Mamá, papá, tengo miedo

De pequeño era muy aficionado a los cómics; me fascinaban Spiderman, Batman, Superman… Pero mis preferidos no lucían capa ni mallas de colores. Aun así, tenían poderes ilimitados: te levantaban en peso como si nada, con un simple beso podían curar las heridas… y siempre, siempre, te protegían ante todo tipo de peligro.

– “Mamá, papá, tengo miedo”.

– “No te preocupes cariño, que mientras estés con nosotros no te va a pasar nada”.

Son muchos los fantasmas que azotaron nuestra infancia. Muchos los temores que hubo que dejar atrás. Y en ese aprendizaje nunca nos fallaban; estaban ahí, con una sonrisa en la boca que nos impregnaba de tranquilidad.

Mis superhéroes favoritos eran mis padres.

Y un buen día, jugando al “pilla pilla”, una personita proclama a los cuatro vientos “casaaaa”,  mientras se aferra con fuerza a tu pierna. Porque se siente seguro junto a ti. Eres su referente, su punto de apoyo.

Sorprendido, te das cuenta de que, ahora que tienes hijos, el superhéroe eres tú. Un gran poder conlleva una gran responsabilidad, pero el orgullo te desborda. Te sientes fuerte y firmas con tinta de felicidad el compromiso de protegerlos siempre.

“No te preocupes cariño, que mientras estés con nosotros no te va a pasar nada”.

Sin embargo, justo cuando empiezas a sentirte como un personaje de los cómics, un giro de guión remueve tus cimientos. Quizás ellos ni se percaten, pero tú cobras plena consciencia de que la superfuerza con la que antes te cogían en brazos, ahora no les da para superar los avatares del día a día.

Sus besos ya no pueden curar las diferentes dolencias que se van adueñando de su cuerpo. O la poderosa inteligencia que daba respuesta a todo tipo de preguntas comienza a coquetear con ese ladronzuelo que pretende robarle sus recuerdos.

No querías verlo. Porque se trata de un silencioso cambio de circunstancias. Nadie te avisa, pero ha llegado para quedarse: tus padres (los abuelos) están perdiendo sus superpoderes.

-“Mamá, papá, tengo miedo”

En ese instante reviven todas tus inseguridades. Todos los fantasmas que ellos acallaban con una sonrisa. Ahora eres su referente. Su punto de apoyo, como el de tus hijos.

Te has convertido en la piedra angular de la familia.

Y de pronto lo entiendes todo. Te das cuenta que de pequeño, pese a solo ver a ese gran superhéroe, a ese ser invencible, en realidad estaban sitiados por debilidades. Kriptonita. Y comprendes que tu principal superpoder, como le pasó a tus padres, no es ni la fuerza, ni la inteligencia, ni ningún otro de un personaje de mallas de colores. Es la capacidad de ocultar todos tus miedos a la gente a la que tanto quieres regalando seguridad y confianza.

Por eso, aunque lo pase mal ahora, no os lo voy a contar. Porque es momento de agradeceros con la misma tinta de felicidad el pacto que firmásteis por nosotros. Porque, aunque las inseguridades minen mi interior, es momento de devolveros esa sonrisa que nos regalasteis.

Y todo ello con una fortaleza que quizás no tenga. Pero de eso no os vais a enterar. Para poder ser vuestra piedra angular. Para que os podáis aferrar a mi pierna y yo pueda proclamar a los cuatro vientos:

-“Mamá, papá, no os preocupéis, que mientras estéis conmigo no os va a pasar nada”.

 

Para leer más artículos escritos por Pablo Romero, no dudes en pasarte por su blog miabogadodeconfianza.es.

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Pablo Romero

Vivir para trabajar o trabajar para vivir. Soy abogado y me apasiona mi profesión. Me encanta por el trato cercano que puedo tener con la gente, ayudándoles en diferentes facetas: civil, penal, laboral o familia. Encontrando soluciones a sus problemas. Y todo esto desde la más absoluta sencillez, huyendo de las falsas apariencias. Pero mi trabajo solo tiene sentido si me permite disfrutar de mi familia. Exprimir cada segundo que paso junto a mi mujer y mis hijos. Porque no hay nada más bonito que ser esposo y padre. Vivir la vida. Trabajar para vivir. Me puedes seguir en mi blog de Facebook “mi abogado de confianza” o en la web www.miabogadodeconfianza.es. No tiene dudas, quiere que sus hijos también tengan papitis.

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