Reconozco que la primera vez que oí hablar de apego de la boca de un experto mi conocimiento sobre este tema era limitadísimo. De hecho, ignoraba por completo que existiesen 4 tipos de apegos y creía que el apego era, de por sí, positivo.
Fue el psicólogo y gran amigo Rafa Guerrero quien, en una entrevista con motivo de su libro ‘Cuentos para el desarrollo emocional desde la teoría del apego’, me abrió las puertas de este maravilloso mundo que, una vez empiezas a comprender, te atrapa para siempre.
Perdonadme quienes ya sepáis mucho sobre este tema, pero para aquellos que os estéis iniciando, creo que la teoría del apego debería explicarse como lo hace Rafa en su libro ‘Educar en el vínculo’, con naranjas.
- APEGO SEGURO: NARANJAS-NARANJAS
El apego seguro, que ya hemos adelantado que es el óptimo, se da cuando tu hijo tiene una necesidad emocional concreta y tú se la cubres. Por ejemplo: mi hijo está triste porque nadie ha querido jugar con él en el recreo y yo, primero sintonizo con su emoción y luego le calmo. Bien, en este caso, yendo a la metáfora de las frutas, si mi hijo necesita una naranja, yo le doy una naranja. Ni más, ni menos. Una naranja, que es lo que necesita.
2. APEGO ANSIOSO- AMBIVALENTE: NARANJAS-NARANJO
El apego ansioso-ambivalente se daría cuando tu hijo tiene una necesidad concreta y tú reaccionas de forma exagerada para cubrirla. Es decir, necesita una naranja y tú, en vez de darle una naranja, que es lo que necesita, le das el naranjo entero. Este estilo de apego es propio de los padres sobreprotectores. Son padres excesivamente emocionales.
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3. APEGO EVITATIVO: NARANJAS-MANDARINA
Este apego vendría a ser el contrario al descrito anteriormente y, por tanto, ante una necesidad emocional de tu hijo, tú tenderías a infravalorarla y, por tanto, si tu hijo necesita una naranja, le darías una mandarina, que se parecen, pero como dice Rafa, “no es lo mismo. El niño necesita una naranja, no una mandarina. Los niños evitativos aprenden a no pedir lo que sus padres constantemente les niegan y no les dan. Suelen ser padres muy racionales que no saben reconocer cómo se sienten y por tanto, tampoco pueden entender cómo se sienten sus hijos”.
En este caso, y volviendo al ejemplo del niño que está triste porque sus amigos no han querido jugar con él en el recreo, este padre no sintonizaría con la emoción de su hijo y, por tanto, tampoco le calmaría. Se limitaría a decirle frases como: “no estés triste que no es para tanto. Mañana encontrarás otros amigos con los que jugar”.
4. APEGO DESORIENTADO: NARANJAS-NADA
Este es el apego más peligroso. Ante las necesidades emocionales de los niños, sus padres no les dan ninguna respuesta. Es decir, ni naranja, ni mandarina, ni árbol entero. “Los padres con apego desorientado suelen tener graves trastornos como esquizofrenia, trastornos de la personalidad, bipolaridad, depresiones graves… Son padres que abandonan, abusan y maltratan a sus hijos” nos explica Rafa.
Conviene recordar que el ser humano nace muy inmaduro, lo que le convierte en un ser dependiente de sus figuras de apego. Esta dependencia solo se supera si los padres hemos sido capaces de cubrir esas necesidades. Rafa lo explica con una frase: “solo llegamos a la autonomía pasando por la dependencia”. Es decir, aprendemos a ser autónomos siendo muy dependientes. Nuestras figuras de apego, a base de cubrir nuestras necesidades, nos enseñan cómo debemos hacerlo, de forma que, a medida que voy creciendo y voy aprendiendo, voy siendo más independiente.
Y de todo lo dicho anteriormente podemos deducir que los dos pilares sobre los que se sustenta el apego seguro son la vinculación y la autonomía. Tiene que haber un correcto equilibro entre ambos. En un apego ansioso-ambivalente, la balanza se inclinaría más hacia la vinculación. En un apego evitativo, hacia la autonomía. En el caso del apego desorientado, ni siquiera habría balanza.
Si os ha pasado como a mí, y las naranjas os han interesado mucho, no dejéis de leer ‘Educar en el vínculo’. Un libro maravilloso escrito por Rafa Guerrero, que nos enseña a crear un vínculo sano con nuestros hijos y favorecer su autonomía y regulación emocional.