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Límites con respeto

¿Cuál debería ser el principal motivo y motor de los límites que ponemos en la familia? Ángeles Jové, de AEIOU Coaching para Padres, lo tiene muy claro: el motor ha de ser el respeto hacia todas las personas y hacia las necesidades de los niños y las nuestras propias.

Límites con respeto

¿Cuál debería ser el principal motivo y motor de los límites que ponemos en la familia? Ángeles Jové, de AEIOU Coaching para Padres, lo tiene muy claro: el motor ha de ser el respeto hacia todas las personas y hacia las necesidades de los niños y las nuestras propias.  “A veces olvidamos que cumplir las normas no es un objetivo en sí mismo,  sí lo será respetar el espacio y las necesidades de cada uno de nosotros”, nos dice. Ángeles nos brinda unas claves para poner límites con respeto en casa, combinando amabilidad y firmeza. ¿Te parece un equilibrio complicado? Seguro que cuando leas este post, lo verás más claro. 

Cuando hablamos de “límites”, ¿qué os viene a la cabeza? A mí me viene respeto por el espacio de cada cual y, entonces, forzosamente me lleva a pensar en las necesidades de todos los que nos llamamos familia. Mis necesidades, las necesidades de mi pareja, las de cada uno de mis hijos ¡incluido mi bebé de tres meses!

Ellos son pequeños pero sus necesidades (que siempre han de ser respetadas) NO SON PEQUEÑAS y, a veces, las minimizamos, o ¿no es así?

Para que en casa “respetar el espacio de cada cual, es decir, respetar las necesidades de todos” sea una realidad podemos señalar reglas o normas para una convivencia en armonía con el objetivo de que se cumplan. “¡Sólo faltaría!” Me podéis contestar… “si no se cumplen no sirven de nada”. Es cierto, pero a veces olvidamos que cumplir las normas no es un objetivo en sí mismo (es el medio para lograr…), sí lo será respetar el espacio y las necesidades de cada uno de nosotros, ¿no os parece?

Y sigo preguntando… ¿Cómo lo estamos haciendo? ¿Estamos contentos con los resultados? ¿Estamos siendo eficaces? ¿Desde dónde lo hacemos? ¿Desde la autoridad o desde el autoritarismo? ¿Desde el amor, la confianza y el respeto o desde el control, el miedo y la exigencia?

Si seguimos con este razonamiento, observamos que uno de los principales obstáculos que refleja una falta de habilidad a la hora de establecer las normas que deseamos en casa ( y señalar los limites ) será la falta de respeto.

Sí, la falta de respeto que se produce cuando exageramos en muchos casos nuestra emoción y nos dejamos llevar por ella, nos equivocamos a la hora de expresar nuestra necesidades, erramos en nuestra manera de pedir con claridad lo que queremos (o necesitamos) o lo hacemos con demasiada autoridad y exigencia cayendo en el autoritarismo, en el conocido “porque lo digo yo y punto”. Y no pasa nada cuando pasa si somos conscientes de que cuando lo hacemos estamos poniendo nuestros esfuerzos en el corto plazo y que la relación puede resentirse (habrá luego que repararla).

Cuando hablo de falta de respeto o de límites también me refiero naturalmente a la falta de respeto por mí mismo (cuando, por ejemplo, no atiendo a mis propias necesidades). Está comprobado que, cuanto más cansados, estresados y nerviosos estamos, más nos comportamos como no nos gusta: castigando, gritando, discutiendo a todas horas, chantajeando e imponiendo las cosas por la fuerza (y la familia lo resiente una barbaridad). Hemos de cuidarnos primero para cuidar a los demás después. Hay épocas que necesitamos llevar con más calma. Necesitamos recuperarnos. Recargarnos para poder estar bien en casa y dar lo mejor de nosotros. Es nuestra responsabilidad.

Si reflexionamos con honestidad podemos ver que el camino (siempre hablamos a largo plazo) es la coherencia, la firmeza (que no excluye la afectuosidad/proximidad) y el respeto. Otra vez el respeto. No podemos perder de vista que lo hemos de hacer siempre “cuidando la relación”. LA RELACIÓN ES LO PRIMERO. (Para ello conviene recordar también una vez más que la complicidad y cercanía en la relación con nuestros hijos no están reñidas con nuestro rol de padre o madre).

¿Qué ayuda?

  • Señalar nuestras normas de una manera más concreta. Este punto se centra en saber pedir de una forma eficaz lo que necesitamos. ¿Cuántas veces nos pillamos diciendo: “pórtate bien, sé bueno, no hagas eso…”? Para un niño puede resultar muy difícil comprender qué esperamos de él con peticiones tan abstractas y poco concretas. Necesitan que especifiquemos lo que esperamos de ellos y si les damos el recurso ¡mucho mejor!: “Para cruzar, dame la manita”, “habla bajito para no molestar”, “cuando salgamos a la calle podrás cantar”. Cuánto más precisos seamos mucho mejor.
  • Firmeza. Decía antes que la firmeza no está reñida con la amabilidad. No cabe duda que si hay resistencia los padres hemos de ser firmes. Utilizar un tono de voz seguro y gesto serio sin necesidad de gritar. Ellos entenderán que papá no está de broma y resulta más eficaz que cuando perdemos los papeles y entramos en un juego peligroso de a ver quién puede más. “Entiendo que estés enfadado y no voy a permitir que tires los juguetes a tu hermano, ¿entendido?”, “Necesito que me escuches ¿Qué necesitas tú para escucharme?”, “Entiendo que estás disfrutando mucho jugando y además mamá necesita ahora que recojas para poder salir de casa”.
  • Ofrecer distintas opciones. En muchos casos el “qué” no es negociable pero si lo puede ser el “cómo” o el “cuándo”. Es una oportunidad (limitada) que les brindamos a nuestros hijos para que hagan lo que esperamos de ellos respetando las necesidades de todos. No deja de ser una libertad que tomarán con mayor grado y más dosis de compromiso y responsabilidad al ser co-creadores de la norma. “Es la hora del baño… ¿te quieres bañar o prefieres ducharte?”, “¿Te vas a duchar ahora o por la mañana?”
  • Puede ser muy útil también hacer una alianza entre todos para recoger las necesidades de cada uno, los compromisos adquiridos y lo que pasará en caso de que no se cumpla lo acordado entre todos. Si hay incumplimiento acudimos a esa alianza… ¿Qué está pasando? ¿Qué no está funcionando? ¿Rediseñamos la alianza?
  • El “SÍ” construye. Muchas veces sólo les decimos lo que no hacen o no pueden hacer, lo que resulta inapropiado para nosotros, lo que están haciendo mal: “¡No saltes encima del sofá! ¡no hables cuando comas! ¡no se pinta en la pared!…” y casi nunca les damos el recurso diciendo lo que sí pueden hacer… “saltaremos en el parque, habla cuando hayas tragado, se pinta en el papel”. Así podremos reservar los noes para cuando realmente sean imprescindibles y no perderán su eficacia. ¿Qué tal si reforzamos lo positivo y lo que sí está funcionando y hacen bien?
  • Explica el porqué y el para qué de la norma. Si son pequeños de una manera simple: “Si muerdes haces daño”. Si son mayores, podemos extendernos y explorar para que entiendan que hay un gran beneficio si respetamos todos la norma (respetamos los espacios y las necesidades de cada uno de nosotros). Han de confiar en nosotros.

Debo comportarme de tal manera que respete el espacio y las necesidades de todos, “las mías y las tuyas”, y esto podemos hacerlo sin dejar de ocupar nuestro lugar como padre o madre.

 


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