Luis Galindo está considerado como pionero en la aplicación de la psicología positiva en la dirección de equipos en nuestro país. Además, es conferenciante internacional, creador del movimiento #Reilusionarse y autor del libro con el mismo nombre. El jueves 22 de octubre ofrecerá una ponencia en el evento online que ha organizado Gestionando hijos y Prensa Ibérica entre el 6 y el 27 de octubre.
Hemos charlado con él para que nos dé un adelanto de lo que va a tratar en su ponencia ‘Ilusiónate para educar’.
Luis, tienes a ti ante el reto de dirigirte a miles de madres y padres que tienen en su mano inculcar una forma de vivir diferente a sus hijos. ¿Cuál es el mensaje más importante que vas a transmitirles?
Fundamentalmente que somos el espejo donde se miran, y es responsabilidad nuestra crear en ellos una actitud positiva sobre la vida, potenciar la autoestima y la valoración adecuada de nuestros hijos, fomentar la ilusión por el futuro, además de una actitud de mejora continua donde la voluntad y la responsabilidad son indispensables para crear ese futuro. Siempre desde la premisa de que nosotros, los padres, con nuestro comportamiento, somos el ejemplo a seguir para ellos.
Eres experto en psicología positiva, hablas de la necesidad de mantener la ilusión como receta para no caer en el hastío, la pena, la desgana… Si hablamos de la ilusión, los niños suelen tener mucha por muchas cosas. Somos los adultos los que la vamos perdiendo a medida que crecemos. ¿Por qué nos ocurre esto?
En mi opinión es que vamos siempre tan deprisa que vivimos mucho tiempo en modo automático, prestando muy poca atención al modo disfrute, estando muy pocas veces en el “aquí” y en el “ahora”. Esto nos provoca poca consciencia para estar agradecidos a todas las cosas que la vida nos regala a diario y darnos cuenta que en realidad somos profundamente afortunados y por ello deberíamos estar alegres de forma habitual.
¿Cuál es la clave para mantenernos siempre ilusionados?
Creo que estar siempre y a todas horas ilusionado es muy difícil, pero todos conocemos a personas cercanas en la familia, en el trabajo, a amigos… que se ilusionan por un paseo, por una película, por un desayuno con… y son capaces de ver con ilusión infinidad de cosas cotidianas.
Y lo más importante es que, en los últimos 20 años, diferentes estudios científicos, muy rigurosos, han confirmado reiteradamente que esta característica de ilusionarse por la vida se puede entrenar y así va mejorando día a día. Nosotros mismos, en diferentes momentos de nuestra vida, hemos sentido esa desbordante ilusión: cuando terminamos nuestros estudios, cuando nos dieron nuestro primer trabajo, cuando encontramos pareja, cuando tuvimos nuestros hijos, cuando conseguimos aquel reto que tanto nos costó… por lo cual, esa capacidad para ilusionarnos ya, todos, la llevamos dentro, lo que hay que aprender es a “sacarla” con más frecuencia hasta convertirla en un hábito.
¿Podemos enseñar a nuestros hijos a ser felices independientemente de la situación que les toque vivir?
Como hemos hablado anteriormente, los padres somos el ejemplo para ellos. En mi opinión sería indispensable que nos vean hablando con ilusión constantemente de nuestro trabajo, de nuestros compañeros, de nuestra familia, de nuestros amigos, de todo lo que tenemos que hacer, de la conversación con la abuela… todo ese montón de cosas cotidianas, todo lo que hacemos diariamente, y que sabemos encontrar en ellas esa parte de ilusión que nos hace percibir la vida de forma satisfactoria. En definitiva, saber encontrar la felicidad en las pequeñas cosas, a través de la ilusión que ponemos en ellas.
Hablemos de la queja. Supongo que la queja es una gran enemiga de la ilusión. Además, quejarse no resuelve los problemas…Aunque, por otro lado, a veces nos permite desahogarnos… ¿Qué tenemos que hacer cuando oigamos a nuestros hijos quejarse?
Totalmente de acuerdo con que la queja es la gran enemiga de la ilusión. A mi modo de ver, aquí me gustaría hacer una distinción entre lo que es una crítica constructiva con la que, con buena intención, se buscan soluciones, no se personaliza, se argumenta de forma asertiva… y una queja donde nos instalamos en emociones negativas que nos paralizan, les contagiamos esas emociones a los otros y no suele buscar resolver los asuntos sino simplemente explayarlos.
Creo que educar y acostumbrar a nuestros hijos a diferenciar bien una de otra es muy importante para su salud mental y su futuro, ya que con ello encontrarán un camino más sano protegiéndose de la queja infructuosa y distinguiendo la crítica constructiva para utilizarla consigo mismos y con los demás.
Hablemos del COVID-19. ¿Cómo podemos generar optimismo en nuestros hijos cuando no pueden jugar cerca de sus amigos, abrazar a sus abuelos…?
Sin duda alguna este periodo de tiempo ha sido y es muy complejo para todos. En mi opinión, ahora más que nunca, nuestros hijos necesitan ser queridos, comprendidos y valorados. Tener espacios para que se sientan escuchados y nos compartan sus sentimientos, para que nos hagan preguntas, para valorar los esfuerzos y los resultados que obtienen, para darles un entorno lo más seguro posible, para mantener una nueva forma de contacto con las personas importantes para ellos y que quieren… supone para todos los padres un nuevo reto.
Si somos capaces de trasladar adecuadamente que, a veces, la vida nos sorprende y que nos cambia los planes y nuestra normalidad “asegurada”, estaremos abriendo para ellos “nuevos espacios de flexibilidad” a los que puedan acomodarse de forma más rápida y conveniente.
Por ejemplo, el cambio en nuestra forma de relacionarnos en el saludo con los demás en muchos casos ha sido muy creativo y divertido; hemos, incluso, aprendido, gracias a las mascarillas, a sonreír, a abrazar lanzando una mirada más que amable… Sería importante trasladar que no solo es importante lo que nos pasa, sino también es muy importante qué es lo que hacemos con lo que nos pasa.
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