La oportunidad de tu vida

Raquel de Diego, responsable de Conciliafam nos anima a fomentar en nuestros hijos la decisión y la confianza para que se labren su propio camino y no se limiten, por miedo, a caminar por sendas ya trilladas. "Si ayudamos a nuestros hijos a pensar por sí mismos, a perseguir sus metas sin ser conformistas con lo que les viene dado, les estaremos dando alas".

La oportunidad de tu vida

Raquel de Diego, responsable de Conciliafam nos anima a fomentar en nuestros hijos la decisión y la confianza para que se labren su propio camino y no se limiten, por miedo, a caminar por sendas ya trilladas. “Si ayudamos a nuestros hijos a pensar por sí mismos, a cuestionar, a perseguir sus metas sin ser conformistas con lo que les viene dado, les estaremos dando alas para volar alto. Tan alto como ellos deseen. No hasta donde les marquen sus miedos a hacer algo diferente a lo establecido”, nos dice.

¿Te has parado a pensar en cómo sería tu vida de haber tomado esas decisiones que por miedo no hiciste?

Puede que ahora ciertas cosas tengan otros matices; la vida te enseña que está llena de oportunidades, y que las más importantes son las oportunidades que tú mismo te das para cambiar el rumbo de tu vida hacia donde quieres estar.

Y ¿qué tal si este aprendizaje se lo acercamos a nuestros hijos desde el momento en que empiezan a querer hacer las cosas por sí mismos, cuando siendo bien pequeños quieren probar desde su conquista de la autonomía? Quitémonos ese miedo a que las cosas deben ser como está marcado, para que cuestionen cómo quieren que sea. Porque, ¿quién marca esos límites?

Para llegar a un descubrimiento, para elegir tu futuro, para ser feliz con tus propios logros hacen falta dos cosas esenciales: decisión y confianza.

Si pudiera hacer un viaje exprés en el tiempo y tener una conversación con mi hijo de 4 años dentro de 20, me gustaría imaginar que tiene decisión suficiente para elegir el lugar donde quiere estar y la confianza suficiente para afrontar los cambios, las incertidumbres y las consecuencias de sus propias decisiones: tener confianza en sus recursos y en los recursos que puede adoptar desde su entorno. Así, si algún día me dijera: “Mira mamá ¡menuda oportunidad! He visto una oferta de trabajo que encaja con mis estudios y es una empresa donde me gustaría estar”. Que no haya otra variable, la más importante: la personal, que le haga pensar que no es lo suficientemente bueno como para no estar a la altura de lo que desea. En ese caso, sentiría lástima al pensar que se ha perdido la mejor clase de su vida, la de la confianza.

Si ayudamos a nuestros hijos a pensar por sí mismos, a cuestionar, a perseguir sus metas sin ser conformistas con lo que les viene dado, les estaremos dando alas para volar alto. Tan alto como ellos deseen. No hasta donde les marquen sus miedos a hacer algo diferente a lo establecido.

Esta reflexión puede invitar a preguntarnos, con una metáfora, cómo queremos hacer las cosas y preparar a nuestros hijos para que decidan sobre su vida: “¿Cariño, cómo quieres tu ensalada?, ¿la quieres con lechuga y tomate, como toda la vida? O acaso quieres darle otro sabor, tu propia creación?” Y sobre todo: “No te conformes. Puedes elegir. Y que no te lo impida el que te falte un ingrediente, tienes todos los recursos para conseguirlo. Solo búscalo, imagínalo, y hazlo tuyo. Será tu logro. Y no importa que no sea la mejor ensalada del mundo, ni siquiera la que más te haya gustado. Puedes seguir probando e innovando hasta que encuentres el sabor que más te gusta. Porque, recuerda esto: tiene que gustarte. ¡Es para ti!”.

La vida pasa rápido, y merece la pena saborear cada matiz que te ofrece. Que no pasen las oportunidades sin que puedas decidir si esa es la oportunidad que formará parte de tu vida.

 


Imagen de portada: Leo Rivas Micoud / Unsplash.

 

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Raquel De Diego

Soy Trabajadora Social, Coach especialista en coaching para familias y parejas (www.conciliafam.com), y formadora de educación emocional y procesos de cambio. Con una experiencia de más de 10 años trabajando con familias desde el ámbito de la intervención social y el coaching sistémico, llego al convencimiento de que cada uno de nosotros lleva a, al menos, parte de su familia consigo. Somos parte de nuestros padres y hermanos, tíos, abuelos…Y eso hace que nuestros hijos lleven parte de nosotros con ellos. En la infancia afloran los deseos y sueños que de adultos desarrollaremos.

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