Todos los años, llega la Navidad y la historia es parecida (incluso estos dos últimos que las hemos pasado con restricciones por la pandemia): no nos cohibimos con la comida. ¡Y con razón! Son momentos para pasarlos en familia y disfrutar de manjares que no solemos comer durante el resto del año.
Pero llega enero y nos damos cuenta de que hemos engordado algunos kilitos. Y eso, sumado a los objetivos que nos marcamos para año nuevo, suele conducir a que empecemos alguna dieta para bajar de peso, o incluso que invitemos a nuestros hijos a que se pongan a dieta también.
¿Pero es esto algo inofensivo y saludable como tendemos a creer?
Los peligros de las dietas
La nutricionista Stefy Fernández cuenta en sus redes sociales algunos de los efectos que tienen las dietas restrictivas. Cuando nos limitamos y reducimos drásticamente los alimentos que ingerimos durante el día, las consecuencias que se derivan suelen ser “mayor ansiedad, y un hambre descontrolado por la noche, lo que posteriormente trae un sentimiento de culpabilidad y frustración”.
Pero este hambre descontrolado que sentimos tiene nombre y apellidos: “Es hambre fisiológica, que en su momento no fue atendida, hasta que posteriormente el cuerpo lo pide elevando todo el día la grelina (hormona de hambre), a ver si le terminamos de dar los nutrientes que te estaba pidiendo todo el día”, explica la nutricionista.
Por supuesto, no podemos perder de vista el conocido como “efecto yo-yo”, es decir, cuando volvemos a ganar el peso que habíamos perdido durante la dieta. La nutricionista Victoria Lozada apunta que el efecto yo-yo está asociado a “mayores fracturas u osteoporosis, pérdida de masa muscular, inflamación crónica, diabetes, hipertensión, incluso a mayor mortalidad generalizada”.
Los Trastornos de la Conducta Alimentaria
Sara Bujalance, Presidenta de la Asociación Contra la Anorexia y la Bulimia, explica que “existe mucha confusión y mucho desconocimiento sobre qué son realmente los trastornos de la conducta alimentaria y a consecuencia de esto se tiende a infravalorar su gravedad”.
Bujalance añade que “los principales trastornos de la conducta alimentaria son la anorexia nerviosa, la bulimia nerviosa, el trastorno por atracón y el trastorno de la conducta alimentaria no especificado”. Y sus principales características son “una profunda insatisfacción con el cuerpo, alteraciones del hábito alimentario, un estado de ánimo deprimido e irritabilidad y aislamiento social”.
Sara Bujalance advierte que las familias deben poner atención si observan algunas de estas señales:
- Cambios en la alimentación
- Incremento de la actividad física con el objetivo de adelgazar
- Preocupación excesiva por el cuerpo
- Cambios en el estado de ánimo
- Irritabilidad
- Aislamiento social
Además, “si tienen la sospecha de un posible trastorno de la conducta alimentaria deben ser comprensivos y afectuosos con el chico o la chica, hablar con él o ella desde el afecto y, muy importante, ponerse en manos de un centro especializado en trastornos de la conducta alimentaria”.
Cómo fomentar en nuestros hijos una buena relación con la comida
Como ya sabemos, el ejemplo que demos en casa va a ser muy importante en el desarrollo y la educación de nuestros hijos. Por eso, si queremos que tengan una buena relación con la comida y con sus propios cuerpos, primero debemos poner el foco en cuál es la relación que tenemos nosotros con la comida y qué les estamos transmitiendo.
Stefy Fernández propone los siguientes consejos:
- No te refieras a alimentos como “buenos o malos” o “que engordan o adelgazan”… habla de “comida de a veces” o “comida de todos los días”.
- Trata de no opinar de los cuerpos de los demás, ni agredas a tu cuerpo (sobre todo delante de ellos).
- Alejémonos de conversaciones como “hay que hacer dieta, esa persona debería quitarse estos alimentos, qué gorda está esa actriz…”.
- Trata de no hacer dietas estrictas: si uno de los padres está siempre a dieta, eliminando grupos enteros de alimentos o haciendo “comidas especiales”, los niños crecerán pensando que es algo sano y normal.
- Trabaja poco a poco en ti: esta es la parte más importante. Si trabajas en la autocompasión, aceptación y en una relación más pacífica con la alimentación, será mucho más fácil poder transmitirle lo mismo a tus niños.
Por último, recordemos esta gran frase del psicólogo Santos Solano: “Si yo tengo un problema económico y me ofrecen una dieta o una cirugía estética, diría: no va a funcionar. Sin embargo, cuando tengo un problema emocional y me ofrecen una dieta o una cirugía estética, nuestra cultura sí que nos ha enseñado que el cuerpo perfecto es igual a éxito y felicidad, lo cual es mentira”.