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Mar Romera: “Reivindico educar con la infancia y no para la infancia”

Mar Romera estará con nosotros el 10 de junio en Barcelona hablando del papel de las emociones en la educación. Defensora de los derechos de la infancia, especialmente al juego y a la participación, Mar Romera considera que “la maternidad y la paternidad es la mayor experiencia de trascendencia del ser humano”

Mar Romera: “Reivindico educar con la infancia y no para la infancia”

Mar Romera es docente, especialista en educación emocional y autora de La familia, la primera escuela de las emociones. Estará con nosotros el 10 de junio en Barcelona hablando del papel de las emociones en la educación. Defensora de los derechos de la infancia, especialmente al juego y a la participación, Mar Romera considera que “la maternidad y la paternidad es la mayor experiencia de trascendencia del ser humano”, así que aboga por “poder diseñarla dentro de unos límites y de normalidad”. Explica que la educación emocional supone “entender qué siento, cuándo lo siento, por qué lo siento, qué me hace sentir así y conocerme, sin juicio”. Y es que las emociones están muy presentes en nuestra tarea como padres y madres, pues dice Mar, “llorar y reír en tres páginas, eso es tener hijos”. 

Dices que las emociones mueven el mundo. ¿Por qué piensas esto?

Porque la imaginación y la emoción siempre le ganan a la razón. Esto se podría afirmar desde una perspectiva neurológica. Cualquier estímulo que entra en nuestro cerebro y en nuestra vida pasa primero por la emoción; la emoción decide qué tenemos que hacer y la razón justifica qué hemos hecho. Tú vas a comprar un coche y la razón determinará qué presupuesto tienes, en qué plazos lo puedes pagar, pero al final si lo compras o lo que buscas viene determinado por la emoción. Esa emoción ha podido estar condicionada por un anuncio de publicidad o por una vivencia emocional. Las emociones determinan el devenir de muchas decisiones de las personas y por eso condicionan el mundo. La publicidad, por ejemplo, está absolutamente dirigida a lo emocional.

Si las emociones tienen tanto peso en nuestras decisiones y en nuestra vida, ¿por qué hemos despreciado hasta ahora su importancia?

Porque durante la Historia, en una época muy racional, todo aquello que no se podía explicar desde una estructura científica se desechaba. Si algo no se explicaba científicamente no estaba asumido por la Universidad.

En la vida cotidiana, el mundo emocional nos desmonta, aparentemente nos hace débiles. Por eso, la sociedad, la cultura cotidiana y la familia ha determinado durante mucho tiempo que las emociones son para casa, no son para sacarlas fuera, no son para que nadie las vea.

Además se las han asociado al mundo femenino, al mundo débil. En la actualidad sabemos que el mundo femenino no es débil, que la manifestación y el control de las emociones es lo que precisamente te da la riqueza de autogestionarte para gestionar el mundo y también sabemos que cuando vemos algunos líderes políticos a nivel mundial está claro que han sido elegidos no desde la razón, porque no hay argumentos racionales para que se mantengan ahí, sino que han sido elegidos desde la emoción. Por tanto, o controlamos estas dimensiones o realmente nos escapa. A nivel de la razón todo lo que necesito saber está en Google, solo tendría que controlar mi propio mundo emocional para poder elegir de forma correcta sobre esa información que está ahí.

¿Cómo podemos padres y madres educar y educarnos en las emociones?

Básicamente, yo diría que no hay que enjuiciar. En la educación cotidiana de casa ha influido mucho la cultura judeocristiana. Hay emociones que parece que está prohibido sentirlas. El mundo emocional no tiene valores ni debería tenerlos. No conviene identificar educación emocional con educación en valores, están unidas en la integralidad del ser humano pero son dos cosas diferentes. La educación emocional viene con el respeto y la construcción del autoconcepto. Se trata de entender qué siento, cuándo lo siento, por qué lo siento, qué me hace sentir así y conocerme, sin juicio. Los papás y las mamás estamos muy habituados a decir: “no tengas miedo”, “no te enfades”, “no estés triste”… No se trata de no sentir, se trata de conocer lo que siento, amarlo y poder gestionarlo. La educación emocional viene desde el no juicio de valor y de la construcción del autoconocimiento. Cuando tengo conciencia de esto lo puedo elegir.

¿Qué pueden encontrar los lectores, padres y madres preocupados por educar en las emociones, en tu libro?    

Siempre digo que la mejor manera de proceder a una alfabetización emocional y a educar con el mundo de las emociones y dentro de él es precisamente la analogía y la metáfora. Si tú y yo estamos ahora muy enfadadas, no es el momento de que alguien venga a razonar con nosotras. Sin embargo, en otro momento de calma, si alguien nos cuenta la situación de dos personas que estaban enfadadas a partir de analogías, metáforas, películas, cuentos, historias, sobre eso sí que podemos razonar. La manera de trabajar el mundo emocional y conocerlo mejor es hacerlo desde la reflexión cuando no estás implicado en esa emoción. Lo que he pretendido con este libro, que es totalmente diferente a los que he escrito anteriormente, más dedicado a didáctica y pedagogía, es analizar mi propia experiencia en educación con mis hijas, desde mi familia, sabiendo que detrás de cada párrafo hay montones de horas de lectura pero lo he querido reflejar en lenguaje cotidiano desde la experiencia personal y desde la metáfora para que mamás y papás se lo puedan llevar a casa, pensar que esas situaciones también les suceden a ellos y pueden usarlas nunca como modelo, porque en la educación no hay recetas elaboradas, pero sí como referencia y como reflexión calmada. Me decía un papá que había podido llorar y reír en tres páginas. Y es que eso es tener hijos, llorar y reír en tres páginas.

En nuestro encuentro el 10 de junio, ¿qué mensaje quieres dejar al público con tu ponencia?

En 20 minutos me gustaría decir que realmente la vida es espectacular, es única y que la experiencia de la maternidad y la paternidad es una experiencia maravillosa que te deja montones de noches sin dormir, montones de mocos y de Apiretal pero es la mayor experiencia de trascendencia del ser humano, y a partir de ahí hay que apostar por el poder elegirla y diseñarla dentro de unos límites y de normalidad. Además me gustaría poner un poco de sentido común en la crianza del siglo XXI y menos libros.

¿Cómo ves a los padres y madres de ahora?

Creo que existe una corriente de extremos, como en casi todo. Existe desde la absoluta permisividad al autoritarismo. Es como si perdiéramos la cabeza de pronto y se nos fuera el sentido común. Creo que el principal problema de las familias de forma generalizada es la sobreprotección. Cuando más sobreprotegemos, más “inútiles” hacemos a nuestros hijos, entrecomillo con mucho cariño. Se trata de una inutilidad hacia la vida, hacia el enfrentarte a situaciones. Por otra parte queremos enseñar a nuestros hijos e hijas a tener éxito en cualquier cosa, que vivieran en el éxito. Pero yo creo que la educación hay que derivarla hacia la educación para aprender a fracasar. Deberíamos enseñar a hijos e hijas a fracasar en un mundo absolutamente cambiante en el que el éxito es cada vez más difícil y efímero. Por otra parte, hemos asociado éxito a felicidad y creo que la felicidad es el opio del pueblo, hay por obligatorio ser feliz pero no es posible, la felicidad son minutos.

Con la educación que damos a los niños, ¿estamos teniendo en cuenta las necesidades auténticas de los niños?

No, no estamos teniendo en cuenta por supuesto las necesidades de los niños, que son muy simples: es jugar. Les hemos robado los espacios, les hemos robado el tiempo, la posibilidad de crear, porque incluso les hemos robado los juguetes. El tiempo está absolutamente limitado y programado y el niño necesita tiempo para jugar. El juego en el niño es el elemento básico, pero es su juego, no el juego que nosotros, los adultos, nos hemos inventado. Un niño necesita tiempo y calma para jugar, para tocar, para subir, para caerse, para esconderse. Hemos entendido que el juego es una situación que controla el adulto, pero eso no es juego, es entrenamiento. El adulto interpreta que hay que jugar para divertirse pero la necesidad del niño es exclusivamente jugar para jugar. Apuesto por devolverles el juego y el grupo de iguales diferentes (más allá de su grupo clase, donde todos son más o menos iguales en edad y características, sino una pandilla de niños de diferentes edades), donde se genera aprendizaje, interacción y crecimiento. La reivindicación sería el artículo 31 de la Convención Internacional de los Derechos de los Niños: “los niños tienen derecho al juego” pero además tienen derecho a la participación, a opinar sobre los asuntos que les afectan. Me atrevería incluso a reivindicar que los niños puedan votar desde su nacimiento. Sé que parece una locura. En definitiva sería una educación con la infancia, y la palabra con es muy grande, y no para la infancia.

¿Por qué te has animado a participar en nuestro encuentro?

Porque vuestros antecedentes y las personas que han participado en otras ediciones son de las de enamorarte y llevártelas a casa, para todas las tertulias del mediodía. Creo que foros en los que se dignifique la infancia tendría que haber muchísimos más. Contar con portales, medios de comunicación y perfiles donde los niños y las niñas dejen de ser objetos que consumen y son agentes que determinan el presente y el futuro es algo que deberíamos apoyar siempre. Me encanta que en ocasiones no seáis políticamente correctos, os permitís entre líneas defender a los más pequeños que no siempre son los que más interesan.


Mar Romera estará acompañada por todos estos ponentes el 10 de junio. ¡Compra ya tu entrada!

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