer el camino con su propia mochila a cuestas? Una mochila que debería llevar su equipaje, no el nuestro.

Si nuestros hijos nos preguntan es porque necesitan respuestas. Busquemos dentro de nosotros la mejor respuesta desde la sinceridad, la sencillez y el amor. Seamos sinceros con ellos entonces; hablemos con honestidad y mirándoles a los ojos, a ser posible desde su altura y prestándoles toda nuestra atención.

Responder con eufemismos tales como “morirse es dormir para siempre” o esquivar la pregunta dejando caer un “vaya cosas preguntas hijo, vamos a jugar al parque” no va a disipar sus dudas, sus ganas de saber, su necesidad de crecer. Lo único que supondrá es posponer una conversación a la que, tarde o temprano, tendremos que enfrentarnos.

Si no tenemos una opinión elaborada al respecto, puede resultarnos muy violento hablar de la muerte con nuestros hijos; también puede despertarnos muchas inseguridades y miedos que terminen trasladándose a ellos y rellenando, sin desearlo, su mochila con nuestro equipaje. Por eso es imprescindible tener una idea clara de dónde nos situamos, qué nos despierta el hecho de pensar o hablar sobre la muerte y hasta dónde estamos dispuestos a trabajarnos los sentimientos que nos genera.

Una vez que hagamos ese ejercicio de introspección y sepamos dónde nos ubicamos, podremos dar una respuesta clara y directa sobre la muerte a nuestros hijos, desde el corazón y con corazón.

Independientemente de nuestras creencias religiosas o espirituales, deberíamos ser lo más concretos posibles y proporcionar explicaciones lo más adaptadas al vocabulario de nuestros hijos. Evitemos pues, como he mencionado antes, eufemismos como “es igual que estar dormido” o “cuando te mueres te vas al cielo”, ya que puede llevar a confundir a nuestro hijo y generar miedos secundarios como el miedo al abandono, miedo a la separación o miedo a quedarse dormido.

Es más adecuado explicarlo con palabras específicas acudiendo a ejemplos concretos, tales como enfermedad, accidente, muerto, morir, y expresar la propia muerte como ausencia absoluta de funciones, en las que la persona que muere deja de respirar, no se mueve, no tiene hambre, no le duele nada…

Es muy probable que ahondar en el tema de la muerte lleve a nuestros hijos a hacerse reflexiones relacionadas con las emociones (“yo no quiero que te mueras”). Gracias a estas  manifestaciones por su parte, tendremos la oportunidad de conectar con nuestro hijo y trabajar sobre las emociones que pueden generarse tras la muerte de un ser querido. Emociones de tristeza, rabia, impotencia, negación, etc…

Dependiendo de la edad de nuestro hijo podremos enfocarlo con mayor o menor profundidad, pero es importante transmitir seguridad en nuestras palabras y expresar con claridad cada una de las emociones que expliquemos. Sería positivo, además, que nuestros hijos se queden con la certeza absoluta de que la persona que muere siempre le acompañará en su recuerdo y en su corazón.

Informarnos, asimismo, de cómo se celebra la muerte en otros países, nos ayudará a ilustrar y explicar a nuestros hijos las diferencias culturales existentes respecto al rito de la muerte y la interpretación que en cada sociedad se hace de la misma.

Por supuesto, como apoyo imprescindible, disponemos del excelente recurso de los cuentos, que nos ayudarán a explicar, centrar, ilustrar y profundizar sobre ello con nuestros hijos.

Hay muchos títulos adecuados para apoyarnos. Mis preferidos son: Así es la vida,  de Ana-Luisa Ramírez Giménez y Carmen Ramírez Giménez, Siempre te querré, pequeñín de Debi Glori, Para siempre de Camino García Calleja, El árbol de los recuerdos, de Britta Teckentrup, Vacío, de Anna Llenas y Un pellizco en la barriga, de Alma Serra.

En caso de ser nosotros mismos los que necesitamos profundizar más sobre la muerte, yo recomendaría el libro El mensaje de las lágrimas de Alba Payás.


Imagen de portada Noah Silliman / Unsplash

 

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Mónica Cerrada

Socióloga y psicóloga infantil especializada en educación desde hace más de 15 años. Facilitadora de familias en Disciplina Positiva. Mamá de dos peques de 7 y 3 años. Si nuestros hijos nos preguntan es porque necesitan respuestas. Busquemos dentro de nosotros la mejor respuesta desde la sinceridad, la sencillez y el amor.

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